Barcelona

Riardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) ha sido elegido Premio Biblioteca Breve de Seix Barral con la novela El sistema, una pseudodistopía en la que nuestro mundo ha mutado en un archipiélago en el que conviven dos fuerzas: los Propios, súbditos de las islas, y los Ajenos, los expulsados sociales, los rebeldes marginados por causas ideológicas y económicas. No es, sin embargo, una deconstrucción del mundo al uso. Nada que ver con Matrix ni Terminator. Es más sutil, más inquietante: "Está más cerca de Kafka que de Hollywood", sonríe Clara Usón, miembro del jurado.

Cuenta el autor que la escribió en 2014, año en que vivió con una beca en Alemania, y sus letras tienen mucho de exilio. "Mi alemán era inexistente y el inglés me frustraba: no era capaz de expresarme en condiciones de fuerza", recuerda. "Regresar a la redacción de la novela era un volver a casa, un manifiesto de importancia de la lengua, del propio idioma".

En este libro me pregunto hacia dónde vamos, hacia dónde fructificamos... qué pasa con las grandes palabras que nos han traído hasta aquí: democracia, libertad

Menéndez Salmón se considera una voz incómoda, en constante pregunta. El autor de La noche feroz, La ofensa, El corrector, Derrumbe, La luz es más antigua que el amor y Niños en el tiempo no es ya un escritor novel. En El sistema conjuga, según Manuel Longares, lo mejor de su propia literatura -elevando la española- y rompe la lengua en asociaciones imprevistas: "Miren esto: 'El ruido blanco del asombro', o 'No somos sino muerte aplazada'", recita Longares del libro ganador. "Decía Valle-Inclán que la unión de términos nunca mezclados en castellano señala al verdadero escritor".

Y así es Menéndez Salmón, una metáfora larga, una imagen poderosa sostenida a pulso. Ricardo muestra mucho de emoción frente al micro: "Llevo desde 2007 asistiendo a este premio, un año estuve de jurado. Estar aquí, a este lado, es un placer infinito", sostiene. Y relaciona: "Esta comparación no es banal. El lugar de la raya en El sistema es importante, dónde ocupamos nuestra realidad. Pasamos de ser agente a paciente, pasamos de ser protagonista a una mera cifra", explica. "Un número, otro número, otro número...".

El autor juega con un final de época, un fin de camino. EFE

Su obra trata las lanzas contemporáneas que nos atraviesan, que ahora mismo, mientras escribo o usted lee, ya nos están atravesando: "La cuestión de la identidad, la necesidad de definirnos por oposición, los marcos simbólicos que explican qué somos y qué no somos".

Entre la alegoría y la fábula

El Premio Cervantes José Manuel Caballero-Bonald, también parte del jurado, no acudió a la entrega. Pero la directora editorial de Seix Barral, Elena Ramírez, aclaró que se encuentra bien de salud y pasó a leer sus elogiosas palabras del libro. "Menéndez Salmón oscila entre la alegoría y la fábula, entre la metafísica y la física recreativa: es imposible contar de qué trata su libro, porque está hecho de esa materia oscura que nos simboliza".

El autor, según el discurso de Pere Gimferrer, goza de una "autoridad expresiva" única y su estilo oscila entre lo reconocible y lo imprevisto: "Podría haber estado leyendo a Elias Canetti". Sin embargo, ningún miembro del jurado, dice, acabó de intuir la voz que latía bajo el pseudónimo del manuscrito primario. Ahora, bajo la identidad correcta, va a percibir una dotación de 30.000 euros y su trabajo saldrá a la venta el 1 de marzo.

En el texto hay referencias a la situación de Grecia, pero la realidad me ha caducado las intenciones

Ricardo Menéndez Salmón habla de la era confusa, efervescente e instantánea que nos aplasta, de la "cultura del simulacro", de la opulencia, el hartazgo y la náusea de estar "rodeados de resonancias": "En este libro me pregunto hacia dónde vamos, hacia dónde fructificamos... qué pasa con las grandes palabras que nos han traído hasta aquí: democracia, libertad". La literatura, cree, debe ser un mecanismo de inquisición: "Como dijo Goethe, el novelista es un redactor de expedientes", sonríe.

"Me gusta el tono frío y desapasionado, me gusta abordar lo esencial o nada. No entiendo la literatura como elemento de esparcimiento". El autor se ha visto arrollado por la actualidad durante la escritura: "En el texto hay referencias a la situación de Grecia, pero la realidad me ha caducado las intenciones".

He llegado a plantearme, al cierre de la novela, la posibilidad de un tiempo posthumano

El premio antes ganado por autores como Marsé, Cabrera Infante, Aramburu, Vargas Llosa o el mismo Caballero Bonald ahora pasa a sus manos, pero le ha dado más que eso. "He llegado a plantearme, al cierre de la novela, la posibilidad de un tiempo posthumano", alienta. "No dejo de experimentar que este es un final de época, un fin de camino". También para él y para sus mundos inéditos. No es Orwell ni quiere serlo. Ahora explota e inaugura su nuevo círculo literario.