Almudena Grandes regresa al presente, baja al barrio y deja la Guerra Civil (por un momento). Ahora tocan Los besos en el pan (Tusquets), cuyo título alude al antiguo gesto de bendecir lo que cae de la mesa, “el libro que hace mucho esperábamos de ella”, como lo definió Juan Cerezo, su editor. Es el libro que habían pedido muchos lectores, confirma el responsable. Ella reconoce que con la serie de los episodios nacionales que desarrolla desde hace seis años hay seguidores que le han pedido que volviese “a contar algo moderno y que dejara de escribir sobre cosas tristes”.

La nueva novela es “una declaración de principios”: “La felicidad es una manera de resistir”, explica la autora. “Resistir no como un acto de desesperación, sino como un acto de amor. Eso es una enseñanza de nuestros abuelos que Franco no logró quitar”. De ahí que la escritora no vea tanta diferencia entre la guerra que cuenta en saga y este título autónomo: “La crisis ha sido una guerra y la hemos perdido. Han dilapidado las democracias y dinamitado la soberanía de los gobiernos”.

Cuando este país se convirtió en un país de nuevos ricos perdimos las referencias y los vínculos. Aquella no era gente dócil: eran resistentes, no como ahora

Sin embargo, es una novela muy distinta, que parte y acaba en su barrio, donde los portales de mármol se levantan junto a las casas más humildes. “En este barrio han vivido juntos ricos y pobres”, explica sobre la localización, Chamberí (Madrid). “En este barrio había un escalón social importante, pero esta crisis ha empobrecido a todos”, asegura. Y a pesar de ello piensa que su abuelo se reiría de nosotros si viera la crisis en la que vivimos.

“Diría que esto ni es crisis ni es nada. Ellos tenían una fortaleza que nosotros hemos perdido, la dignidad”, dice. “La pobreza se heredaba pero se hacía con dignidad. La pobreza no era humillante. Cabía la alegría, la esperanza, la ilusión. En mi infancia recuerdo la pobreza, pero no la tristeza. Cuando este país se convirtió en un país de nuevos ricos perdimos las referencias y los vínculos. También perdimos la resistencia. Aquella no era gente dócil: eran resistentes, no como ahora”, explicó a los medios. Aclaró que no es optimista ante los movimientos surgidos a partir del 15M.

Antes todos los presentadores escribían novelas y ahora dejarán paso a escritores tapados antes por las montañas de novedades

Los besos en el pan es una novela contada a pie de calle. Un libro “impresionista”, que recoge imágenes “de manera urgente”, sin esperar a sopesar las consecuencias de la crisis financiera. Ha renunciado a la capacidad literaria de la mirada sutil y profunda, porque debía actuar de inmediato. La prioridad era captar el contexto, su barrio -aunque como explica pasa medio año en Cádiz-, España. “Lo que estamos pasando ahora producirá grandes novelas en el futuro. No descarto seguir frecuentando”. Será más adelante, porque promete nueva entrega de la Guerra Civil para primavera de 2017, Los pacientes del doctor García.

Los escritores también han sufrido la crisis. “Como mínimo hemos perdido un 10%”. Cuenta que la caída del consumo ha afectado a la venta del libro y los escritores “nos hemos empobrecido”. Eso no quiere decir que “el hambre” haya aguzado el ingenio del escritor. “Lo que ha logrado esta situación es la tentación de publicar tres libros al año a ver si con alguno sale unas sombras de Grey. Algunos han multiplicado mucho las tentativas comerciales”. Encuentra algo positivo en la situación: “selección natural”. “Antes todos los presentadores escribían novelas y ahora dejarán paso a escritores tapados antes por las montañas de novedades”.

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