¿Cuál es el mejor modo de elaborar una campaña pública contra la violencia de género? ¿Es más adecuado mostrar a víctimas reales, o resulta más sensible preservar su identidad con modelos? ¿Qué gesto puede ser más útil para las mujeres que estén siendo victimizadas por esa misma lacra: el dolor y la angustia, o la sonrisa que insufla esperanza? ¿La alegría es frívola o es edificante? ¿Es de recibo seguir llamando, en pleno 2019, “malos tratos” a la “violencia machista”?

Esas son algunas de las preguntas que se han planteado esta semana, tras la polémica por la campaña de la Junta de Andalucía, la primera promovida por PP y Ciudadanos. Las críticas se sustentan en que los rostros de las mujeres que aparecen en las fotografías no pertenecen a víctimas de la violencia machista: son modelos extranjeras y están sacadas de un banco de imágenes. El PSOE de Aragón, sin embargo, hizo lo propio en 2017.

Cabe plantearse qué reflejo ha dado la cultura de esta problemática: el paradigma musical lo encontramos en la canción Ella, de la artista Bebe, que en 2004 se convirtió en un himno feminista, poderoso y revitalizante contra el miedo y la anulación que imponen los agresores. Un tema luminoso, ilusionante, una coplilla acerca de la vida que se reinaugura después del dolor. Habla de reencontrarse con una misma, con la propia identidad. De levantar la cabeza. De recuperar el eje, el amor propio, el lugar en el mundo. “Ella se ha cansado de tirar la toalla, se va quitando poco a poco telarañas. No ha dormido esta noche, pero no está cansada. No miró ningún espejo, pero se siente tó’ guapa”, canta Bebe.

“Ella se ha puesto color en las pestañas, hoy le gusta su sonrisa, no se siente una extraña. Hoy sueña lo que quiere sin preocuparse por nada, hoy es una mujer que se da cuenta de su alma”. Estos versos adquirieron especial relieve porque el álbum al que pertenecen, Pafuera telarañas, fue publicado en 2004, el mismo año en el que se aprobó por unanimidad la Ley contra la Violencia de Género. Vendió más de un millón de copias y se convirtió en número uno en Europa y América. La reivindicación política lo fue también cultural. El “basta ya” comenzaba a impregnar todos los estratos de la sociedad.

El estribillo de Ella continúa igual de expectorante: “Hoy vas a descubrir que el mundo es sólo para ti, que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño. Hoy vas a comprender que el miedo se puede romper con un solo portazo. Hoy vas a hacer reír porque tus ojos se han cansado de ser llanto. Hoy vas a conseguir reírte hasta de ti y ver… que lo has logrado”.

Mujeres sonrientes (ante una nueva vida)

Apela también a la autosuficiencia: “Hoy vas a ser la mujer que te dé la gana ser. Hoy te vas a querer como nadie te ha sabido querer. Hoy vas a mirar pa’lante, que pa’trás ya te dolió bastante. Una mujer valiente. Una mujer sonriente. ¡Mira cómo pasa, já!”. Con esta canción, Bebe recuerda que hay que renunciar por fin a ser “la mujer perfecta que esperaban”. Invita a “romper las normas marcadas”, a “ponerte tacones para hacer sonar tus pasos” y, muy especialmente, a reivindicar el propio camino y a asumir que “tu vida nunca más será un fracaso”.

El videoclip resultó igual de inspirador: abría con Bebe sobre un fondo blanco, pero enseguida el plano intercalaba diferentes mujeres que entonaban la canción mirando, desafiantes y felices, a cámara. Sonriendo con los ojos y con la boca. Distintos físicos, distintas generaciones, distintos estilos. Rastas, pircings, cabellos blancos, teñidos, rebeldes, infantiles. Pieles de todos los colores. Hembras en pie, de la niña a la abuela. Madres con sus bebés. Ella era un himno para todas, y suponía, como la propia compositora explicó en su día, la continuación de Malo, su primer sencillo.

'Malo': contra la violencia machista

Malo apelaba directamente al maltratador. Bebe lo escribió una tarde de verano, después de ver el telediario: ese día las noticias alertaban de cuatro asesinatos recientes de mujeres a manos de sus parejas, víctimas de la violencia machista. Ella misma había padecido un caso cercano: el de su tía. “Tu carita de niño guapo se la ha ido comiendo el tiempo por tus venas, y tu inseguridad machista se refleja cada día en mis lagrimitas”, cantaba.

“Una vez más no por favor, que estoy cansada y no puedo con el corazón. Una vez más, no, mi amor, por favor, no grites, que los niños duermen”. En el estribillo, de nuevo, se crecía y se enfrentaba al agresor: “Voy a volverme como el fuego, voy a quemar tu puño de acero, y del morado de mis mejillas saldrá el valor pa’ cobrarme las heridas. Malo, malo, malo eres, no se daña a quien se quiere. Tonto, tonto eres, no te pienses mejor que las mujeres”.

Hay versos duros, como “cada vez que me dices ‘puta’ se hace tu cerebro más pequeño”. O: “Eres débil y eres malo, no te pienses mejor que yo ni que nadie”. Ambas canciones hablaban juntas: Malo se rebelaba contra el hombre maltratador. Era una canción de defensa, de afrenta. Después, el siguiente sencillo, Ella, retrataba la reconciliación de la mujer consigo misma. La vida después del pánico. La búsqueda de la felicidad.