De estraperlo a postureo (Vox) es un ejercicio de memoria histórica que le habría hecho los ojos chiribitas a la mismísima María Moliner -la reina del 'troleo' a la RAE-, porque abraza el vocabulario sentimental de cinco generaciones y se la repampinfla la cátedra. Es el diccionario que democratiza a la choni y al hipster, al niño de la posguerra y al hijo del meme, a las chicas topolino y a la mágica masa quinqui. Hay cancha aquí para las queridas y las solteronas, para los hippies y los cuñados, para los fistros y los trols: qué hermosos todos, hermanados en un ensayo sin esnobismos.

Será que lo suyo es vivir, como decía Santiago Alba Rico, "con un pie en la calle y otro en los libros". El de la periodista Mar Abad -fundadora de Yorokobu- sabe de virginidad y poliamor, de chachachá y de bakalao, de posverdades y otros postureos. ¡Sabe hasta que Franco era un compulsivo bebedor de refrescos, el primer pagafantas patrio! Lo empapa todo de cultura popular y de contexto. Es como un álbum de fotos lingüístico en el que uno se sorprende empleando las palabras de su abuela, acumulando anillos como el tronco de un roble gracias a la herencia familiar de la lengua.

Historia de España, aquí, que tomen nota los académicos: la Generación silenciosa, los baby boomers, la Generación X, los milenials y la Generación Z. Ya estamos todos. Mírate dentro, tu vocabulario te delata. Y mira hacia atrás: ¿no sería sabio recuperar el 'guateque' y el 'botarate'?