El escritor Rafael Reig regresa con la novela 'Para morir iguales' (Tusquets) con la que vuelve a mirar al periodo de la Transición española --ya lo hizo con 'Un árbol caído'-- y en la que defiende la importancia de la escritura "en tiempos totalitarios del sentido común", donde el escritor "debe incomodar". "El escritor tiene que decir lo que nadie quiere oír, ser una especie de Pepito Grillo y viejo cascarrabias, porque para consolar a la gente ya están las compañías de móviles. No puedes escribir para complacer, si te empiezan a dar el Premio Cervantes es que has hecho algo mal", ha ironizado en una entrevista con Europa Press el autor.

Reig ha aludido a la diferencia de libertad de expresión que había en el periodo que aborda, la Transición, con respecto a nuestros días. "Recuerdo los Gobiernos en minoría de Adolfo Suárez, con ellos hoy los juzgados no pararían: se decían de todo, incluso cosas insultantes. Cada vez hay más consenso y nadie discute, pero para pensar hay que correr el riesgo de no tener razón", ha recordado el escritor asturiano.

Para Reig, en la actualidad hay "un derecho a llamarse a agravio que ya forma parte de los derechos fundamentales de cualquiera". "En este sentido, yo defiendo a los clásicos cuando decían que hay que respetar a las personas, pero sus ideas y creencias ni de coña, porque pueden ser una auténtica chorrada", ha comentado. No obstante, no cree que una de las soluciones para cambiar este predominio del 'buenismo' en el pensamiento sea la de la educación. "Es que yo no tengo fe en la educación, sino en la instrucción. Si te dan mensajes al final están moldeando tu cerebro: a mi denme instrucción que ya pensaré luego lo que me dé la gana", ha añadido.

En 'Para morir iguales', Pedrito Ochoa recuerda su paso por un internado de niños huérfanos y cómo al legar a la madurez y con una nueva familia adoptante, decide dejarse caer en brazos del conocido como 'capitalismo popular' en el que el dinero ayudará a una joven generación a transformar un país. El escritor ha reiterado que la Transición, pese a que tuvo "muchas cosas buenas", estableció la "dictadura del consenso". "Fue un período que instauró el temido sentido común que, por ejemplo, nos llevó a votar 'sí' a la OTAN o que implantó el grado cero de la moral: el egoísmo. Nos vendimos a un espejismo de dinero", ha lamentado.

La respuesta, la infancia

Precisamente, el autor pone el foco en esa mirada al 'yo' muy común en esta generación y que a él le resulta "una cosa reaccionaria". "Lo importante es dejar de plantearse tanto quién es uno y comprender más a los demás", ha reivindicado Reig, quien reconoce que quizás por ello habla en muchos de sus libros de la infancia, donde encuentra respuestas. "En la infancia las cosas pasaban de verdad y solo interesaba aquello que realmente importa: el sexo, el lenguaje... no se ocupan de tonterías. Eso deberíamos replantearnos cuando nos hacemos adultos, porque en realidad, ¿a mi qué me importa el máster de Cristina Cifuentes? Nada", ha señalado.

Junto a este periodo de la vida, otra parte importante de las páginas de la novela la ocupa la muerte, algo que no le "quita el sueño" a Reig. "Deberíamos pensar más en ella porque es la única expectativa a largo plazo que se va a cumplir, pero a mi me preocupan más el dolor y el sufrimiento: quiero morir en mi casa de una sobredosis de analgésicos, a ser posible escuchando rancheras y con whisky y tabaco. Una muerte muy humana", ha apuntado.