Puede parecer que cuando un autor consigue el premio Nobel de literatura nada está ya fuera de su alcance, pero John M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), que lo logró en 2003, tiene una espinita clavada. A él le hubiera gustado que dos de sus últimos libros, La infancia de Jesús y Los días de Jesús en la escuela (Literatura Random House 2013 y 2017) se hubieran publicado sin título, sin ningún tipo de etiquetado, tal y como venden las cajetillas de tabaco en uno de los dos países donde el escritor tiene casa, Australia. 

"Eso no se puede en el mundo en el que vivimos", contestó a su editora en castellano, Soledad Constantini, quien le dirigió en una charla titulada Las literaturas del sur en la que se habló este sábado de todo menos de eso. El auditorio del Espacio Fundación Telefónica estaba lleno y la cola para que el autor -cansado- firmara ejemplares duró más de una hora

La pregunta que dio lugar a la formulación de este deseo no cumplido era si se sentía un escritor cristiano, algo que el Nobel dejó claro: "Sin ser creyente en ningún sentido sí que me he sentido influido por el pensamiento cristiano y siempre he estado interesado en lo que dice Jesús en los evangelios que, por cierto, encuentro muy difíciles de interpretar". Coetzee comentó que fue educado en colegios católicos, pero con unos padres que "sin ser ateos, no iban a misa porque no encontraban relevante la religión". Pero una película cambió las cosas. El evangelio según San Mateo (Pier Paolo Pasolini, 1964), que vio por primera vez en su veintena y después "una y otra vez" le dejaron muy clara su intriga por la vida y la muerte de Jesús. 

Primero en español, luego en inglés

Así, no es extraño el título de su nueva novela, Siete cuentos morales (Literatura Random House, 2018), que tiene una peculiaridad: su traducción -de la argentina Elena Marengo, que ya ha traducido otras obras suyas- se ha publicado antes que la obra original. El libro se puede leer desde este mes en español, pero no en inglés. Es algo que el Nobel ha hecho "a propósito" y ha explicado cómo ha ido evolucionando su carrera literaria para llegar a este paso. 

Hace cinco décadas, cuando empezó a escribir, su mayor ilusión era "publicar en Londres y, sobre todo, en Nueva York", pero ahora ha "perdido interés" en como se reciben sus libros en un país (EEUU) en el que pasó años felices, pero que le empezó a decepcionar sobre todo en el Gobierno de George Bush Jr. En Inglaterra, comenta, se siente alienado. 

Antes de dar este paso, Coetzee ya estaba "muy pendiente" de las traducciones de sus libros a otros idiomas y encontrar a su editora en Argentina, Constantini -del sello el Hilo de Ariadna que publicó el libro en su país en marzo- fue el detonante para invertir el orden natural de las cosas. "Hay que dejar al norte esperar", afirma. 

El autor habló también del inglés, idioma con el que tiene una relación "complicada de definir" y del que teme que se convierta en el lenguaje universal, algo que ya está sucediendo por la globalización. "Si usas un lenguaje particular, acoges un punto de vista particular asociado a dicho idioma", ha reflexionado. 

De nuevo, Elizabeth Costello

Definida habitualmente como el alter ego femenino de Coetzee, la novelista australiana Elizabeth Costello protagoniza estos nuevos cuentos morales, después de darse a conocer en el libro que lleva su título por nombre. "Hace años le preguntaron a un amigo cómo era ella como escritora", ha recordado el Nobel para intentar responder a la pregunta de si había cambiado desde que utilizó el personaje por primera vez, hace más de 20 años. 

Además de venirse a vivir a España -a un pueblo de la meseta castellana donde cenan "alubias y espinacas" y en el que sus vecinos le critican por dar de comer todos los gatos callejeros, Costello ha experimentado cosas normales a su edad, como que sus hijos le intenten convencer -por el momento, sin éxito- de irse a vivir a una residencia. "No he tenido siempre el control sobre ella, pide entrar al mundo real y se aparece", ha explicado Coetzee, aclarando después que hablaba metafóricamente. "¿Dónde debemos posicionarnos, con ella o con sus hijos?", le ha espetado Constatin. Y el Nobel ha sido sincero:"En principio, diría que con ella, pero no me puedo fiar de mi opinión, porque yo mismo soy una persona que puedo estar cerca de necesitar ese tipo de cuidados, que me parece una vida miserable, pero quizás los hijos tengan razón".

La charla ha pasado de puntillas por la política -aunque está ha estado presente en toda la charla de forma discreta-, pero Coetzee ha subrayado su simpatía con la izquierda, aunque también ha reseñado que las crisis que definimos como políticas suelen ser "morales, pero coloreadas por la política". "Pienso lo mismo que Elizabeth Costello", ha destacado con rostro muy serio.

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