Donde Brisa Fenoy pisa, aparece la grieta que rompe el sistema: la artista es una incomprendida en los grandes circuitos -en las grandes plataformas capitalistas- por su condición de activista, de mujer con conciencia social, de cantante que entiende que hoy la bondad es un acto revolucionario. Su trabajo habla por ella: en Ella peleaba contra el rol de la mujer objeto y la sumisión; en Jericó se enfrentaba a los 14 kilómetros que hay entre España y Marruecos -“Si tenemos el mismo cuerpo, por qué no la misma casa”- y en Lo malo, la canción que adaptó con Lluis Mosquera como candidata a Eurovisión -en las voces de Aitana y Ana Guerra- sacudió el género latino de toda misoginia.

No la entienden: cuando pisó por primera vez Operación Triunfo con su “no más fingir, no más servir, la noche es pa’ mí, no es de otro”, hasta Ana Guerra y Aitana se sintieron incómodas con el hit: les parecía frívolo, vulgar. Pensaban que cantar en serio era entonar una balada. Explicaron que no les encajaba “ese estilo” y propusieron cambios en la letra. Sin embargo, el tiempo le dio la razón a Brisa, porque ninguna de las dos concursantes de OT ha vuelto a pegar tan fuerte con un tema como con ese, que recorrió toda Europa con la velocidad de un virus de poderío, descaro y feminismo.

Los emblemas de la canción -como “pa’ mala yo” o “yo decido el cuándo, el dónde y con quién”- llegaron hasta la manifestación del 8-M pasando por la cabeza y la garganta de miles de jóvenes e insuflando un mensaje de autosuficiencia femenina que desgraciadamente aún no sobra en la sociedad moderna. De ella dependió la mejor banda sonora que OT ha tenido nunca: su mayor salto fuera de la pantalla, su vía para colarse en los bares, en los bailes, en las fiestas. 

Contaba Brisa a este periódico que le preocupaba que “las chicas estén adoptando conductas muy parecidas a las de los hombres”: “Por ejemplo, hay rasgos machistas en el hombre como querer enseñar el cuerpo todo el rato, o ponerse chulo, o decir palabrotas… y eso lo están adoptando las chicas. Creo que tenemos que buscar un punto común, la mejor parte de ambos, hombres y mujeres. Siempre hay que tener presentes los valores del respeto. Y el respeto se pierde un poco con eso de "eh, si me pones los cuernos yo a ti también, porque soy una bitch”.

Contra la rueda de la industria

En su canción Tres minutos pelea lo contrario a la fama, al éxito: “Creo que tenemos que recuperar la humildad, la ingenuidad. La sociedad nos invita a ser malotes, a engordar el ego, a ponernos máscaras… y yo propongo lo contrario. Porque el ritmo de vida de los artistas, o de los grandes magnates, de la gente que triunfa en el capitalismo… esa no es la felicidad. Es mucho más feliz la gente de abajo, mil veces más feliz”, contó a EL ESPAÑOL.

Ahora ha vuelto a liarla, de nuevo sin querer: se confirma que las plataformas voraces no son lo suyo. Anoche, en la gala más polémica de OT, Fenoy apareció como colaboradora estrella del jurado. “No sé bien qué hago aquí, pero juzgaré lo mejor que pueda”, sonrió. Fue decirlo y los mecanismos subterráneos del boicot se activaron. Posó Brisa para una foto del programa y las redes sociales oficiales la compartieron, con tan mala suerte que en la mesa, bajo su codo, podían leerse unos papeles en los que se veían los veredictos del jurado. Antes de que sucedieran siquiera las actuaciones, claro. Un tongazo de libro.

El público del programa se ha rebelado contra la infamia y le ha puesto la cruz a la organización y a su falsa democracia y transparencia, más flagrante aún teniendo en cuenta su márketing buenista y progresista que siempre hace bandera de la honestidad y de la diversidad. OT se derrumba: cada vez es más obvio que está acabado. La que sólo nace es Brisa, que hoy jueves da un concierto en la Sala Changó. No ha vuelto a hacer declaraciones al respecto y no importa: todo lo que ella toca se vuelve destroyer.