Berlín

"He ido hasta donde podía ayudarla, me he parado cuando ya no podía ni seguirla. No me ha aguantado el chasis". A Chuso García Bragado, en su séptimo Europeo, con 48 años, el isquio que tenía tocado le pegó "un trallazo" al paso por el kilómetro 20. Veterano curtido en mil batallas, comprendió que su misión en Berlín, lesionado, pasaba por el sacrificio, por hacer de liebre de Julia Takacs, su compañera de entrenamiento.

La marchadora española, cuando se colocó a la estela de Bragado, estaba a 4 minutos de la medalla de bronce, pero quedaba más de media prueba por delante. El campeón del mundo de 50 kms marcha en 1993 resistió hasta cerca del kilómetro 40 y se apartó, silencioso, en el box del equipo español. En ese momento Julia ya era la tercera. "Ahora le queda la parte psicológica, pero la he visto muy segura", decía Bragado, con plena confianza en las opciones de Takacs.

El calor era abrasador en Berlín, más de 35º; los atletas iban cayendo presas de la fatiga, del agotamiento que les empujaba a desplomarse sobre las camillas, pero la marchadora nacida en Budapest aguantó firme, con ritmo seguro, sin atisbar síntomas de flaqueza. "Después de estar entrenando en Bañolas (Girona), me río yo del calor de aquí", bromeó Takacs tras cruzar la línea de meta y completar un esfuerzo que se extendió durante 4 horas 15 minutos y 22 segundos; solo por detrás de la portuguesa Inés Henriques (4h09m21s), dominadora desde el primer metro, y la ucraniana Alina Tsviliy (4h12m44s).

"La estrategia nos ha salido perfecta, ha sido justo lo que hablamos ayer", reconoció Takacs a su llegada a zona mixta, deshidratada y pidiendo agua a los periodistas. Salir tranquila, suave, e ir aumentando el ritmo kilómetro a kilómetro. Esa era la táctica, tantas veces demostrada efectiva por Bragado, el marchador infinito siempre con cara de sufrimiento. Con la plata a una distancia inalcanzable, Julia decidió ser conservadora y no lanzarse descabellada a por más, sabedora del riesgo de agarrarse una pájara, como lo definen en el argot atlético. 

"La temporada perfecta de mi vida"

Julia Tackas ha encontrado en el infierno de los 50 kilómetros marcha —en Berlín era la primera vez que las mujeres disputaban esta prueba, tradicionalmente solo abordable para los hombres por su tremenda dureza— un bonito sufrimiento que le ha devuelto la ilusión y la felicidad por el atletismo. Takacs, pelo rubio y piel muy blanquita, que tras unos años en la Blume de Madrid entrena ahora en Barcelona a las órdenes de Montse Pastor, pareja de Bragado, ha inaugurado el medallero de la selección española, que sonríe alegre con el relevo generacional.

Takacs, en los primeros metros de los 50 kms marcha en Berlín. EFE

La última vuelta de Takacs al circuito de dos kilómetros situado en Breitscheidplatz, en el oeste de Berlín y a los pies de la iglesia Memorial del Káiser Guillermo I, en ruinas por las bombas de la II Guerra Mundial, fue un regalo, el instante de echar la vista atrás y recordar el calvario del año pasado, cuando se encontraba en Granada y sufrió un trombo pulmonar. "Me dijeron que podía haber muerto, pero aquí estoy", reveló con una entereza escalofriante. Pero también todo el trabajo con su psicólogo para volver a ser feliz y poder rendir.

La marchadora de origen húngaro aterrizó en España con catorce años por motivos laborales de sus padres. Y, desde que empezó a marchar, siempre ha sido una de las grandes esperanzas de la disciplina que históricamente más alegrías ha brindado al atletismo español. Su 2018 ha sido redondo, la explosión con el cambio de prueba a la distancia más dura de todas: campeona y plusmarquistas española de 50 kilómetros marcha, mejor marca personal en los 20 kms (1h27m58s) y el colofón con el bronce europeo. "Esta ha sido la temporada perfecta de mi vida", resumía en la zona mixta con la bandera de España atada a la cintura.

A la presea de Takacs, la delegación española suma otros dos puestos de finalistas: Ahinhoa Pinedo (7ª) y Mar Juárez (8ª). José Ignacio Díaz, en los 50 kms hombres, quedó noveno. Todas y todos abrazaban a la flamante medallista, que por fin rompe esa barrera que la ataba en las citas internacionales. "Todavía no lo he asimilado. Ahora lo único que quiero es beber, recuperarme e irme a la playita", concluyó con una enorme sonrisa en el rostro.