Sábado, 6 de enero de 2018. Tras 3h50m de vuelo desde Auckland, nada más salir del avión, pongo un pie en el infierno. Melbourne arde. Las temperaturas alcanzaron ese día los 41 grados, con un aire caliente irrespirable. Tras unas jornadas de tregua, con temperaturas más llevaderas y días lluviosos, vuelve a apretar el calor. ¿Se imaginan jugar al tenis en una superficie sobre la que se podría cocinar un huevo? 

Eso ocurrió este jueves en el Abierto de Australia y también mañana viernes. Una ola de calor azota Melbourne, y los tenistas tendrán que lidiar con ello de la mejor manera posible. A diferencia de otros deportes, el factor imprevisibilidad es fundamental en el tenis. No saber cuántos intercambios tendrán que darse para ganar un punto, cuándo va a ser el siguiente descanso o cuánto va a durar el partido, pone a los jugadores en situaciones de riesgo. Y este riesgo aumenta en el caso de los hombres, que tienen que competir a cinco sets, por lo que la lógica dice que estarán más tiempo en pista. 

Así como la WTA tiene una política de gestión del calor extremo (heat rule), que permite a las jugadoras tomarse un descanso de 10 minutos entre segundo y tercer set, los hombres están obligados a competir al límite sin parones. Imágenes como la de Jack Sock siendo evacuado de la pista en el Abierto de los Estados Unidos o Johanna Konta al borde del colapso en ese mismo torneo, ponen los pelos de punta y nos hacen plantearnos si no estaremos cruzando una línea roja. 

Djokovic, intentando combatir con bolsas de hielo el calor este jueves. Thomas Peter Reuters

Visto desde fuera, los deportistas de élite son una especie de superhéroes capaces de todo, pero ¿a qué se enfrentan los jugadores realmente? En el mejor de los casos, sus condiciones físicas se verán mermadas conforme avance el partido, pasando por posibles calambres provocados por la deshidratación, y pudiendo llegar a un colapso grave, conocido como heat sroke, condición médica muy peligrosa.  

La importancia de una gestión adecuada de este tipo de situaciones la aprendí durante mi etapa en la WTA, cuando tuve la suerte de escuchar de primera mano la historia de Douglas Casa, un médico americano que se especializó en heat illness, golpe de calor, tras pasar él mismo por esa situación en su adolescencia, que le llevó a tener que superar un coma. Estamos, por tanto, hablando de algo que puede llegar a ser muy serio.

¿Qué pueden hacer los jugadores ante unas condiciones de calor extremo? Lo primero y fundamental es mantener un nivel de hidratación óptima. Esto implicará mantenerse constantemente hidratado, no solo con agua, sino con bebidas que repongan las sales que perderán a través del sudor durante la competición. Para conseguir compensar esa pérdida de sales, es importante que esa hidratación se desarrolle desde el día antes de la competición, y se mantenga también una vez finalizado el partido. 

Durante el partido, deberán intentar disminuir su temperatura corporal a través de toallas o chalecos fríos, “rulos” de toallas llenas de hielo o chalecos de agua que se mantienen en la nevera, aplicados en cada descanso. El torneo deberá proveer sombrillas y ventiladores para ayudar a esa disminución de la temperatura corporal. 

Un espectador siguiendo en la grada la cuarta jornada de competición del torneo. Lukas Coch Efe

Una temperatura corporal muy elevada durante mucho tiempo, sumado al desgaste físico y la deshidratación, puede ser fatal para el deportista. Además, este deberá llevar gorra que le proteja la cabeza de la incidencia directa del sol, así como crema de protección solar para evitar los efectos nocivos de una exposición muy prolongada al sol. Una vez finalizada la competición, será fundamental la inmersión en frío; el Abierto de Australia cuenta con una piscina con el agua a 12 grados, ideal para la recuperación post-competición y para tratar de disminuir el daño muscular provocado por el calor extremo. Por último, pero fundamental para la regeneración del tejido, será que el jugador se alimente de forma adecuada después del partido, y que trate de dormir el mayor número de horas posibles, ya que el sueño es un mecanismo reparador espectacular en este tipo de situaciones.  

¿Qué puede hacer el torneo para salvaguardar la salud de los jugadores? En mi opinión, aciertan plenamente al no permitir que se inicie ningún partido -ni WTA ni ATP- si está en marcha la política de calor extremo (heat rule) mencionada anteriormente. Además, ATP debería optar por esos 10 minutos de descanso, en su caso al finalizar el segundo y el cuarto set, con los que cuentan las jugadoras WTA, para bajar la temperatura corporal de los jugadores antes de seguir compitiendo (en esos 10 minutos generalmente las jugadoras se duchan con agua fría y se cambian de ropa). 

En el caso del Abierto de Australia, existe además la posibilidad de techar algunas pistas, pero ¿sería esto justo de cara al resto de jugadores? Supongamos que un jugador top juega en una de las pistas centrales, y el torneo decide techarla, y en la siguiente ronda dicho jugador se enfrenta a otro que ha competido durante cinco sets bajo condiciones de calor extremo. ¿Habrán estado ambos jugadores sometidos al mismo desgaste? ¿Su recuperación para afrontar el siguiente partido será igual de buena?

 La gloria a cambio de sobrevivir al infierno. 

*** Blanca Bernal es fisioterapeuta, trabajó varios años para la WTA y en la actualidad lo hace en el World Padel Tour.