Image: Una inmersión en el mundo perdido

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El Cultural

Una inmersión en el mundo perdido

31 mayo, 2013 02:00

Un grupo de mujeres Yanomami

Santiago de Compostela acoge por primera vez en la Península Ibérica la Colección Orinoco, una de las muestras de arte étnico más importante de Latinoamérica que, tras la muestra Gallaecia Petrea, recala ahora en el Museo Centro Gaiás de la Cidade da Cultura. 'Orinoco, viaje a un mundo perdido' se realiza en colaboración con la Fundación Cisneros, fundada por la mecenas venezolana Patricia Phelps de Cisneros y su marido, el empresario Gustavo A. Cisneros. El Cultural recorre la exposición, integrada por documentos y objetos de las doce etnias que habitan la cuenca del Orinoco, y se detiene en el apartado dedicado al patrimonio fluvial gallego.

Objetos rituales, útiles de caza, ornamentos, construcciones, organización social, embarcaciones... La exposición 'Orinoco. Viaje a un mundo perdido', que puede verse en el Museo Centro Gaiás de Santiago de Compostela hasta enero, nos sumerge en las formas de vida de varias tribus del Amazonas.

"Tú no sabes hacer ninguna cosa. Por lo que para nosotros eres como un niño. ¿Cómo es que estás vivo?". Estas pocas palabras bastaron a Gervasio, capitán de la etnia Ye'kwana, para dar al naturalista y fotógrafo Charles Brewer una lección de humildad que nunca olvidaría. Pues sus dos carreras universitarias de nada sirvieron para responder al desafío que el líder indígena le había planteado: resolver cuatro cuestiones básicas sobre prácticas fundamentales para la supervivencia en la selva.

Esta anécdota es ilustrativa del sentido de la exposición Orinoco. Viaje a un mundo perdido, un homenaje a la cultura material de doce etnias del Amazonas venezolano que acaba de recalar por primera vez en la Península Ibérica. La Cidade da Cultura de Galicia, en Santiago de Compostela, acogerá hasta el próximo mes de enero esta muestra, que reúne las mejores piezas de la colección Orinoco, propiedad de la Fundación Cisneros.

Formada por más de 1.500 objetos de los pueblos De'áruwa, Ye'kuana, Yanomami, Hiwi, E'ñepa, Hoti, Wakuénai, Baniwa, Baré, Puinave, Warekena y Tsase, esta colección de arte étnico se encuentra entre las más importantes de Latinoamérica. Su origen se sitúa en los viajes por el Amazonas de la familia Cisneros. A las piezas acumuladas por Patricia Phels de Cisneros y su marido se sumaron las aportadas por el explorador Edgardo González Niño y el antropólogo Walter Coppens, además del archivo de Charles Brewer-Carías.

Orinoco. Viaje a un mundo perdido se distribuye a lo largo de tres plantas del Museo Gaiás, hasta hace no mucho ocupadas por la exposición Gallaecia pétrea. "Hemos recorrido en los últimos doce años varios países de Europa. Y el hecho de contar en Galicia con un espacio tan amplio nos ha permitido mostrar la selección hasta ahora más grande de objetos de la colección: unos 1.100 o 1.200", explica el director asistente del proyecto, Rafael Santana. El ritual es el eje temático de las piezas exhibidas en la primera planta. Junto a los bancos de madera tallada se pueden ver el ‘ansa' o las vistosas coronas de plumas, ornamentos masculinos utilizados en diversas celebraciones. También los instrumentos musicales, como flautas de hueso o caña de bambú, tambores o maracas de cáscara y plumas.

Un relevo simbólico

El mortero con el que los Yanomami -una de las etnias más estudiadas por antropólogos como Marvin Harris o N. Chagnon-, trituraban los huesos calcinados de sus difuntos para luego ingerirlos y de este modo expresar el relevo simbólico de los muertos por los vivos es una de las piezas más interesantes de esta parte de la muestra, como los instrumentos utilizados para consumir plantas alucinógenas o las rejas para atrapar hormigas cuya dolorosa picadura ponía a prueba la resistencia de los jóvenes aspirantes a chamanes de la etnia Ye'kuana. La representación de la rica tradición ceremonial de estos pueblos, relacionada con el ciclo de la vida o con la importancia concedida a los cultivos no impide sin embargo las prevenciones contra la mitificación simplificadora del Otro o frente a las más toscas metáforas evolucionistas que durante décadas dominaron la etnología. Tal como advierte la antropóloga y arqueóloga Lelía Delgado en un artículo recogido en el catálogo de la exposición, los sólidos conocimientos ecológicos demostrados por los indígenas así como el estudio de sus complejos sistemas simbólicos o de parentesco, contribuyeron al abandono de los estereotipos más comunes sobre su supuesta incapacidad para la abstracción. Tampoco las fotos-fijas que presentan imágenes estáticas de las culturas, sin considerar el cambio social o el conflicto interno, favorecen la comprensión del Otro. En este sentido, Orinoco. Viaje a un mundo perdido deja entrever algunas claves. Objetos que en el pasado desempeñaron una función bélica se han reconvertido para otros usos. Es el caso de las macanas, antiguamente armas de guerra, cuya meticulosa decoración actual sugiere un carácter ceremonial o significativo de la jerarquía social de su portador.

La colección de joyas exhibidas en la primera parte de la exposición, así como la cestería que ocupa la segunda planta del museo o las armas y objetos cotidianos expuestos en la tercera son indicativos del desarrollo de unas estructuras sociales más complejas de lo que a primera vista pueda parecer.

Pinturas y abalorios

En la exposición abundan las fotografías de hombres y mujeres Yanomami que adornan su rostro y su cuerpo con pinturas y abalorios. Pero la ornamentación corporal no es un quehacer meramente estético, sino que expresa, al igual que el vestido en las sociedades occidentales, cuestiones sociales como las relaciones de género. El ‘guayuco' propio de los rituales de iniciación femeninos es otro ejemplo de ello. Idéntica preocupación por el diseño que la demostrada por las joyas es detectable en la cestería, buena parte de ella relacionada con la yuca, elemento fundamental de la dieta de la zona. La cestería es también objeto de intercambios comerciales. Los Ye'kuana venden este tipo de piezas de artesanía desde el siglo XVIII. Esta misma etnia es conocida también por su tecnología de navegación. La ‘curiara', construida con el tronco de un único árbol, es esencial en el transporte fluvial en la región amazónica. La exposición incluye fotografías de estas embarcaciones, así como muestras de los remos utilizados.

Testigo de una economía basada no sólo en la recolección sino también en la pesca y la caza son, por otra parte, las nasas y las flechas exhibidas en el Gaiás. Las primeras adoptan formas diversas. Su eficacia se refuerza con plantas que intoxican a los peces facilitando su captura. En cuanto a las armas, los Yanomami cuidan especialmente la decoración del carcaj, en el que guardan las puntas de flechas. Los arcos se construyen con maderas duras y resistentes. También es muy común el uso de cerbatanas. Completan la exposición otros objetos de uso cotidiano, como las vasijas antropomorfas de la cerámica Hiwi, o las populares hamacas o chinchorros, un tipo de mueble indígena de producción muy trabajosa que se extendió por toda Venezuela. Por último, también está presente en la muestra la arquitectura del Amazonas, con fotografías de construcciones como las ‘churuatas' Ye'kuana o las ‘shabono' de los Yanomami, viviendas colectivas que pueden alcanzar los 100 metros de diámetro con capacidad para entre 100 y 200 habitantes.

Jerarquías sociales

Las familias comparten este tipo de casas, de forma redonda, sin levantar paredes divisorias. De este modo, son los chinchorros dispuestos alrededor del fogón familiar los que marcan las distinciones, así como las provisiones como símbolo de status. Las jerarquías sociales se establecen en el Amazonas con criterios diferentes a los que delimitan las clases sociales de las sociedades postindustriales. El contacto con otras culturas ha causado transformaciones sociales. La antropóloga Lelía Delgado admite que "si bien en la actualidad, muchos pueblos indígenas de la región del Orinoco y el Amazonas venezolano se han asimilado a la sociedad nacional, para otros el contacto con la población criolla les ha afectado con diferente intensidad. Algunos han abandonado elementos de su herencia cultural, mientras que otros han sabido mantener ciertas formas de identidad".