Hay algo que, da un poco igual en qué ámbito de la vida se utilice, funciona. Es el factor sorpresa, esa capacidad de dejar a alguien con la boca abierta. Eso no se compra. Se tiene o no se tiene. Uno es gracioso. O no. Uno es buen jugador de fútbol. O no. Uno sirve para el espectáculo. O no. Y Mourinho, decididamente, durante mucho tiempo, fue una mina para periodistas, hacedores de memes, programas de zapping y comediantes. Él hablaba y el mundo escuchaba. En España, incluso, llegó a conseguir que las ruedas de prensa –anteriormente menos seguidas– se empezaran a retransmitir en directo. En fin, pequeños logros dentro de una carrera prolífica desde los banquillo. Eso nadie lo va a negar.



El problema, a estas alturas, es que el portugués tiende a repetirse. El factor sorpresa ha quedado reducido prácticamente a la nada. Sólo así se puede explicar lo ocurrido este fin de semana. Mourinho, tras el partido contra el Huddersfield (2-0) que lo deja a 13 puntos del City, criticó a la afición del Manchester United, comparando Old Trafford con Fratton Park: “No es Portsmouth. Recuerdo Portsmouth, un estadio pequeño, pero con un ambiente increíble. Aquí el ambiente es bastante tranquilo y no hay mucho entusiasmo, pero a los futbolistas les gusta jugar aquí”, sentenció.



¿Y por qué se repite? Porque no es la primera vez que Mourinho critica a una afición. El entrenador portugués ya hizo lo propio en sus respectivos periodos en el Real Madrid, en el Inter y en el Chelsea. Todas se llevaron algún recadito suyo; y todas ellas por lo mismo: por no animar como a él le gustaría. Aunque también es cierto que la polémica con el United va más allá. A principios de temporada, los Manchester Supportes Trust le pidieron reunirse para tratar el tema. ¿Y cuál fue su respuesta? “No puedo reunirme con un cuarto de los habitantes del planeta. Un cuarto del mundo es del Manchester United y no tengo tiempo para verlos a todos”, sentenció.

Alexis celebra su primer gol con el United. Reuters



Dicho esto, toca corroborar la teoría. O, mejor dicho, repetirla. Mourinho criticó por primera vez a una afición en su etapa en el Inter de Milán. Allí, tras una victoria contra el Nápoles en el Giusseppe Meazza (2-1), encendió el micrófono y le mandó un recado a su afición: “Sólo la curva (el fondo de los ultras) nos apoya. El resto del estadio, nada. Cuando estamos en dificultades parece que estamos jugando fuera de casa. Creo que este equipo merece más”, explicó.



Aquella fue su primera pulla. Posteriormente, y tras ganar doblete y triplete consecutivamente con el Inter, llegó a Madrid e hizo lo propio: “Quiero agradecer a los pocos que estaban detrás de la portería (de nuevo, en referencia a los ultras) porque si no fuera por ellos pensaría que el campo está vacío”, repitió el técnico portugués. ¿Y qué hizo el en Chelsea? Lo mismo. Tras el encuentro contra el QPR, no se cortó: “La gente estaba dormida. Nos costó media hora darnos cuenta de que el estadio no estaba vacío. Es difícil conseguir que en un arranque de partido todos (seguidores, equipos y jugadores) estemos juntos. Miraba a mi alrededor y parecía que estaba vacío, pero no por número de personas, porque obviamente estaba completo. Eso es frustrante”, sentenció.



¿Es malo esto? No siempre. Mourinho lo hizo en Milán, en Madrid, en Londres… Y lo ha repetido en Manchester. Y, en todos sus destinos, ha conseguido títulos. Es decir, para el portugués es una forma de motivar. Y bienvenida sea. Pero es repetitiva –y quizás alguien piense que puede ser una excusa–. Eso ya le toca juzgarlo a cada aficionado individualmente. En cualquiera de los casos, el portugués, cada vez más, está perdiendo su factor sorpresa, bendito durante una parte de su carrera. Ya se verá cómo le sale. 

Lukaku celebra su gol contra el Huddersfield. Reuters

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