“Conozco mi suerte”, escribió Nietzsche. “Alguna vez irá unido a mi nombre al recuerdo de algo gigantesco: de una crisis como jamás la había habido en la tierra, de la más profunda colisión de conciencia, de una decisión tomada, mediante un conjunto, contra todo lo que hasta ese momento se había creído, exigido, santificado. Yo no soy un hombre, soy dinamita”. De ese pensamiento extrae su título ¡Soy dinamita! Una vida de Nietzsche (Ariel), una detallada biografía firmada por Sue Prideaux. Un libro que desmonta sus leyendas más oscuras: no fue antisemita, no fue nacionalista, no fue nihilista. Ah: tampoco se enamoró de su hermana ni de Wagner... o no exactamente, a pesar de desarrollar feroces relaciones tóxicas con los dos. Aquí algunas curiosidades del gran filósofo del siglo XIX: 

1. El pequeño ministro 

Señala la biógrafa Sue Prideaux que aunque no puede llegarse a una conclusión definitiva, “no hay duda de que la familia Nietzsche estaba afectada por una propensión a los trastornos neurológicos”. Cuenta que Nietzsche era, de niño, mucho más sensible a la música que a la palabra. Se trataba de un crío solemne, de pensamiento preciso y ojos miopes que no paraban des esforzarse en enfocar objetos físicos: “Siempre estuvo fuera del rebaño”. Los demás niños lo llamaban “el Pequeño Ministro” y se reían de él.

Su primera revelación filosófica fue a los 12 años, cuando se negó a asumir que la Santísima Trinidad estuviese formada por Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo. “Imaginé por mi cuenta algo distinto: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Demonio. Mi deducción era que Dios, pensando por sí mismo, creaba la segunda persona de la divinidad, pero que para ser capaz de pensar tenía que pensar en su contrario, y por tanto tenía que crearlo”. 

2. Relación tóxica con Wagner

“Mi juventud habría sido insoportable sin la música de Wagner”, escribió Nietzsche. El compositor siempre ejerció un hechizo extraño sobre él que derivó en una relación extrema y tóxica. Wagner aparece recurrentemente mencionado en los libros del filósofo, tanto como Cristo, Sócrates o Goethe. La influencia del músico fue tan fuerte para el joven intelectual que le llevó a sumirse en “una complicada red emocional de amores hetero y homosexuales reprimidos, anhelos y tensiones sociales”. A pesar de esos turbios tejidos intelectuales y cómplices que crearon, parece que su pasión no trascendió a lo físico.  

Muchos creen que lo que les separó fueron sus diferencias sobre la religiosidad del libreto del Parsifal de Wagner (así lo señaló Elisabeth, la hermana de Nietzsche), pero en realidad fue por una correspondencia que nunca debió salir a la luz: ahí el compositor dijo al doctor Eiser que pensaba que la masturbación estaba causando graves problemas oculares a Nietzche. Era, por entonces, una creencia muy extendida. Wagner andaba preocupado y repetía una y otra vez que Nietzsche tenía que casarse, es decir, “normalizar su vida sexual”. 

3. ¿Incesto con su hermana Elisabeth?

Lo que la biógrafa desmonta aquí es la tradicional creencia de que Nietzsche firmó un libro llamado Mi hermana y yo. Falso, aunque mordisqueable narrativamente. La publicidad del libro rezaba así: “El chico que se crió en una casa llena de mujeres sin hombre. La extraña relación entre Nietzsche y su hermana, acallada durante 50 años y revelada por fin en la confesión del propio filósofo. La historia de un hermano famoso y una hermana pequeña aterradoramente ambiciosa que crecieron amándose físicamente desde niños y siguieron amándose de adultos, excluyendo a todos los demás hombres y mujeres (…) El mayor filósofo del siglo XIX relata cómo cayó poco a poco en la trampa amorosa extremadamente arriesgada, que le impidió casarse y llevó al suicidio al marido de su hermana”. 

El relato, a juicio de la biógrafa, es “abominable”, y comienza con Elisabeth metiéndose en la cama de Nietzsche y procediendo a la “aplicación de sus pequeños y regordetes dedos”: supuestamente este episodio habría tenido lugar en la noche de la muerte de su hermano pequeño Joseph. Sue Prideaux señala que es imposible, entre otras cosas, porque en ese momento Elisabeth tenía dos años y Nietzsche cuatro.

El hombre que propulsó esta historia irreal fue el editor y librero Samuel Roth, un tipo conocido por airear sin permiso la vida sexual de diversos autores, ya fuese verídica o imaginaria. De hecho, Hemingway, Thomas Mann, Hamsun, Eliot o Einstein, entre otros, llegaron a denunciarle colectivamente mediante una misiva encendida. 

4. Gusto por las mujeres

Nietzsche aseguraba que “la cualidad más importante (después del dinero) en una esposa es que fuera una mujer con la que pudiera mantener una conversación inteligente en la vejez”. Durante un tiempo le puso ojitos a Nataile Herzen, judía-rusa e hija del viudo Alexander Herzan. Sin embargo, aunque era notablemente inteligente, no era rica. Algo fallaba. “Cuesta imaginar a Nietzsche planteándose el matrimonio con algo que no fuera pánico”, escribe la biógrafa. 

5. Locura

Nietzsche creía que la única manera de liberarse era “mediante un pavoroso ayudante: casi por todas partes fue la locura la que allanó el camino para la idea nueva, la que puso fin al hechizo de una costumbre o superstición veneradas”: “¿Entendéis por qué tuvo que ser la locura la que lo hizo? (…) ¿Dirán algún dia de nosotros que también, navegando hacia el oeste esperábamos llegar a unas Indias, pero que nuestro destino fue naufragar estrellándonos contra el infinito? ¿O no, hermanos míos? ¿O no?”. Ahí uno de sus cierres más épicos. 

6. Su mala fama nazi

La biógrafa apunta lo injusto de la leyenda nazi que ha caído sobre Nietzsche. Se refiere a sus palabras en La genealogía de la moral. “Seguramente Nietzsche debe su mala reputación a esos escritos (…) como si el superhombre ario de Nietzsche prefigurase las leyes raciales de Hitler de 1935 de la sangre y el honor alemanes. Pero eso es una tergiversación grotesca. Hay cinco menciones a la bestia rubia y tres pasajes sobre ella en el texto de Nietzsche y ninguno de ellos tiene nada que ver con la clasificación racial, ni, mucho menos, con la idea de una raza superior”. 

Insiste en que él nunca defendió a la “bestia rubia” como “representante de la raza superior alemana impulsada por la voluntad de poder para aplastar a la humanidad bajo el dominio de su bota: “: “Sin embargo, no cabe duda de que contienen elementos nocivos que podrían desarrollarse en incitaciones al racismo y el totalitarismo”, concede, finalmente. 

7. ¿Y la culpa? De su hermana

Fue Elisabeth la responsable de que el Archivo de nacionalsocialistas impregnase su filosofía de partido con las ideas de Nietzsche. Ella era la auténtica nazi. Tanto fue así que, a su muerte, el mismísimo Adolf Hitler acudió a despedirla por su gran labor.