Lo señaló un estudio de la Universidad de Central Lancashire y la Universidad de Leeds, en Inglaterra: el 80% de las mujeres fingen orgasmos con cierto hábito. En España superan el 60%. Cuando las causas no llegan a su punto álgido -valga la obviedad-, se funda un día de reivindicación, de celebración de lo poco que quede; un día que es como apurar un vaso y pedir la siguiente. 8 de agosto, por qué no, tan malo o tan bueno como cualquier otro. Cerrar los ojos, dejarse ir, que se escuche sólo lo verdadero. Bautizar un día es como potenciarlo, provocar que pase, activar el mecanismo. Por eso, en el año 2006, por iniciativa del concejal brasileño Arimateio Dantas -que quería compensar las "deudas sexuales" de su mujer-, se empezó a llamar a este día el del Orgasmo Femenino. Día Mundial, ojo, apenas sin pretensiones. 

Se ha extendido la idea de que ellos y ellas pongan un poquito de ímpetu en traer hasta aquí, hasta tierra firme, el orgasmo de su pareja femenina. En Dinamarca, por ejemplo, hoy se rinde homenaje a las mujeres de distintas épocas que fueron en contra de los prejuicios y mandatos culturales. Las que pensaron en sí mismas como ser deseante -no sólo deseado- y exigieron el derecho a su propio placer. También en el estrato lírico se ha dedicado amplio espacio al nirvana femenino: ya dijo Ángel González que escribir un poema se parece a un orgasmo. Aquí diez alusiones literarias a la mujer que explora el fondo de sí misma.

1. César Vallejo - Pienso en tu sexo

Pienso en tu sexo.

Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,

ante el hijar maduro del día.

Palpo el botón de dicha, está en sazón.

Y muere un sentimiento antiguo

degenerado en seso.

-

Pienso en tu sexo, surco más prolífico

y armonioso que el vientre de la sombra,

aunque la muerte concibe y pare

de Dios mismo.

Oh Conciencia,

pienso, si, en el bruto libre

que goza donde quiere, donde puede.

-

Oh escándalo de miel de los crepúsculos.

Oh estruendo mudo.

César Vallejo en 1929.

2. Leopoldo María Panero - Diario de un seductor

No es tu sexo lo que en tu sexo busco

sino ensuciar tu alma:

desflorar

con todo el barro de la vida

lo que aún no ha vivido.

3. Neruda - Agua sexual

Rodando a goterones solos,

a gotas como dientes,

a espesos goterones de mermelada y sangre,

rodando a goterones,

cae el agua,

como una espada en gotas,

como un desgarrador río de vidrio,

cae mordiendo,

golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del

alma,

rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro.

-

Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto,

un líquido, un sudor, un aceite sin nombre,

un movimiento agudo,

haciéndose, espesándose,

cae el agua,

a goterones lentos,

hacia su mar, hacia su seco océano,

hacia su ola sin agua.

-

Veo el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero,

bodegas, cigarras,

poblaciones, estímulos,

habitaciones, niñas

durmiendo con las manos en el corazón,

soñando con bandidos, con incendios,

veo barcos,

veo árboles de médula

erizados como gatos rabiosos,

veo sangre, puñales y medias de mujer,

y pelos de hombre,

veo camas, veo corredores donde grita una virgen,

veo frazadas y órganos y hoteles.

-

Veo los sueños sigilosos,

admito los postreros días,

y también los orígenes, y también los recuerdos,

como un párpado atrozmente levantado a la fuerza

estoy mirando.

-

Y entonces hay este sonido:

un ruido rojo de huesos,

un pegarse de carne,

y piernas amarillas como espigas juntándose.

Yo escucho entre el disparo de los besos,

escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.

-

Estoy mirando, oyendo,

con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma

en la tierra,

y con las dos mitades del alma miro al mundo.

-

y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,

veo caer un agua sorda,

a goterones sordos.

Es como un huracán de gelatina,

como una catarata de espermas y medusas.

Veo correr un arco iris turbio.

Veo pasar sus aguas a través de los huesos.

Pablo Neruda.

4. Luis Alberto de Cuenca - Collige, virgo, rosas

Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana.

Córtalas a destajo, desaforadamente,

sin pararte a pensar si son malas o buenas.

Que no quede ni una. Púlele los rosales

que encuentres a tu paso y deja las espinas

para tus compañeras de colegio. Disfruta

de la luz y del oro mientras puedas y rinde

tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico

que va por los jardines instilando veneno.

Goza labios y lengua, machácate de gusto

con quien se deje y no permitas que el otoño

te pille con la piel reseca y sin un hombre

(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.

Y que la negra muerte te quite lo bailado.

5. Caballero Bonald - La espera

Y tú me dices

que tienes los pechos vencidos de esperarme,

que te duelen los ojos de tenerlos vacíos de mi cuerpo,

que has perdido hasta el tacto de tus manos

de palpar esta ausencia por el aire,

que olvidas el tamaño caliente de mi boca.

-

Y tú me lo dices que sabes

que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre,

de golpear mis labios con la sed de tenerte,

de darle a mi memoria, registrándola a ciegas,

una nueva manera de rescatarte en besos

desde la ausencia en la que tú me gritas

que me estás esperando.

-

Y tú me lo dices que estás tan hecha

a este deshabitado ocio de mi carne

que apenas sí tu sombra se delata,

que apenas sí eres cierta

en esta oscuridad que la distancia pone

entre tu cuerpo y el mío.

6. Ana Rossetti - A quien, no obstante, tan deliciosos placeres debo

Y esa tan transparente neblina que su lengua

extendió sobre mí... labor concupiscente,

minuciosa e inútil, pues el bello prosélito

¿me atreveré a decirlo? es que es tan impotente

como adorable es. Por ello, aún intacto

conservo el corazón de mi valiosa orquídea

(falsas futuras nupcias blancas) y, así, entre tanto,

mi precioso tormento, recibo tus bombones

y mis ingles remojo detrás de cada cita

con abluciones vanas. Pero, tonto muchacho,

no te avergüences si, de pronto, no se abulta tu pretina,

ni tu enarbolado furor puede,

impasible, horadarme la membrana

y arrancar de mi carne el clásico aspaviento.

Y no te desesperes si no soy despojada

aún de aquello que, sobrepasando el tiempo

que la edad aconseja y Cupido consiente,

fiel guardo en el ardiente túnel. Ya custodiada

mi pelvis por amor tan incauto cerrada

permanece, mi escudo, sabrosa precaución!

Hundamos nuestras bocas en la fresca reseda

de nuestros célibes y ocultos sitios

y tú, tonto muchacho, si encuentras resistencia

en donde tu ternura esperaba verterse,

torpemente no insistas empeñado en robarme

unas gotitas rojas y un agudo gritito,

pues no soportarías placer tan cruento.

Federico García Lorca.

7. Lorca - La casada infiel 

Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quité la corbata.

Ella se quitó el vestido.

Yo el cinturón con revólver.

Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.

-

Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montado en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.

-

No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena

yo me la llevé del río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.

-

Me porté como quién soy.

Como un gitano legítimo.

Le regalé un costurero

grande, de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río.

8. José Agustín Goytisolo - Esa flor instantánea

Miedo a perderse ambos, 

vivir el uno sin el otro: 

miedo a estar alejados 

en el viento de la niebla, 

en los pasos del día, 

en la luz del relámpago, 

en cualquier parte. Miedo 

que les hace abrazarse, 

unirse en este aire 

que ahora juntos respiran. 

Y se buscan y se buscan 

esa flor instantánea 

que cuando se consigue 

se deshace en un soplo 

y hay que ir a encontrar otras 

en el jardín umbrío. 

Miedo; bendito miedo 

que propicia el deseo 

la agonía y el rapto, 

de los que mueren juntos 

y resucitan luego.

9. Gil de Biedma - Pandémica y celeste

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo

quien me tira del cuerpo a otros cuerpos

a ser posiblemente jóvenes:

yo persigo también el dulce amor,

el tierno amor para dormir al lado

y que alegre mi cama al despertarse,

cercano como un pájaro.

¡Si yo no puedo desnudarme nunca,

si jamás he podido entrar en unos brazos

sin sentir -aunque sea nada más que un momento-

igual deslumbramiento que a los veinte años!

-

Para saber de amor, para aprenderle,

haber estado solo es necesario.

Y es necesario en cuatrocientas noches

-con cuatrocientos cuerpos diferentes-

haber hecho el amor. Que sus misterios,

como dijo el poeta, son del alma,

pero un cuerpo es el libro en que se leen.

-

Y por eso me alegro de haberme revolcado

sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,

mientras buscaba ese tendón del hombro.

Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...

Ángel González. Biblioteca de Asturias

10. Ángel González - A veces

Escribir un poema se parece a un orgasmo:

mancha la tinta tanto como el semen,

empreña también más en ocasiones.

Tardes hay, sin embargo,

en las que manoseo las palabras,

muerdo sus senos y sus piernas ágiles,

les levanto las faldas con mis dedos,

las miro desde abajo,

les hago lo de siempre

y, pese a todo, ved:

¡no pasa nada!

Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:

“Lo digo y no me corro”.

Pero él disimulaba.