En el techo del cipotudismo está ese tipo que mantiene y reproduce los esquemas patriarcales de toda la vida, y que está construyendo todo un discurso legitimador de su reacción frente al progresivo avance femenino. La movilización del cipotudo convencido es contra el feminismo, los colectivos de mujeres y contra cualquier propuesta que incida en la igualdad de género. “El género es para ese varón una ideología”, asegura Octavio Salazar, que acaba de lanzar un ensayo breve que invita al hombre a sumarse a la revolución feminista: El hombre que no deberíamos ser, publicado por Planeta. Es “la revolución masculina que tantas mujeres llevan siglos esperando”.

El panfleto que llama a la movilización dibuja ocho tipos de hombres imperantes en la sociedad de la desigualdad: el hombre poderoso, el hombre ausente, el hombre violento, el hombre dominante, el hombre depredador, el hombre precario, el hombre esclavo, el hombre invulnerable. Y aporta diez claves para la revolución masculina ante el hombre que no deberíamos ser. Porque la lucha del feminismo no es contra el hombre, sino contra el patriarcado (dice la Nobel de Literatura Toni Morrison).

“Es urgente que los sujetos que nacemos como varones, y a los que este simple hecho biológico nos continúa situando en una posición privilegiada, empecemos a asumir una serie de retos desde los que transformarnos y transformar la realidad en la que vivimos”, explica Salazar antes de lanzar el decálogo para un proyecto de nueva subjetividad masculina para disfrutar de un mayor grado de bienestar “y, por qué no, de felicidad”. Aquí el decálogo del nuevo hombre:

1 / Los hombres no deberíamos seguir gozando de manera acrítica de nuestros privilegios. Deberíamos transformar las estructuras de poder que mantienen a las mujeres en una posición subordinada.

2 / Los hombres no deberíamos estar ausentes en lo privado; deberíamos ser agentes corresponsables en el ámbito doméstico y familiar.

3 / Los hombres no deberíamos creernos seres omnipotentes; deberíamos ser cuidadores y asumir la necesidad de los otros y las otras para sobrevivir.

4 / Los hombres no deberíamos huir de lo femenino; deberíamos asumir y valorar la ternura de nuestra vulnerabilidad.

5 / Los hombres no deberíamos monopolizar el poder, el prestigio y la autoridad; deberíamos ejercerlo de manera partidaria con la mitad con la mitad femenina de la ciudadanía.

6 / Los hombres no deberíamos reproducir los métodos y las palabras patriarcales; deberíamos transformar las maneras de entender y gestionar lo público.

7 / Los hombres no deberíamos ser el centro y la única referencia de la cultura, la ciencia y el pensamiento; deberíamos compartir paritariamente con las mujeres los saberes y la construcción de los imaginarios colectivos.

8 / Los hombres no deberíamos ser cómplices de las violencias machistas ni de instituciones patriarcales como la prostitución; deberíamos ser radicalmente militantes contra la desigualdad, la violencia y la explotación de las mujeres.

9 / Los hombres no deberíamos ser héroes románticos ni depredadores sexuales; deberíamos educarnos para una afectividad y una sexualidad basada en el reconocimiento de neustra pareja como un ser equivalente y, por tanto, en la reciprocidad.

10 / Los hombres no deberíamos seguir legitimando y prorrogando el orden patriarcal y el machismo como ideología que lo sustenta; deberíamos convertirnos en hombres feministas.

Con la nueva política se esperaba la llegada, entre otras cosas, de un nuevo liderazgo. Pero: “Lo que sí parece evidente es que en la mayoría de ellos apenas se han modificado los esquemas patriarcales. Y no sólo porque los liderazgos sigan teniendo mayoritariamente rostro masculino, sino también porque continúan reproduciendo modos, métodos y lenguajes que en nada se diferencian de los partidos más clásicos”, apunta Octavio Salazar, Doctor en Derecho, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba y miembro de la Red Feminista de Derecho Constitucional. La nueva política no se ha liberado del protagonismo del “macho hegemónico”.

¿Cuáles son las características de la política cipotuda que emplean los líderes de los principales partidos políticos? “La prepotencia, la ambición desmedida, el ansia de protagonismo, la violencia en las formas y en el lenguaje, la escasez de contenidos emocionales o una cierta chulería innata en quien se cree que está ocupando el lugar que naturalmente le corresponde”. El diagnóstico de los representantes de todos los españoles es mortal.