Para aquellos y aquellas amantes de la lectura, no hay nada más maravilloso que tener tiempo libre en vacaciones para devorar todos los libros pendientes de ser leídos. Si eres un lector voraz o sencillamente quieres conocer algunas de las últimas novedades más interesantes, no te puedes perder estas tres óperas primas de tres jóvenes autoras que vienen pisando fuerte en el mundo literario. 
Tres historias distintas, pero todas ellas con una calidad y un halo único que solo se encuentra en esas primeras novelas. Los nombres propios (Editorial Sexto Piso) de Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990), El parisino (Anagrama) de Isabella Hammad (Londres, 1992) y Agathe de Anne Cathrine Bomann (Copenhague) son las tres joyas que no pueden faltar en tu mochila, ya seas más de mar o de montaña. 

Los nombres propios

Con esta primera novela, la madrileña Marta Jiménez Serrano se lanza a la piscina para ofrecernos una obra perfecta para aquellos que se sientan un poco perdidos y que quieran averiguar quiénes son realmente. 
Marta es la protagonista de esta historia, aunque mucho se ha comentado que podría tratarse de un alter ego de la propia autora. Sea como fuere, recorremos junto a ella algunas de las etapas más cruciales de la vida. Comenzando con la infancia, para después llegar a la adolescencia, la etapa universitaria y la madurez. 

Portada de ‘Los nombres propios’, de Marta Jiménez Serrano. Editorial Sexto Piso

Durante la primera parte del libro conocemos la historia a través de una voz en off llamada Belaundia Fu, que en segunda persona nos presenta a la protagonista y sus historias, pero que también le invita a reflexionar sobre su situación como si de una amiga invisible se tratase. Pero cuando Marta ya ha cumplido veintidós, cuando ya se ha licenciado, cuando está empezando a tomar las decisiones que van a marcar el resto de su vida, ¿qué hace aún ahí Belaundia Fu?
En Los nombres propios se explora la identidad y la relación que establecemos con el mundo que nos rodea, así Marta Jiménez Serrano reflexiona acerca de cómo llegamos a convertirnos en quiénes somos y la importancia de nombrar aquello que nos importa.

El parisino

Con El parisino, la joven Isabella Hammad quiere contarnos una historia de amor. Pero lejos de quedarse en este género literario lleno de romanticismo, apuesta por una metáfora que une al amor con la propia geografía en conflicto desde las Cruzadas. 
Un enfoque novedoso que nos traslada hasta 1914, a comienzos de la Primera Guerra Mundial, cuando los países árabes de Oriente Medio no existían aún. Jerusalén y Damasco pertenecen al Imperio otomano. Es entonces cuando el palestino Midhat viaja a Francia para estudiar medicina y se enamora de la hija de su anfitrión francés.
Durante una conversación, se produce un malentendido y el joven se va a París, donde participa en polémicas, seduce a mujeres y estudia en la Sorbona. Tras el fin de la guerra europea, Midhat vuelve a Palestina, pero el paso del tiempo no ha borrado el amor entre los amantes.

Portada del libro 'El parisino', de Isabella Hammad. Anagrama

Mientras tanto, Francia y Gran Bretaña se reparten el control de Oriente Medio, para contener las reivindicaciones árabes inventan países como Irak, Líbano, Jordania, Palestina y Siria, y facilitan la inmigración de miles de judíos, que se van apoderando del suelo palestino. Como Midhat no pudo recibir las cartas de la parisina se ha casado y ahora tiene un comercio de telas.

Lo que parece una vida normal se ve truncada cuando encuentra la carta de la amada francesa, que había sido interceptada y escondida por su padre. Una carta que la autora convierte en la oportunidad occidental perdida. Los conflictos internos de Midhat se enmarcan en la huelga general de 1936, que señaló el inicio de la rebelión árabe contra la inmigración judía y el imperialismo británico que la apoyaba.

Isabella Hammad recoge en El parisino la historia de un palestino afrancesado, mezclando los tres idiomas que se oían en Palestina en aquellos tiempos: el árabe, el francés y el inglés. Un auténtico viaje al pasado para evadirse en estos meses de verano.

Agathe

La soledad, los miedos, la empatía, las relaciones humanas y las segundas oportunidades son los ejes sobre los que gira la primera novela de Anne Cathrine Bomann, Agathe.

También está ubicada en París, pero esta vez en el año 1948, cuando un psiquiatra de setenta y un años, a punto de jubilarse, se dispone a recibir las últimas visitas que le ha concertado Madame Surrugue, su fiel secretaria durante más de tres décadas.

El anciano ha llevado una existencia metódica, rutinaria y aislada, sin abandonar nunca la casa de su infancia. Ha estado siempre tan encerrado en sí mismo y su mundo interior que ni siquiera conoce aspectos de la vida de su secretaria, con la que ha compartido largas jornadas con el paso de los años.

Portada del libro 'Agathe', de Anne Cathrine Bomann. Anagrama

Entre esas últimas visitas de su carrera, la fiel secretaria ha añadido una que no estaba programada: la de una mujer alemana llamada Agathe, con problemas psiquiátricos previos y una vida envuelta en misterio. Un encuentro que cambiará el rumbo del viejo psiquiatra y su forma de ser, estar y vivir en el mundo.

Lo más interesante de esta obra es ver cómo un hombre con muy poco interés por el mundo que le rodea, y que ha dejado de disfrutar de su trabajo comienza a una avanzada edad a cuestionarse el porqué de su existencia y a ver la posibilidad de un cambio en un destino que ya creía fijado. 

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