En el año 532, una serie de disturbios en Constantinopla pusieron en jaque al Imperio bizantino de Justiniano I. La revuelta, desatada en la zona del Hipódromo, en el centro de la actual Estambul, unió a los azules (aristócratas) y a los verdes (comerciantes) contra las fuerzas imperiales. No lograron derrocar al poder, pero sí arrasaron algunos de los edificios públicos más emblemáticos de la ciudad, como la iglesia de Santa Sofía, construida en 360 por el emperador Constantino.

Con la rebelión sofocada, Justiniano ordenó levantar un catedral colosal sobre los restos que había sobrevivido de Santa Sofía, y para ello mandó ir en búsqueda de los materiales más ricos del Imperio, como las columnas del templo de Artemisa, mármol verde de Tesalia o roca negra del Bósforo. Tras cinco años de trabajo —el edificio fue construido por Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles—, la basílica se inauguró el 27 de diciembre de 537. Según el historiador Procopio de Cesárea, Justiniano exclamó al ver su deseo realizado: "¡Salomón, te he vencido!", en referencia al templo de Jerusalén.

Santa Sofía se convertiría de esa forma en la iglesia más grande construida por el Imperio romano de Oriente, una joya de la arquitectura bizantina que caería en manos otomanas tras la conquista de Constantinopla por el sultán Mehmet II, el Conquistador, en 1453. Pero antes de esa fecha, el templo se convertiría en la catedral operativa más grande de la ciudad durante todo el período bizantino y en el lugar de coronación de los emperadores.

Pero no solo eso: una investigación de un grupo de arqueólogos realizada entre 2004 y 2018 ha sacado a la luz lo que se cree que es el Gran Baptisterio perdido de la catedral cristiana más grande jamás construida en el mundo antiguo. Según Ken Dark y Jan Kostenec, los líderes del estudio, que acaban de publicar los resultados en un libro titulado Hagia Sophia in Context: An Archaeological Reexamination of the Cathedral of Byzantine Constantinople, en este recinto habrían bautizado los emperadores a sus hijos.

Se trata de un muro de piedra color verdoso, parte de una estructura rectilínea ubicada al norte de la catedral y que se enmarca dentro de otros descubrimientos en el complejo de edificios eclesiásticos que rodean a la catedral, convertida en mezquita en 1453. Además del baptisterio, los arqueólogos han sido capaces de reconstruir el aspecto del Palacio Patriarcal y de identificar el lugar exacto —un círculo de roca ígnea— donde el emperador Justiniano se colocaba durante la liturgia y otras ceremonias religiosas.

Exterior de la catedral de Santa Sofía.

"Nuestro trabajo de campo entre 2004 y 2018 en el área que rodea la iglesia del siglo VI ha revelado nuevas estructuras bizantinas al norte, oeste y sur", escriben Dark y Kostenec en el libro, según recoge el portal especializado LiveScience. Entre esas estructuras se han hallado también restos del mármol blanco del patio que una vez rodearon a la catedral, convertida en 1935 en museo por Kemal Atatürk.

Por si eso no fuese suficiente, los investigadores, asimismo, han descubierto lo que parece ser una antigua librería situada debajo del gran salón; y basándose en su tamaño, aseguran que puede haber albergado miles de pergaminos. Por último, han determinado que la estructura conocida como el vestíbulo noroeste fue construida durante la etapa justiniana y no durante el período otomano.

"El descubrimiento de una parte tan grande de la iglesia justiniana de Santa Sofía no tiene precedentes en las décadas previas... y altera de forma significante el conocido plan de este edificio mundialmente famoso", señaló Dark a LiveScience. Además, los autores del trabajo han asegurado que todavía quedan muchas partes de Santa Sofía, cuyas paredes están adornadas con hermosos mosaicos de oro y plata, sin descubrir, a la espera de la mano de los arqueólogos.