Ser padre no es fácil. Uno sueña con que sus hijos vayan por un camino marcado para que, de forma instintiva, ellos escojan el opuesto. Quieren que sus chavales no repitan sus errores, sin darse cuenta de que en equivocarse está la diversión y el aprendizaje. Nadie tiene la fórmula exacta de la buena paternidad. Ni siquiera el mago más famoso de la historia. De nada valen cientos de conjuros y capas de invisibilidad para enfrentarse a un hijo rebelde. El que lo acaba de comprobar es Harry Potter, que en su nueva aventura lo vive en sus propias carnes. A falta de un retoño le han salido tres, todos con Ginny, la hermanísima de Ron, pero uno especialmente problemático: Albus Severus Potter, al que le puso el nombre de dos grandes magos y amigos perdidos por el camino.

La última vez que vimos (o leímos) a Harry Potter se encontraba en pleno Andén 9 ¾ despidiendo a sus hijos, que acudían a Hogwarts. El pequeño Albus estaba asustado por lo que se encontraría allí, pero Harry, acompañado por Ron y Hermione (que también habían tenido una niña), le tranquilizaba. Qué podía pasar si ya habían acabado con 'quien no debe ser nombrado' y la felicidad reinaba entre clases de hechizos y defensa de las artes oscuras. Muchos se quedaron con las ganas de saber qué ocurría a partir de ese momento, de regresar a la escuela de magia junto a los vástagos de Potter.

Harry Potter, Albus Severus y Ginny en la versión teatral.

J.K. Rowling, que cuida a sus fans tanto como a su bolsillo, decidió concederles el deseo e imaginar este futuro cercano. Cambiaría el medio. Se acabaron los libros. En su afán por tocar todos los palos -también ha escrito el guion de Animales Fantásticos y dónde encontrarlos- se lanzó al teatro con Harry Potter y el legado maldito. Con la ayuda de John Tiffany y Jack Thorne parió esta continuación que se estrenó el 30 de julio en el Palace Theatre de Londres y que tiene todas las localidades vendidas hasta mayo del año que viene.

La pottermanía sigue viva y las buenas críticas al espectáculo han alimentado más el hambre de sus seguidores. El problema radicaba en que sólo los británicos y aquellos que pudieran permitirse un viaje a Londres podrían disfrutar de las aventuras de los hijos del mago, así que la solución era fácil, editar el libreto de la obra. Ni siquiera se ha convertido en libro, el texto (que aquí ha publicado Salamandra) es la traslación exacta de lo que se ve en las tablas. Da lo mismo, El legado maldito sigue la senda de sus predecesoras y ha sido número uno entre los libros más vendidos desde su publicación.

Ron, Hermione y su hija Rose en la obra de teatro.

La acción comienza justo donde la dejamos, en ese andén 9 ¾ que vivía la despedida de Harry y Albus. Potter soñaba con que la escuela sería para su hijo lo mismo que para él, pero nada más lejano a la realidad. Albus es un niño retraído, al que la magia no se le da especialmente bien y tampoco hacer amistades. Ayuda poco que tu padre sea considerado un héroe y todo el mundo lo recuerde. Si a eso le sumas que el sombrero seleccionador te manda a Slytherin, la casa enemiga de los Potter, y de la que salió 'quién tu ya sabes', la tragedia se masca en el ambiente. Albus Severus rechaza el legado de su padre y se convierte en un rebelde. Su único apoyo lo encuentra en Scorpius, que para complicar la cosa es el hijo de Draco Malfoy, el archienemigo de Harry Potter.

Así que la paternidad se le tuerce al famoso mago, que ha abandonado la acción para ser un aburrido funcionario del Ministerio de Magia que dirige su amiga Hermione. Rowling utiliza esta continuación para hablar del legado paterno filial y de lo difícil de aceptarlo, así como de reconocer que los hijos no son prolongaciones de los padres. Eso sí, todo mezclado con varitas mágicas, escenas de acción imposibles, combates y nuevos enemigos. La magia vuelve 20 años después.

Draco y su hijo Scorpius en la obra de teatro.

Como Rowling es muy cuca, no se la juega del todo a darle el protagonismo a dos desconocidos, sino que llena de guiños toda la narración. Tanto en lugares que los fanáticos conocen, como en personajes. Voldemort, la profesora McGonagall, Draco Malfoy...todos hacen acto de presencia, además se las apaña para introducir un giratiempo (un artilugio que permite ir a épocas pasadas) en la trama y que así haya cameos de personajes que corrieron un trágico destino en las primeras novelas. Dumbledore, Snape o Cedric Diggory apelarán a la morriña del lector.

Si la ausencia de figuras paternas marcaba a Harry Potter, su sombra imponente es el centro de esta continuación que, de momento, no saltará a la gran pantalla, para eso ya están los animales fantásticos que llegarán a finales de este año y para los que Rowling ha anunciado cuatro secuelas. La chequera manda.

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