“No hace todavía muchos años había una cantidad de jóvenes que entraban en el periodismo sin más objeto ni propósito que el de pasarse de él a la política.” Julio Camba escribía estas palabras en 1943. En “Un error táctico: política y periodismo”, artículo recogido en Maneras de ser periodista (Libros del KO), aconsejaba a los jóvenes que mejor hicieran el trayecto inverso.

En España, la última en dar ese salto es la periodista Rosa María Artal, número dos de Podemos por Zaragoza. Pero redactores que se han pasado a la política profesional los ha habido y los hay de todos los colores. Aquí una lista reducida de los últimos años: Pilar Rahola, Lucía Méndez, Luis Herrero, Josu Muguruza, Dimas Cuevas, Cayetana Álvarez de Toledo y Onintzia Eubetia. O David Fernández, Ángeles Caso, Marta Rivera de la Cruz, Irene Lozano o Antonio Baños, entre los más recientes.

“Ser periodista y político no casa muy bien”, declaraba en enero Noelia Vera, actual diputada de Podemos y periodista en La Tuerka

Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat catalana, es uno de los que ha llegado más lejos con el cambio de profesión. Sólo Uxue Barkos se le adelantó en presidir una Comunidad Autónoma: fue en 2015, cuando hacía más de una década que había dejado su trabajo de reportera en ETB para sumarse a las listas de Nafarroa Bai.

En la política española de hoy hay médicos, muchos abogados, más profesores y filósofos que nunca, apenas científicos y cada vez más redactores. En Europa es parecido. En las elecciones europeas de 2014, llegaron a Bruselas Michela Goufrida, periodista de La Reppublica; Maria Spyraki, redactora jefe de la televisión griega Mega TV y ahora representante de Nueva Democracia o Patrick O’Flynn, ex jefe de política del Daily Express, hoy diputado del Partido de la Independencia del Reino Unido. Y son sólo unos ejemplos.

Incompatibilidades

“Ser periodista y político no casa muy bien”, declaraba en enero Noelia Vera, actual diputada de Podemos y periodista en La Tuerka. “Estás poniendo en riesgo tu credibilidad como profesional”, decía la sucesora de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero al frente del programa. Pero Vera siguió adelante: “Para poder dedicarme al periodismo, pero al que tiene un compromiso social claro con una vocación de transformación política y social clara.” En esos adjetivos, “claro” y “clara”, se gestan las sombras de la profesión.

Algo parecido debía pensar Dani “el Rojo”, Daniel Cohn Bendit, eurodiputado francés que compatibilizó su cargo con el de cronista parlamentario para la emisora de radio Europa 1. Vera y Bendit son de izquierdas, pero a la derecha también se le suele quedar corta la pluma. El caso del suizo Roger Köppel es un ejemplo. El jefe de redacción del semanario Die Weltwoche es, desde 2015, miembro del Consejo Nacional. Y cuando le preguntan si no cree que sus cargos son incompatibles contesta que lo que no entiende es por qué no están todos los directores de medios en alguna lista electoral.

Como cuarto poder, ¿no debería la prensa mantenerse también bien separada de los otros tres?

El Consejo francés del Audiovisual sí tuvo dudas con la alternancia de tareas de Bendit al considerar que podía generar confusión en el espectador. ¿Quién habla en cada momento? ¿El periodista o el político? Como cuarto poder, ¿no debería la prensa mantenerse también bien separada de los otros tres? Fueron algunas de las preguntas que se formularon en relación al caso de Dani “el Rojo.”

Camba decía en su artículo que no es ninguna ventaja para un Jefe de Gobierno haber sido periodista pero no es verdad. Conocer cómo funciona la prensa es útil para un cargo electo. Que le pregunten a Boris Johnson si no le benefició en su tarea pública como alcalde de Londres haber pasado por varios medios británicos. Un ex compañero de The Spectator, Ross Clark, reconoce que la prensa lo ha tratado con tacto: “Es uno de nosotros. Y en Fleet Street hay poca disposición a atacar a uno de los nuestros.”

Debate abierto

Ese debate no existe en España. La Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE) dice en su código deontológico que el periodista “en el ejercicio de su actividad profesional no está obligado a ser neutral.”

También recoge que es “éticamente incompatible el ejercicio simultáneo de las profesiones periodísticas y publicitarias” y que esa incompatibilidad se extenderá a todas las actividades de la comunicación que supongan un conflicto de intereses con el ejercicio de la profesión periodística. No especifica a cuáles, ni si la política es una de ellas.

La Asociación Canadiense de Periodistas elaboró un informe para determinar los límites éticos en estos casos

En 2010 y ante el aumento de casos de periodistas en listas electorales, la Asociación Canadiense de Periodistas elaboró un informe para determinar los límites éticos en estos casos. En las conclusiones no pedían “voto de castidad política” a los profesionales pero les recordaban que su principal compromiso era con el público. Algunos medios propusieron que hubiera un periodo de “enfriamiento” obligatorio antes de que un periodista pasara activamente a la política. Y viceversa. Por higiene pero también para evitar las puertas giratorias.

Vigilar o cambiar

En un encuentro celebrado por Altaïr Magazine sobre conflictos silenciados, alguien entre el público preguntó a los redactores de la Revista 5W cuál era el objetivo de su trabajo. Su tarea es ir a zonas de guerra y hambre, o las dos cosas, para informar sobre lo que sucede. Pero la espectadora iba más allá: “Me pregunto si queréis cambiar el mundo.” La fotoperiodista Anna Surinyach fue clara: “A veces cambian cosas a partir de una foto mía y me alegro. Pero no es el objetivo”, dijo y sus compañeros asintieron. Su activismo es ser periodistas, dar testimonio, facilitar el derecho a la información y ejercer y defender la libertad de expresión, resumieron entre todos.

Creen que un gobierno de periodistas es superior a uno formado por abogados, politicastros o hijas e hijos de legisladores

En esa charla apareció la palabra “vocación” varias veces. Una vocación es, etimológicamente, una llamada, y a políticos y periodistas se les atribuye esa convicción que empuja a unos y a otros a elegir sus profesiones. Pero llegados a un punto de sus carreras, algunos reporteros quieren algo más. Jack Shafer, crítico de medios y hoy redactor en Politico, explicó en la revista Slate que hay algo de desprecio en ese tránsito: “Creen que un gobierno de periodistas es superior a uno formado por abogados, politicastros o hijas e hijos de legisladores”.

Quizás haya también algo de rendición. De alguna forma, Rosa María Artal lo reconocía con pesar en su anuncio: “He dedicado toda mi carrera al periodismo, a procurar dignificarlo también. Y, sin embargo, lo encuentro en tan profundo deterioro ahora, que empieza a parecerme una batalla perdida. Casi perdida”.

Paraperiodismo

Las razones que dan los periodistas que se lanzan no tienen que ver con el desprecio ni con el cansancio. La misma Artal ha hablado de su decisión como “la única vía para solucionar problemas.” En 1993 una de las que dio Pilar Rahola para aceptar la propuesta de ERC fue el “gusanillo” de dejar el terreno de la “interpretación política” para dar el salto a la “política real”. Y cuando Ángeles Caso se presentó por Podemos a las municipales de 2015 en Oviedo, lo hizo “por compromiso” con España y su ciudad.

Shafer habla de “paraperiodismo” para hablar de lo que hacen los periodistas que defienden las ideas de un partido y no las propias

Muchas de esas nuevas vocaciones duran poco. Pero tienen buenos resultados. Porque cuando toman la puerta giratoria, que suelen hacerlo, los periodistas vuelven con más información, es decir, más cotizados. Se pueden ver en los casos de Luis Herrero, que volvió a la radio nada más dejar su puesto en Bruselas, o en el de Antonio Baños, comentarista político muy solicitado tras su paso por la CUP.

Tampoco sobre eso debate la profesión. Shafer habla de “paraperiodismo” para hablar de lo que hacen los periodistas que defienden las ideas de un partido y no las propias. No importa que se haga por la izquierda o por la derecha, que lo haga Sarah Palin o Gore Vidal. Porque contrastar, dar todas las versiones posibles y hablar incluso con quien se detesta es tarea del periodista y lo que diferencia, por ejemplo, a un diario de un panfleto.

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