Saúl Craviotto (Lleida, 1984) se convirtió en Tokio 2020 en un histórico del olimpismo español. El palista consiguió su quinta medalla en unos Juegos, igualando así a David Cal como el deportista nacional con más metales en estas citas. Él quiere más, pues París 2024 está muy cerca y no descarta estar presente. Ahí consagraría su nombre, aunque como abanderado y múltiple campeón tiene asegurado un hueco entre las leyendas del deporte español.

Los Juegos en territorio nipón no comenzaron de la mejor manera posible él. Craviotto llegaba con presión. En las cábalas de los oros y las platas siempre aparecía. Tenía que luchar con todas las altas expectativas que le rodeaban. Y eso también le pasó factura. "Tenemos mucha, mucha presión añadida". A veces de creación propia, otras fomentadas por el entorno. Pero indudablemente eso también le acababa castigando al subirse a la piragua. "Me sudan las manos, me pongo nervioso, se me quita el sueño...". Craviotto, en pleno 'caso Simone Biles', reconocía que esa especie de ansiedad también le afectaba a él.

"Evidentemente, me siento reflejado en el sentido de que venimos con mucha presión y muchos nervios, y gente que venimos de otros JJOO de ser medalla, medalla, medalla, sin fallar ninguna, pues todo el mundo espera un oro en el K-1 y en el K-4", matizó poco después. Su realidad era la de todos. Craviotto no ganó el oro, ni la plata, y tampoco el bronce en K-1. Era el primer golpe, que a su vez se sumó a los de sus compañeros en una jornada negra sobre las aguas japonesas. Cuatro diplomas y ninguna medalla. El K-4 recogía ahora toda la atención: la nada o el todo

Saúl Craviotto durante la prueba de K-4 500 Reuters

Y fue el todo. En forma de plata, pero el todo al fin y al cabo. Craviotto ganó su quinta medalla acompañado de tres compañeros que tendrán que ser el futuro del piragüismo nacional. Al menos para después de París, cuando Saúl probablemente dé un paso atrás para dejar paso a las nuevas generaciones. Hasta entonces, el palista seguirá con su vida. La de ese Policía que ha triunfado en el deporte, en la profesión y hasta en la televisión.

Regreso contra la Covid

La gran mayoría conoce el trabajo de Saúl Craviotto como Policía Nacional. Sin embargo, su historia de esfuerzos comenzó mucho antes. Con 15 años tuvo que abandonar su Lleida natal para poner rumbo a la capital. Tenía que coger enteros en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid tras ganar un Campeonato de España, por lo que cambió por completo su planificación de vida. No quería ni fútbol ni taekwondo. Lo suyo era la piragua que le había enseñado su padre.

Allí, en el CAR, los jóvenes talentos nacionales se entrenan al máximo y dedican gran parte de las 24 horas a perfilar sus cualidades deportivas. Además, dan los primeros pasos en cuanto a sus estudios y se deciden por cuál será su futuro más allá de los deportes. Ahora le tocaba a Saúl.

Hay quienes optan por el sueño de la ingeniería o el de ser fisioterapeuta. Craviotto, rompiendo la monotonía, escogió unirse a la Policía Nacional. Tenía 19 años y ya había decidido. Saúl era un chico normal, como aparenta en televisión. Tranquilo, alejado de las polémicas, sonriente. Y, hasta hace no mucho, desconocido. En 2008 llegó su gran salto al podio, dando la sorpresa en los Juegos Olímpicos de Pekín. Craviotto rompió los esquemas y se llevó el oro en K-2 500. Siguió compaginando trabajo y deporte. Y en los Juegos de Londres 2012 volvió a saborear metal, aunque esta vez una plata en el K-1 200.

Cristian Toro y Saúl Craviotto Reuters

Craviotto tenía éxito, pero una vez pasaban los Juegos Olímpicos podía hacer vida normal. Tan normal como pedirle matrimonio a su mujer después de Londres y que le convirtió en medio asturiano. Algo común entre los atletas que viajan a este tipo de citas y que dedican su tiempo y esfuerzo en disciplinas alejadas de los focos. Pero todo empezó a cambiar en 2016, con los Juegos Olímpicos de Rio. Eran sus terceros Juegos y ya llegaba como todo un veterano. Cumplió y se llevó el oro en K-2 200 y el bronce en K-1 200. Craviotto ganaba nombre entre la población y su perfil simpático gustaba. Tanto que dio el salto a la televisión.

Líder en televisión

Craviotto fichó por Masterchef en 2017 y lo ganó ante más de 3,4 millones de espectadores en la televisión pública. Lejos de acabar con su imagen, no hizo más que multiplicar su impacto. Craviotto caía bien, muy bien. Llegó más publicidad, más focos y todo lo que implica ser un rostro conocido. Esta vez sí cambiaba por completo la vida de Saúl, que además de Policía y medallista, ahora era un famoso televisivo más. Le trajo consecuencias, pues tanto reconocimiento acabó afectando a su trabajo.

El palista, que ejercía de Policía Nacional en Gijón, tuvo que cambiar su papel en el cuerpo. No podía patrullar las calles si en cada esquina tenía que sacarse una foto. Por ello, pasó a ser una pieza más de campañas de concienciación de la Policía y de otro tipo de eventos similares, y menos un 'hombre de calle'. A tres años de los Juegos de Tokio, le tocaba hacerse a ese nuevo papel. 

Saúl Craviotto y Mireia Belmonte portando la bandera de España en la Ceremonia de Apertura de los JJOO de Tokio 2020 EFE

Craviotto, con toda esa revolución en su vida, no podía olvidarse de Tokio 2020. Pidió una excedencia, como hacen muchos otros deportistas, y comenzó su preparación. La misma que siempre, entre Gijón y una Sevilla donde el tiempo permite practicar el piragüismo con facilidad. Sin embargo, nadie esperaba que apareciera una pandemia mundial que lo parara todo. Los Juegos se aplazaron y la fecha pasó de 2020 a 2021. Craviotto no podía entrenar como habitualmente y decidió ofrecerse para volver.

El catalán dejó la excedencia y se sumó de nuevo al cuerpo de Policía Nacional de Gijón. Su objetivo ahora no era ni un oro ni un premio por sus artes culinarias. El premio era vencer a la Covid-19 patrullando las calles. Craviotto, casi de incógnito, fue de nuevo uno más de sus compañeros. Controlando el tráfico en pleno Estado de Alarma y haciendo su trabajo como policía. No quería que se hablara de heroicidad ni cuentos similares, sino que se entendiera como el cumplimiento de esa labor a la que decidió dedicarse con 19 años. Tras la pandemia, tocaba pensar en el 2021.

Tokio, punto de inflexión

Craviotto podría haberse retirado tras Rio, pero quiso hacer historia en Tokio. Y también se podría retirar tras Tokio, pero quiere hacer historia en París. El palista ha dejado en el aire su retirada y ve con buenos ojos ir a los próximos Juegos Olímpicos. De hacerlo finalmente, podrá quedarse en solitario como el mejor medallista español de la historia en los Juegos Olímpicos.

Con su plata en el K-4 500 de Tokio, suma ya dos oros, dos platas y un bronce desde que diera el golpe en los JJOO de Pekín en 2008. Mismo número que David Cal, ídolo de Craviotto con un oro y cuatro platas. Los dos se mantienen con cinco, aunque Saúl por delante con esos dos oros. París 2024 puede encumbrar a Craviotto, pero para eso habrá que esperar tres años y ver la evolución del olímpico de 36 años.

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