Todo llega, tarde o temprano. Aunque pasen 20 años, que es un soplo la vida y que veinte años no es nada, han sido dos décadas las que hemos tardado en volver a disfrutar de Anna Netrebko en una ópera en el Teatro Real. Fue en abril de 2001 cuando esta jovencísima soprano rusa actuó en la Guerra y Paz de Prokofiev en la producción que llegó del Teatro Mariinski, dirigida por Valery Gergiev (su descubridor).

En aquella ocasión ya fue la cantante que se llevó al público de calle con una gran ovación por su interpretación de Natasha Rostova. Y desde entonces, nada. Una larga travesía en el desierto que quien quería saciarla tenía que viajar fuera, a los coliseos y festivales donde solía actuar. Y así hizo uno: habitual en el festival de Salzburgo, deslumbró y saltó a la fama internacional con la ya legendaria producción de Willy Decker de Traviata acompañada por Rolando Villazón.

Luego vinieron dos Trovatores, Aida y varios títulos en el Met como Macbeth, Don Pasquale y L’elisir D’amore, o ya más recientemente en La Scala con roles más pesantes como la Maddalena del Andrea Chenier. Pero todo llega y finalmente Netrebko cierra el trío de sopranos que encarna en Madrid a Floria Tosca cantando dos de las dieciséis funciones programadas por el Teatro Real.

Somos tremendamente afortunados por contar con las que son probablemente las dos mejores sopranos para el rol protagonista: Radvanovsky y Netrebko. Netrebko y Radvanosky. Dos prima donnas, dos grandísimas cantantes, con garra, con una voz personalísima, con unos inmensos agudos, con una vis escénica brutal (más encarnada la americana, más distante la rusa) pero sobrecogedoras. No se puede escoger una. Sino lo contrario: hay que pellizcarse para comprobar que es verdad, que están las dos en Madrid cantando las mejores Toscas que hoy pueden verse en un escenario.

De la interpretación de Radvanosky ya dimos cumplida crónica así que destacaremos brevemente el escalofrío que produce Netrebko. Desde su aparición cruzando la pequeña puerta de la iglesia de Santa Andrea dell Valle ya ocupa todo, ya sobresale. Sus primeras notas, enfadada y mosqueada con Cavaradossi por haberla hecho esperar, son de quitarse el sombrero.

Y llegó Vissi D’Arte. Se mascaba la comunión total de la cantante con el público. La lección musical fue de las que hacen historia. Y la ovación fue eterna, larga, caliente

Su intención cuando al despedirse susurra más que canta "Ma... falle gli occhi neri!" ("pero píntale los ojos negros") adelantan su gran escena en el segundo acto en ese larguísimo duetto con Scarpia. Todo sobrecoge: sus agudos, sus medias voces, sus filados, su fiereza y su complicidad con Luca Salsi (Scarpia) con el que ha cantado tantas veces que ya se conocen íntimamente y evidencian una conexión personal fogosa.

La soprano Anna Netrebko durante su interpretación de 'Tosca' en el Teatro Real. Javier del Real

Y llegó Vissi D’Arte. El aire en el auditorio se tensó, se mascaba la emoción y la comunión total de la cantante con el público. La lección musical fue de las que hacen historia. Y la ovación fue eterna, larga, caliente. Pero no llegó el bis. Netrebko intentaba continuar, miraba al foso para que el director musical (Luisotti) arrancase pero el ensordecedor aplauso lo impedía.

Había ganas de bis pero me temo que Netrebko tenía claro que no lo daría porque debió pensar: lo hago una vez bien, y punto, y no lo dio. En todo caso, la interpretación de Netrebko ya está, por derecho propio, en los anales de las grandes noches del Real, junto a otras tantas de esta producción de Tosca.



Yusif Evyazov es un tenor tan injustamente tratado que a uno le da mucha rabia. Tiene una voz lírica plena, armónica, preciosa, unos agudos estallantes y seguros, una generosidad en el canto apabullante, una fácil y digna capacidad interpretativa… pero no hay manera. Probablemente ha sido el mejor Cavaradossi del cuarteto formado por un fallido Calleja, un digno Fabiano y un gélido Hoffmann de estas funciones. Pero ni por esas. El Recondita Armonía mejor cantado de todas las funciones, elegante en el canto y con gran voz, se dejó la piel en E Lucevan Le Stelle, personalísimo, con un canto arriesgado y entregado, un fiato y una línea de canto interminable. Magnífico.

La producción de Azorín cuanto más se ve, menos gusta

Pero aún así el público reaccionó con cierta frialdad. Se pregunta uno qué pasa. ¿Será porque es el marido de Netrebko? ¿Será porque el tenor viene de la mano de su mujer a cantar? Pues qué bien que la rusa quiera cantar con su pareja. Así podemos disfrutarlo. Ojalá le imponga en muchas otras funciones porque hay pocos tenores más auténticos y seguros.

Es una pena esta distancia del público de Madrid con el cantante cuando tiene una conexión tan especial con la ciudad, a la que adora y le tiene mucho cariño por lo que significó en su vida: Aquí adicionó con Muti cuando este dirigía Don Pasquale en Madrid en mayo de 2013 para interpretar en Roma al año siguiente el Des Grieux en Roma, junto a Anna Netrebko. Y de aquellas funciones romanas surgió una de las relaciones más sólidas del mundo de la ópera.

Luca Salsi tiene un largo historial de Scarpias. Y lo canta divinamente. Más apretado en el primer acto, brilla y explota en el segundo. Estuvo magnífico. El parmesano ignoró las directrices absurdas de Paco Azorín y obvió el Scarpia acomplejado, torturado y a los pies de Tosca que propone el regista y optó por cantar el rol como suele hacer: con inmensa teatralidad, una voz empastada, garra en los agudos, que atacaba con fortaleza, una vis escénica que da miedo y una lascivia que produce desazón.

Su Scarpia realmente asusta, incomoda, te da pavor que pudieras ser tu la siguiente víctima y respiras aliviado cuando Tosca acaba con él. Llega a Madrid de cantar hace unos días con Netrebko y Evyazov en el Teatro San Carlo Il Trovatore y se nota la cercanía que tiene con el matrimonio protagonista, especialmente con la soprano rusa. Su dúo es electrizante, sus escenas más tórridas sí te las crees y no solo sus voces empastan sino también sus interpretaciones.

La producción de Azorín cuanto más se ve, menos gusta. Si la primera vez te deja frío, y uno acepta que esta Tosca ni-fu-ni-fa, en consecutivas funciones se descubren cada vez más fallos que aciertos y te haces más exigente ante las tontunas escénicas. Justo lo contrario del trabajo de Luisotti, que sigue dominando el foso orquestal con un poderío y un vigor y una inteligencia apabullante. Cuanto más se le oyen, más cosas bonitas se descubren y más admiración despierta.