Tubacex firmó la semana pasada un contrato para la fabricación de tubos de acero para producir gas con la Compañía Nacional de Petróleo de Irán. Se trata de un acuerdo de tres años de duración por 556 millones de euros que compromete la producción de unos 600 kilómetros de tuberías y la transferencia de conocimiento técnico al país.

Más allá de este contrato, la compañía vasca tiene ante sí una alianza de largo recorrido ya que Irán “necesita mucho más”, aseguró tras la firma el vicepresidente de Ventas de Tubacex, Antón Azlor. Es, además, el primer contrato que la petrolera nacional iraní firma con un consorcio internacional (que integran Tubacex y la iraní Foolad Isfahan).

Tubacex es líder en producción de tubos sin soldadura en acero inoxidable y altas aleaciones de níquel. Tiene instalaciones en España, Austria, Estados Unidos, Italia, India y Tailandia. Según indicó recientemente la compañía, espera alcanzar una facturación de unos 1.000 millones de euros para 2020, el doble que en la actualidad, en un entorno de demanda creciente de petróleo y con unos precios por barril de unos 60 dólares.

El acuerdo con Irán y una abultada cartera de pedidos de productos premium -los que más valor añadido y márgenes generan- que ha alcanzado los 700 millones en el primer semestre del año, ha reavivado el apetito de los inversores en Bolsa, que cerró la semana con una revalorización de casi 16%, a 3,72 euros por título.

Colonial sufrió, como todas las inmobiliarias, los embates de la crisis tras el estallido, hace una década, de la burbuja, pero ha sido capaz de resurgir de sus cenizas. Lo ha hecho a lo grande de la mano del tándem formado por el presidente Juan José Bruguera -también al frente del Círculo de Economía- y Pere Viñolas, su consejero delegado. Cogieron en 2008 una empresa que estaba hecha unos zorros tras el paso del sevillano Luis Portillo, con un agujero de 9.000 millones de euros. Ahora, el endeudamiento ronda los 3.500 millones, lleva camino de alcanzar los 300 millones de rentas recurrentes y en 2016 ganó 274 millones.

Desde entonces, cada uno de los pasos dados ha servido para mejorar la compañía. Refinanciación de deuda, creación de Asentia -su banco malo al que traspasar los activos tóxicos- o la captación a manos llenas de capital de calidad de numerosos inversores institucionales, extranjeros o españoles, como Juan Miguel Villar-Mir, que ha tenido que replegarse por la situación del Grupo OHL. El último aldabonazo va a ser la conversión de la inmobiliaria en una socimi, coincidiendo con la mejora crediticia otorgada por Moody’s, que comportará mantener 1.300 millones de créditos fiscales o mejorar en 72 millones los beneficios en 2017 al revertir provisiones realizadas el pasado ejercicio.