Hay un tipo huérfano de grandilocuencia, sin aura de galáctico, pequeñito para ejercer de portero en el fútbol actual y poca cosa. Su nombre, Jordan Pickford, apenas si era monopolio hasta la fecha de los estetas del fútbol internacional. El gran público desconocía su existencia. Pero, en este Mundial, ha abierto la puerta de la grandeza de par en par. Sin llamar al peluquero cada día o exigir un tatuaje de presentación, el guardameta del Everton ha emergido de entre las catacumbas del siempre maldito balompié británico. Convirtió los penaltis contra Colombia en su obra maestra y escribió una página más rutinaria –pero de igual importancia– ante Suecia. Ha sido decisivo para que Inglaterra, por fin, después de 28 años, esté en semifinales.



Precisamente, la portería británica siempre estuvo gafada. La historia quiso que Seaman, ‘Calamity’ James o Hart pasaran por la meta con más pena que gloria. Ellos coleccionaron fracasos y bendijeron su suerte. Fueron internacionales por error, porque destacaban entre la mediocridad de los porteros que ofrecía el fútbol inglés. Y, de repente, cuando la maldición parecía esperar de por vida entre palos, apareció él. Jordan Pickford, con su corte de peluquería de barrio, sin tatuajes y de escasa estatura –tan solo 1’85– se regaló una oportunidad en este Mundial.



Courtois le ridiculizó diciendo que era demasiado pequeñito y él contestó volando en Rusia. Jordan Pickford, natural de Whasington (Inglaterra), a sus 24 años, decidió dar un paso al frente. La vida le había enseñado que estaba permitido soñar y, sobre todo, que era necesario perseverar. El esfuerzo, que recita Simeone cada semana, no se negocia. Es más, es indispensable para llegar alto. Y él, que venía de dar muchas vueltas –había jugado en hasta ocho clubes distintos antes de llegar al Everton y ser convocado para el Mundial–, creía en esa receta. Y, finalmente, su momento llegó.

Jordan Pickford detiene la pelota. Reuters



Inglaterra, con él de titular, avanzó con seguridad en la fase de grupos y apareció en los octavos de final. Al otro lado, Colombia, y él bajo palos. Y, de repente, la prórroga: Yerry Mina respondió al penalti convertido por Harry Kane con un cabezazo en el último minuto. Entonces, le tocó digerir el tiempo extra y escuchar el rumor del estadio ante la pena fatídica. Tenía ante sí la oportunidad de su vida: conseguir que Inglaterra acabara con la maldición de los penaltis –había caído en siete de las últimas ocho– y clasificar a los suyos para cuartos de final. El destino de su país estaba en sus manos.



Pero Jordan Pickford lo asumió con naturalidad y le paró el penalti decisivo a Carlos Bacca, con un truco: había escrito dónde tirarían los penaltis los colombianos en su botella. De repente, Inglaterra, tras muchos años, pensó: "Hemos encontrado un portero". ¡Y qué portero! Dejó a Colombia en la cuneta y volvió a aparecer frente a Suecia, en los cuartos de final del Mundial. El guardameta, con hasta tres paradas portentosas (dos a Berg y otra a Toivonen), facilitó que los suyos hicieran su trabajo (marcar dos goles, obra de Dele Alli y de Maguire) y firmaran el pase a semifinales.



Inglaterra, gracias a él, volvió a meterse entre las cuatro mejores selecciones del mundo tras 28 años de ausencia. La campeona del mundo en 1966, no había visto las semifinales desde que organizó el Mundial –con aquel famoso lema de Football is coming home– en 1996. Entonces, cayó contra Alemania en semifinales. Esta vez, y tras un camino bastante plácido, espera estar el próximo día 15 en Moscú con opciones de levantar su segundo cetro mundial. Con un gran portero (Jordan Pickford) y, posiblemente, el mejor delantero continental (Harry Kane).

Inglaterra celebra el gol de Dele Alli. Reuters

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