Melbourne (enviado especial)

El Peque no se ha ganado el apodo por casualidad. Diego Schwartzman (Buenos Aires, Argentina; 1992) es el ejemplo perfecto de cómo hacerse un buen hueco (26 del mundo) en la era físicamente más exigente del tenis sin ser un gigante.

El argentino, que es el tenista más bajo del top-100 (1,70m según dice la ATP, 1,68m en realidad), se cruza este domingo con Rafael Nadal en los octavos de final del Abierto de Australia, pero antes se sienta con EL ESPAÑOL y con otro periódico nacional para contar su historia.

Usted mide 168m, todo un handicap para jugar en esta época. ¿Cuántas veces le dijeron que no podría se tenista?

No sé si me decían que no podría jugar, pero sí que lo tendría mucho más difícil que cualquier otro jugador con la altura media que hay en el tenis. Encima hoy cada vez son más altos. De La Legión que tuvo Argentina ninguno era muy alto y muchos pudieron estar en el top-10. Por la televisión mucha gente no se da cuenta, pero Nadal, Federer, Djokovic… todos son grandes. Hay una altura media muy elevada que ayuda dentro de la pista en el saque, en los golpes, en generar más fuerza o en aguantar más. Pero no, nunca me crucé con nadie que me dijese que no podría jugar al tenis, quizás a mis padres sí. Por otra parte, algo de razón habrían tenido. Nunca ha sido fácil jugar teniendo 20 centímetros menos, pero es algo que me ha hecho aprender muchas cosas.

¿No contar con la altura le ha llevado a desarrollar otros instintos?

Claro. El físico, tener que entrenar siempre al 100%. Sé que dentro de la pista no voy a poder salvarme de las situaciones peligrosas con el saque o con otros tiros que puedan marcar la diferencia. Sé que tengo que entrenarme todos los días al máximo, estar tranquilo y ser consciente de cada uno de los golpes que tengo. Eso me hace competir bien porque sé el esfuerzo que hago en los entrenamientos y en el día a día. Además, los rivales lo ven todo, y a veces por eso te respetan mucho más.

Habla de sus problemas de estatura, pero también los tuvo económicos, y muy grandes.

Mis padres habían tenido una salud económica muy buena, pero Argentina pasó una etapa mala que coincidió con mi nacimiento. En los 90, y luego entrando en los primeros años del 2000, hubo muchos problemas entre los Gobiernos y los bancos. La gente no estaba bien económicamente. En ese momento no era nada fácil dedicarse al tenis, sobre todo en una familia que trataba de salir adelante. Yo tengo tres hermanos y mis padres también tenían que darle todo lo que podían a ellos. Tampoco es fácil para una familia que había estado bien económicamente pasar a no tener nada, como fue el caso. 

Desde luego.

En todo ese remolino de cosas, mis padres hacían lo imposible para que mis hermanos tuviesen la mejor vida posible y para que yo siguiese jugando al tenis. Mi padre mandaba a fabricar unas pulseras en Argentina y mi madre llegaba a los torneos con las bolsas. Nosotros teníamos 12 o 13 años, cogíamos las bolsas y nos poníamos a vender las pulseras. Mi madre le daba una comisión a los chicos que las vendían por el club, así que se sacaban también un dinero extra. De esa forma iba pagándome los viajes, aunque luego mi padre me mentía. Me decía que iba a un buen hotel, cómodo y con ducha. Llegaba y no había nada, un baño compartido. Recuerdo que llamaba a mi padre para decirle que me estaba mintiendo y él se defendía asegurando que era un error, aunque lógicamente sabía de sobra lo que había. Nada de todo eso me hizo dejar de tener ganas de seguir intentándolo.

Encima, Argentina está en una posición complicada, geográficamente hablando.

Estamos lejos y no es fácil. Todo es muy caro. A mí siempre me gustó mucho más ir a Europa y competir por allí. En los últimos años, muchas veces me he ido a España en las semanas de descanso a entrenar. Es mejor para prepararte. En Sudamérica las condiciones cambian demasiado, por eso en Europa es todo más fácil en ese sentido. En España se puede formar una buena base de entrenamientos con los jugadores que hay allí.

Schwartzman, golpeando una derecha en el Abierto de Australia. Thomas Peter Reuters

Su madre dice que usted era un poco trasto de pequeño.

Ahora estoy más tranquilo, soy responsable y todo. Cuando era pequeño hacía algunas maldades. Bicicletas que aparecían con las ruedas pinchadas y cosas así. Tener hermanos mayores no lo hace nada fácil porque me volvían loco y por algún lado tenía que sacar mi furia, en el buen sentido de la palabra. La verdad es que tengo una familia en la que nos llevamos todos muy bien y he aprendido mucho de mis hermanos. Son como padres para mí.

Desde diciembre de 2016 trabaja con Martiñano Orazin, el hombre que esculpió a Juan Martín Del Potro.

Es importante lo que he venido haciendo con Marti en ese último año y medio que llevo con él. Con Nico, el preparador físico que había estado conmigo durante seis o siete años, había trabajado de una forma similar y muy buena. Él se fue a hacer un postgrado a España, justamente para seguir mejorando. Ahora trabaja con Martiñano. Por eso, he podido mantener lo que hacía y sumarle muchos de los conocimientos que tiene él. Marti es duro, le gusta entrenar, entrenar y entrenar. 

David Ferrer es de esa misma escuela de trabajar sin descanso. ¿Se ha fijado mucho en él?

Trataba de ver los partidos de Ferrer desde pequeño y me ha sorprendido su carrera, como a muchos otros. Es impresionante por la forma de jugar que tiene él. Cuando entré al top-100 le preguntaba muchas veces por los rivales, por cómo jugarles, aunque siempre con un gran respeto. Los españoles y los argentinos tenemos una buena relación histórica, de siempre. 

Le encanta el fútbol. ¿Por qué Juan Román Riquelme?

Es mi ídolo, tengo su camiseta. Soy hincha de Boca Junios y él lo ganó todo, así que es difícil que no sea el ídolo de un hincha de Boca.

Pero si juega andando…

¿Cómo andando? ¡Relajado! No, no. Juega a otra cosa, como Federer. A Roger lo ves en la pista y parece que va sobrado. Y sí, va sobrado. Sus ejemplos son una buena comparación entre fútbol y tenis. Se habla mucho de fútbol en el vestuario. Y cuando escucho que alguien está con ese tema allá que voy. Siempre con respeto, aunque tenga buena relación, me pongo a discutir y se forman buenas conversaciones, un buen clima para ver los partidos.

Le espera Rafael Nadal en octavos de final, con el que tiene una buena relación. ¿Cómo es el mallorquín que no conoce el público?

Una persona muy normal fuera de la pista, muy sencilla. Eso lo hace más grande todavía.

Messi, Cristiano… ¿No le sorprende que tras ganar tanto Nadal no haya subido a los cielos? 

Yo soy aficionado al fútbol, pero no conozco a Messi y a Cristiano. No sé qué harán en su vida privada, pero cuando veo que Messi está tomando unas tostadas con dulce de leche, y bebiendo mate, pienso que es una persona normal porque hace lo mismo que hago yo. Ver a Rafa de cerca, lo que hace en el día a día… es un genio jugando a tenis, pero también como persona.

¿Existe preparación para recibir puntos como el que le hizo el año pasado en Montecarlo?

El otro día en el entrenamiento me hizo varios así y los tengo grabados en el teléfono, pero no los voy a subir. Una vez que empiezas a enfrentarte contra él, y lo ves entrenando y compitiendo, te sigue sorprendiendo, pero a la vez no lo hace. Tienes que estar muy atento en tiros que parecen imposibles. Te relajas y… es muy complicado competir contra Nada en la pista. Necesito que Nadal no esté a su 100%, pero lo más importante es aprovechar las oportunidades e intentar que se sienta inseguro dentro de la pista. En un partido a cinco sets, y más allá de lo gran jugador que es, el tenis se convierte en un deporte un poco más irregular. Suele haber algo más de aire, espacio para hacer cosas. Ojalá que pueda aprovecharlo. 

Schwartzman, al saque en un partido en Melbourne. Edgar Su Reuters

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