Lo bueno, a veces, se hace esperar. Y el Manchester City, por historia, lo ha tenido que hacer. Tardó en instalarse en la élite y, cuando lo logró, quiso dar un salto cualitativo. ¿Cómo? Fichando al entrenador de moda, a Guardiola. Y con él, definitivamente, lo puede conseguir. O, al menos, va camino de ello. El técnico español, tras un primer año aciago en el que no levantó ningún título, ha ganado, por fin, el primero. Este domingo, con el lazo amarillo en la solapa –a pesar de las advertencias de la Federación Inglesa–, Pep vio su primera copa, la tocó y la disfrutó tras ver a su equipo arrasar al Arsenal (0-3). Pero esto no debería ser nada más que el preludio de una temporada histórica: los Sky blues tienen en su mano ganar la Premier League y tienen un pie y medio en los cuartos de final de la Champions League. Sólo la FA Cup, donde esta misma semana cayeron eliminados frente al Wigan, se les ha escapado de momento.



El logro, sin embargo, llega tras un desembolso importante. Guardiola ha invertido, en sus dos temporadas, un total de 528 millones en fichajes. No ha escatimado en gastos. Al llegar, le exigieron ganarlo todo, hacerse con el triplete –e incluso con los cuatro títulos que se disputan en Inglaterra– y él pidió una plantilla conforme a lo que se le pedía. Incluso en este mercado de invierno, decidió apuntalar la plantilla. Pidió contratar a Aymeric Laporte y, desde las oficinas del Manchester City no le pusieron ningún problema. Pagaron 65 millones de euros y terminaron de confeccionar una de las mejores plantillas de Europa.

Silva marca el tercer gol para el City. Reuters



Muy al contrario que su rival, el City no ha titubeado en los últimos años: ha fijado un rumbo y lo ha ido cumpliendo. Por eso, la final respondió al guión esperado. El Manchester, favorito, dio la talla en defensa y en ataque. No sufrió en exceso y se adelantó con un gol de esos que poco tienen que ver con la filosofía de Guardiola. Claudio Bravo la puso en largo, Mustafi se despistó y Agüero, en un mano a mano con Ospina, adelantó a los Sky blues. Fue el primero, pero pudieron llegar más. Porque el argentino tuvo otro de cabeza y De Bruyne, desde el flanco derecho, también enganchó un buen disparo que se fue al lateral de la red. Y, sin hacer demasiado, se marchó al túnel de vestuarios por delante en el marcador. ¿Y el Arsenal? Lo esperado. Compareció desordenado y tan solo tuvo una ocasión clara en la primera mitad: una cabalgada de Aubameyang que cortó Kompany con una carga legal sobre el delantero gabonés.



No carburó el Arsenal en la primera mitad y tampoco lo hizo en la segunda. De hecho, su actuación fue a peor. El Manchester City, con el marcador a favor, tocó, mantuvo la posesión y sentenció el partido. Kompany aprovechó los problemas de la defensa gunner para controlar dentro del área y mandarla dentro de las mallas. Y, posteriormente, fue Silva el que hizo el tercero. Danilo la filtró entre líneas y el español, desmarcado, la cruzó para dar por comenzada la fiesta del equipo de Guardiola, que ya no cedió hasta el final del partido.

El City, a pesar de no hacer su mejor partido, se hizo con su primer título ante un Arsenal que lleva años en decadencia. Mientras una era comienza, la de Guardiola, otra acaba, la de Wenger. Dos entrenadores y dos talantes diferentes. Lo mismo que sus equipos: blanco y negro. También en sus declaraciones y en sus actos, como dejó constancia una vez más Pep. El español, una vez más, llevó el lazo amarillo en defensa de los Jordis a pesar de que la Federación le ha amenazado con sancionarlo. Y lo mantuvo hasta el final, hasta que levantó la copa y dio por comenzado su posible reinado en Inglaterra (y ya veremos si en Europa). 

El Kun Agüero celebra su gol con el City. Reuters

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