A estas alturas, sería inocente creer que la saga de Harry Potter no trasciende de una simple obra de fantasía destinada al público infantil y adolescente. Y no sólo en términos comerciales. Esquivando el parámetro capitalista -y obviando el narrativo, con su creación de un universo complejísimo-, J. K. Rowling plantea en sus libros preguntas desafiantes, hondas, filosóficas. Las pillen o no sus lectores, el poso queda. ¿Las personas tienen alma? Y si es así, ¿qué relación guarda esta con el cuerpo? ¿Es el amor, como dice la autora, la magia más poderosa de todas? ¿Sería ético usar una poción amorosa? ¿Dumbledore es gay?

¿Algo puede ser real aunque sólo exista en nuestra cabeza? ¿Es inevitable que el poder corrompa? ¿Es verdad, como dice Kingsley Shacklebolt, que "todas las vidas humanas tienen el mismo valor"? ¿Qué podemos aprender de un personaje tan fascinante como Snape sobre los prejuicios y la posibilidad de redención? Oigan: ¿Harry Potter es feminista? ¿Y patriota?

¿Es verdad, como dice Kingsley Shacklebolt, que "todas las vidas humanas tienen el mismo valor"? ¿Qué podemos aprender de un personaje tan fascinante como Snape sobre los prejuicios y la posibilidad de redención?

A todas estas preguntas da respuesta Gregory Bassham, responsable de la cátedra de Filosofía y profesor de Filosofía en el King's College de Wilkes-Barre (Pensilvania), además de coeditor de El Hobbit y la filosofía, El Señor de los Anillos y la filosofía, Crónicas de Narnia y la filosofía, y un largo etcétera. Ahora arremete -como no podía ser de otra manera- con Harry Potter y la filosofía, Hogwarts para muggles (Alianza), y pasa por su metafísico ojo de aguja cada una de las tramas de la historia, hasta las más rebuscadas, para darles una lectura elevada. Ficción -ahí estaba la gracia- al servicio del espíritu crítico colectivo.

Patriotismo y comunitarismo

Es interesante cómo señala Basshman que el patriotismo en Harry Potter arranca en el primer año en Hogwarts, cuando el Sombrero Seleccionador te asigna una de las cuatro "casas": Gryffindor, Slytherin, Hufflepuff o Ravenclaw. Pero, ¿es esto una virtud o un vicio? Sus principales peligros, señala el autor, es que "promueve la idea injustificada de que nosotros somos mejores que ellos, puede inducir al imperialismo económico y tal vez impida una acción conjunta en situaciones en las que es crucial dejar a un lado las fronteras para resolver problemas que nos afectan a todos". Si estamos de acuerdo en que todas las personas importan lo mismo, ¿de qué sirve el patriotismo, o cómo se manifiesta en Harry Potter?

Harry Potter y la piedra filosofal.

"Ser un miembro fiel y patriota de un grupo no implica ver a los miembros de nuestro grupo como superiores al resto de la gente. Esa es la diferencia entre el patriotismo de un Gryffindor y el fanatismo de un Slytherin", apunta. Pero hay más matices. El "comunitarismo" -como se le conoce en filosofía política-, que a priori puede resultar beneficioso porque forma parte de nuestra identidad, se pervierte cuando se convierte en cerrazón.

"Está claro que los mortífagos piensan que, para prosperar como mago -con todos los lujos que ello conlleva- hace falta ser miembro de una comunidad que ellos piensan que hay que mantener pura y sin diluir". Teniendo en cuenta estos puntos, no podemos decir que Harry Potter sea patriota. Menos cuando, a pesar de la competencia sana, comparte la Copa de los Tres Magos con Cedic Diggory -que era de Hufflepuff-, elección decisiva en la trama.

El patriotismo, según la filósofa Martha Nussbaum, está justificado "mientras que sirva a los intereses de toda la gente y siempre que el precio de nuestra prosperidad no suponga el sufrimiento de terceros". También en Ron se ven sus consecuencias perniciosas cuando discute con Hermione y la acusa de ayudar a Viktor Krum a resolver el enigma del huevo -segunda prueba del Torneo-: "¡Se supone que la finalidad del torneo es conocer magos extranjeros y hacer amistad con ellos!", repuso Hermione con voz chillona. "¡No, no lo es!, gritó Ron. "¡La finalidad es ganar!". Por tanto, según la visión del autor del ensayo, Harry Potter no es patriota, es cosmopolita, que es "un punto de vista que iguala el valor moral de todas las personas".

El patriotismo, según la filósofa Martha Nussbaum, está justificado "mientras que sirva a los intereses de toda la gente y siempre que el precio de nuestra prosperidad no suponga el sufrimiento de terceros"

Y lo defiende así: "Cuando pensamos en cómo Harry fue capaz de derrotar a Voldemort, vemos que buena parte de su éxito se debió a su capacidad de moverse entre culturas y su disposición a trabajar con gente de distintos grupos étnicos: tiene amigos sangre pura, como Ron, o de origen muggle, como Hermione, le habla a las serpientes, trabaja con centauros y duendes e incluso se hace amigo de un elfo doméstico, un hipogrifo y un fénix".

Potter, feminista radical

Otra curiosa observación de Basshman es que "en el mundo de Rowling resuenan los valores del feminismo radical": "El autosacrificio y la bondad tienen recompensas inesperadas; el amor y la compasión superan a la avaricia y la ambición, sin esperar derrotarlas". Establece la diferencia entre el feminismo liberal y el radical y señala que el primero, que se remonta a escritos de Wollstonecraft, Taylor Mill y John Stuart Mill, sostiene la, en su día, controvertida idea de que las mujeres son personas, seres inteligentes y autónomos, y que deberían ser tratadas como tales. Aquí surge un problema: "el feminismo liberal da por hecho que 'persona' es un género neutro, pero el caso se que nuestro concepto de lo que significa 'persona' ha sido modelado por una sociedad cuya vida intelectual ha estado dominada durante mucho tiempo por los hombres'".

Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley.

La tesis del feminismo liberal podría triunfar en casos de éxito como los de Hermione y McGonagall –quienes, recibiendo las mismas oportunidades que los hombres, han alcanzado un elevado estatus social-. El feminismo radical, por su parte, sostiene que "la raíz de la opresión de las mujeres es el sistema de sexos o géneros, un conjunto de expectativas sociales que imprimen identidades en las personas de manera que la identidad sexual física de una persona determina su personalidad, así como los roles y trabajos que puede desempeñar".

En otras palabras, que "en una sociedad patriarcal, estas expectativas tienden a favorecer a los hombres y a quitarle el poder a las mujeres". Véanse, características tradicionalmente masculinas: control, independencia, individualismo, jerarquía, competitividad, hostilidad, razón. Y tradicionalmente femeninas: amor, interdependencia, comunidad, trabajo en equipo, cooperación, compasión, emoción.

Rowling asocia el bien a valores tradicionalmente considerados femeninos y el mal a valores tradicionalmente considerados masculinos

Según esta teoría, las decisiones y elecciones de Harry y sus compañeros dan la impresión de preferencia por lo femenino: bondad, altruismo, deseo por acercarse a los demás, responsabilidad. "Rowling asocia el bien a valores tradicionalmente considerados femeninos y el mal a valores tradicionalmente considerados masculinos". El amor, que adquiere una importancia fundamental en la trama -y se identifica, de nuevo tradicionalmente, como una característica femenina-, protege a Harry de la muerte. Es su capacidad de amar y de ser amado lo que le salva siempre.

Dumbledore, ¿gay?

Lo dijo J. K. Rowling en unas declaraciones y el revuelo fue tremendo. Después de mucha divagación filosófica -que pueden y deben encontrar en el libro- el autor viene a decir que es importante estudiar el tratamiento que hace Rowling de las minorías -Cho Chang es china, las hermanas Patil son indias y Lee Jordan es negro, sin hacer ninguna mención especial al respecto-. Sin embargo, es consciente de que hay que defenderlas: ahí está la cruzada de Hermione para la liberación de los elfos domésticos, la disposición de Tonks a casarse con Lupin a pesar de ser un hombre lobo y el persistente debate entre sangre sucia y sangre pura.

"El tratamiento literal limitado de los problemas de las minorías a lo largo del texto juega a favor de que Dumbledore sea gay, puesto que, de nuevo, explica en cierto modo por qué no hay ninguna mención explícita a este hecho en las más de 4.100 páginas de los libros que componen la saga", relata el autor. Hay que sumar a este hecho que el amor de Dumbledore por Grindelwald sí es importante para la trama: esa admiración por su brillantez, por su intelecto, igual que la terrible decepción. "Al presentar a Dumbledore como un personaje con el que los lectores se puedan identificar, Rowling consigue se sus lectores se vuelvan más tolerantes sin percatarse de ello".

Dumbledore.

Bassham sostiene que el concepto de alma de Rowling está más cerca de la visión sentimental de la misma, pero que también la combina con una metafísica que incorpora parte de las visión cartesiana [es decir, que cree que el alma es la capacidad lingüística y de pensamiento de nivel superior] y el alma como conciencia. Sin alma uno puede vivir, pero queda en estado vegetativo, como tras el Beso del Dementor. Un alma desgarrada quizá se pueda reparar mediante el arrepentimiento, según Los Secretos de las Artes Oscuras.

Un animago, como Sirius Black, no es ni hombre ni perro, es una tercera cosa, porque "como dijo Descartes, el cuerpo y la mente forman un todo"; y el destino, por su parte, es en Harry Potter un cúmulo de muchas casualidades para las que se requiere hasta intervencíon divina: "Se trata de un destino más sólido que un simple futuro inamovible". Y un largo etcétera. Ya lo ven: Harry Potter no era un cuento para niños.

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