Berlín

En el hotel donde se concentra la selección española en Berlín deambulaba este miércoles tranquilo Stefan Holm, el gran saltador de altura sueco, tras repasar los últimos detalles técnicos con su discípula antes de partir hacia el Estadio Olímpico. Por el concurrido hall, donde se mezclan atletas italianos, polacos y españoles, aparece unos minutos más tarde Saúl Ordóñez, con las manos en los bolsillos, vestido con un polo rojo intenso y una gorra sobre la cabeza. Le acompaña su entrenador, Uriel Reguero, la persona que le ha "conectado los cables", el responsable de que el mediofondista natural de Salentinos (El Bierzo), vuelva a disfrutar con el atletismo, ahora pegándose con la élite mundial —y siendo parte de ella.

La vida de Ordóñez, un chaval de 24 años, humilde, sencillo, espontáneo, y que entrena desde hace varias temporadas en Valladolid, ha virado en tan solo doce meses del anonimato a ser una de las grandes esperanzas a medalla del equipo español en Berlín, uno de los nombres propios de la nueva generación. El Mundial de Londres lo vio desde casa, pero sorprendió en pista cubierta con un bronce en Birmingham y ha terminado de explotar este verano, sobre todo con ese récord de España de 800 metros (1:43.65) pulverizado en la Diamond League de Mónaco. A escasas horas de debutar en el Olympiaestadion —"¡qué pasada de pista!", exclama—, Saúl Ordóñez se sienta con EL ESPAÑOL para hablar de sueños, de vértigos y de miedos.

A unas horas de calzarse los clavos y salir a correr —su eliminatoria de 800m es a las 11:30h, ¿qué se le pasa por la cabeza a Saúl Ordóñez en estos instantes?

Pues nada, la verdad. Estoy tranquilo, muy a gusto, feliz de estar aquí y con muchas ganas de empezar las eliminatorias.

¿Con qué vas a soñar esta noche?

Para empezar quiero soñar con que mañana no se complique nada y que pueda acabar entre los tres primeros para estar en la semifinal; y que luego me toque una serie buena. Eso es lo que quiero soñar por ahora.

El Mundial de Londres lo tuviste que ver por la tv. Ahora llegas a Berlín con el bronce de Birmingham en el bolsillo y con la mejor marca europea del año. ¿Qué es lo que ha pasado en estos doce meses?

El año pasado entrené fuerte y el anterior no tuve la continuidad necesaria. Pero esta temporada el haber estado muy centrado en el atletismo, dedicándome profesionalmente a ello, ha provocado que dé un salto de calidad. Y luego también el hecho de hacer ciertas marcas me ha abierto mucho las puertas para correr competiciones de más nivel como las Diamond League, que me han dado cierto bagaje a la hora de enfrentarme con los grandes atletas contra los que es muy difícil competir porque tienen mucha experiencia y son muy buenos. Todo ello me ha ayudado a aprender y a coger experiencia y saber desenvolverme en estas carreras.

¿Qué piezas ha tocado Uriel Reguero, su entrenador, para que Saúl explotase?

Ha tocado un par de ellas en mi cabeza. Me ha tenido que conectar un par de cables que andaban sueltos para que me diese cuenta de que estaba haciendo las cosas bien, que había que darle paciencia a esto para que saliesen resultados mejores y para seguir disfrutando como lo hacía antes, sin que sentirme obligado a hacerlo.

En la temporada 2015-2016 tuviste un bache anímico. ¿Realmente te planteaste guardar los clavos en el armario?

Algunos días sí que me lo llegué a plantear. Mi vida estaba al margen del atletismo; incluso me pregunté varias veces si debería buscar un trabajo porque ya no me sentía identificado con este deporte, ya no era algo tan gratificante para mí. Tenía contacto con el grupo, con mi entrenador y seguía yendo algún día a entrenar, aunque menos que ahora. Y hombre, aquel año, aun así, conseguí dos oros en categoría sub23 (risas).

¿Qué fue lo que te reenganchó al atletismo para volver a tomártelo en serio?

Uriel me llamaba, me insistía para ir a entrenar y poco a poco me hizo darme cuenta de que tenía que seguir entrenando porque era lo que realmente me gustaba y podía estar a gusto haciéndolo. Me decía que no era ninguna obligación para mí, sino que debería tomármelo como una profesión con la que disfrutar. Uri es como un amigo, un hermano. Cuando llegué a Valladolid estaba solo, sin mi familia, que también me ha ayudado mucho desde la distancia, y entonces él hacía una labor un poco de padre y de madre. Esa relación atleta-entrenador que tiene que ser muy sana y buena la tenemos, y eso hace que bajes a la pista y estés a gusto, en tu salsa.

¿Da vértigo ver tu nombre en los titulares y ser una de las grandes esperanzas del atletismo español?

Te choca, no es algo a lo que esté acostumbrado ni espere. Yo igual ahora sí que me veo algunas veces en esa situación, pero no lo entiendo como algo que da vértigo, sino como algo positivo para que pueda sacar mi máximo rendimiento. Hay que analizarlo de forma positiva para seguir entrenando, seguir compitiendo bien y conduciendo las cosas por su carril.

El éxito parece que no ha cambiado al Saúl natural, cercano y sencillo de siempre. ¿Cómo se gestiona esta salida del anonimato?

Con paciencia y estando muy atento. De repente te ponen voz y tienes que saber responder. No es fácil estar en una situación de ‘y ahora qué digo yo’. Yo sé correr y poco más, ¿sabes?. Sé hacer esto, se me da bien, pero ahora tengo que responder a cierto abanico de periodistas y hay que enfrentarse a eso. Me da más vértigo que lo de sentirme un atleta profesional bueno. Tienes que enfrentarte a la opinión pública, a las críticas, te expones a la gente… Yo al final me lo he tomado con calma, con paciencia, hablo lo que tengo que hablar, lo justo para darme un poco de imagen, y tampoco intento estar todo el día respondiendo al teléfono y agobiándome. Prefiero mantener mi vida como ha sido hasta ahora sin necesidad de hablar. Tampoco sé muy bien como hacerlo.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos del atletismo?

Son con mi madre, cuando iba a las competiciones de pequeño y siempre me acompañaba a todas. Ahora es más complicado porque viajo mucho y es más difícil que venga conmigo porque también trabaja. Me acuerdo en una competición de niño estar llorando por haber corrido mal y ella me dijo: "Si te vas a poner así no volvemos a ninguna competición". Y no volví a llorar nunca más. También me recuerdo entrenando en Salentinos con mi padre, corriendo por el pueblo cantando y canciones con el resto del grupo.

¿Cómo se forja un medallista mundial en un pueblecito tan pequeño como Salentinos, de una treintena de habitantes?

Mis padres siempre estuvieron encima de mí para que tuviese las mismas oportunidades que un niño que vive en una ciudad. Me apuntaba a todas las actividades extraescolares y ellos siempre me permitieron dedicarme a entrenar sin descuidar los estudios. Siempre les agradeceré mucho que me hayan dejado entrenar para ver hasta dónde puedo llegar. No están aquí en Berlín, estuve a punto de cogerles el viaje pero al final no. Me dije: “Ya habrá más oportunidades, seguro”.

Saul Ordóñez, con el bronce en el Mundial bajo techo de Birmingham. Efe

¿Cómo es el cambio de pasar de competir en mítines en España a la Diamond League y pelear con los mejores atletas del mundo?

Para un atleta como yo que se ha dedicado a entrenar toda la vida es la leche, un pasada. De repente estás yendo a un aeropuerto tú solo, te viene a recoger alguien de la organización, te lleva al hotel, y allí te encuentras a la élite mundial y te sientes partícipe de esa gente. Además, las competiciones internacionales a las que he ido me han salido bien. Encima es como que no solo estoy en la Diamond, sino que estoy por algo; he justificado mi existencia. Te sientes uno más de los que están ahí.

¿Qué va a hacer Saúl cuando las piernas ya no vayan tan rápido?

Es algo que todavía no tengo muy claro. Espero acabar la carrera de Geografía y Ordenación Territorial. No tengo la posibilidad de compaginar los estudios con la que es ahora mi vida profesional, pero es cierto que necesito esos estudios para estar avalado para poder optar a otros trabajos. Tengo que intentar canalizarlo de una forma o de otra, pero estoy intentando labrar un pequeño futuro para en el futuro poder trabajar de algo. Con el atletismo puedo ahora malvivir, mantenerme, pero no voy a tener dinero luego, obviamente.

¿Qué pesa más en un ochocentista: los genes, la calidad innata, o el sudor del día a día?

Es un conjunto de todo. Si no haces el trabajo del día a día, si no entrenas, como me ha pasado a mí, eres la mitad de lo que puedes valer. Esa es una clave fundamental. Pero sin los genes y la calidad del atleta es muy complicado que llegues a lo más alto. Casi igual un 50-50 entre calidad y esfuerzo.

¿Saúl Ordóñez le tiene miedo a algo?

Mmm… no. Es cierto que todos nos asustamos, pero yo no tengo miedo, y a la hora de competir mucho menos. Como me decía un amigo del gimnasio que fue campeón de Europa de kickboxing: “Tío, tú corres. El problema lo tenía yo cuando me subía al ring y tenía delante a alguien que me quería matar”. Pues eso sí que me daría un poco de miedo. Correr al final es competir, no me voy a pegar con nadie.

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