Hay que ganar mucho dinero para ser escritor o escritora. Aunque también está la vía barata, la del entusiasmo. Esa es la opción favorita del sistema, que prefiere pagar con trabajo antes que con dinero. El paro y la explotación también han herido de muerte a la cultura, donde el entusiasmo es utilizado para aplazar el pago de los servicios y prorrogar la promesa de mejores condiciones laborales para el futuro. Así es la vida permanentemente pospuesta y así la cuenta Remedios Zafra (Córdoba, 1973) en El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, Premio Anagrama de Ensayo, en el que aclara que el poder de la creación sale gratis a las grandes industrias de la comunicación. La pasión es el premio de los pobres, cuyo entusiasmo aleja el futuro de sus carreras como trabajadores culturales.

“En algún momento de nuestra historia hablar de dinero cuando uno escribe, pinta, compone una obra o crea se hizo de mal gusto”, escribe la autora, para aclarar que con el ejercicio creativo ya se supone suficiente. El creador nunca ha sabido defender su obra, las instituciones tampoco han sabido defender a los creadores de los intereses que quieren hacerse con sus creaciones a coste cero. Y, por si fuera poco, decir “dinero” o “sueldo” es ensuciar otra palabra, más santa, “inspiración”. Al final, alimentar o comer en la cultura terminan divorciándose.

Los empresarios huelen el entusiasmo ajeno a la legua y saben cómo estrujarlo para servirse de él gratuitamente. Así han rellenado la fibra óptica que conecta a todo el mundo, con toneladas de entusiasmo fuera de nómina. Las industrias digitales nos han convertido en productores, han acabado con los intermediarios y todo a cambio de ser productores sin intermediarios. “Ahora el productor cultural difunde, distribuye, lo hace todo”. Uno ocupa el trabajo de todos o reforma laboral.

Pagar con vanidad

Esa es la base de este ensayo, en el que se niega a resaltar algún beneficio de la red sin resaltar el lado oscuro. “Nos pagan con vanidad que se agota”, cuenta a este periódico Zafra, que lamenta cómo las industrias han logrado sacarle rendimiento económico a la hipervisibilización constante.

¿Es el entusiasmo lo peor que le puede ocurrir a un creador cultural en la era digital? “El entusiasmo no es bueno o malo, pero sí la utilización de esta motivación para seguir manteniendo un sistema desigual. Eso es lo más perverso”, responde la autora. Remedios Zafra explica que el entusiasmo como exaltación que nos arrastra a la práctica creativa es necesaria. El entusiasmo es la gasolina de la práctica creativa. “Pero el capitalismo lo ha instrumentalizado para invertir menos y lograr más beneficios”.

Una masa de entusiastas precarios se devoran entre ellos por conseguir las migajas que el sistema les ha dejado, dispuestos a cumplir con sus oportunidades. “Hay un excedente de productores culturales, neutralizados por los trabajos temporales que van encontrando. Se ha dibujado un escenario muy crítico”.

Demasiados creadores

“Antes eran muy pocos los que escribían para muchos. Podían vivir de ello. Pero ahora se ha unido la llegada de generaciones formadas, motivados con poder dedicarse a las prácticas creativas con el contexto en red, es decir, ahora somos muchos para compartir con muchos”. El mercado cultural está saturado de oferta. Zafra señala que han sido los nacidos en los años setenta los que, provenientes de entornos humildes, han aspirado e imaginado un trabajo creativo. Ese es el punto de partida de la masificación de productores.

Por si fuera poco, el valor que cuenta es el de la audiencia. Lo más valioso es lo más visto y eso trae sus consecuencias: “El creador cultural es menos libre en la era digital”. Remedios Zafra apunta que cada vez hay más artistas que orientan sus trabajos a “espectacularizar” en busca de audiencia. “Hay una serie de concesiones por la primacía del valor a lo más visto. Los ojos como nueva moneda”.

Porque ese espacio que para fue visto como público, es absolutamente privado. Son las industrias las que orientan y censuran las formas que consideran válidas o no. “Hay un dominio de estas empresas que crean valor y sentido, lo que se puede y no se puede ser visto”. Esos espacios cotidianos que habitamos con la esperanza de la libertad no son más que una trampa mortal para los creadores que aspiran a vivir de su producto. Hasta que se dan cuenta de que ellos son el producto que la industria explota.