Los números son de un informe reciente de las Naciones Unidas: de 194 países, sólo 15 tienen un jefe de Estado que no sea un hombre. A este ritmo, faltarían 200 años para alcanzar una situación de igualdad. Las mujeres ganan entre un 25% y un 30% menos por el mismo trabajo y sólo un 50% de ellas tiene presencia en el mercado laboral. ¿Y qué pasa en la literatura? “Es quizás un entorno más amable. Las estadísticas dicen que la mayoría de los lectores son mujeres y eso es una bomba de relojería. Es una auténtica revolución que viene desde abajo. Cuando empecé sería practicamente la única mujer escribiendo novela negra, pero ahora las cosas han cambiado mucho”, dice Alicia Giménez Bartlett, reciente Premio Planeta.

Los datos fueron el punto de partida de la mesa redonda ¡Mujer tenías que ser!, en el marco del festival de novela policíaca Getafe Negro, donde participaron, además de la ganadora del Premio Planeta, las escritoras Maribel Medina y Najat el Hachmi y la excomandante del ejército Zaida Cantera. “A mí no me ofende cuando escucho a algunos hablar con cierto desprecio de “literatura para mujeres”, porque, realmente, son ellas las que leen y lo que cualquier escritor quiere es tener lectores”, dice Giménez Bartlett. “Sin embargo, es verdad que hay un reducto – el de los premios, el del prestigio- que parece que no nos corresponde; casi siempre va a parar a manos masculinas”, sigue.

Menos galardones, menos presencia en los puestos de decisión y en la Real Academia. “Pero eso a mí no me preocupa, si son todos unos carcas, ¿quién quiere estar ahí?”, dice Giménez Bartlett con una carcajada. Zaida Cantera hace un paralelismo con los demás sectores de la sociedad: “En el ejército, por ejemplo, sólo un 3% de las mujeres llegan a puestos de mando. Lo mismo pasa en las otras franjas sociales. ¿Quién toma las decisiones? ¿Quién está en los jurados de esos premios? Salvo raras excepciones, si un hombre tiene que decidir, la elección recaerá sobre otro hombre”.

Romper estereotipos

En la novela negra, a las mujeres se les reservó tradicionalmente un lugar cargado de estereotipos: eran las femmes fatales que llevaban al hombre a cometer un crimen, la mujer abnegada del policía que le espera en casa y sacrifica su relación por su trabajo, la ayudante o la cómplice. Hasta que llegó Petra Delicado, la inspectora de policía de Alicia Giménez Bartlett que tomaba las riendas de la investigación. “Quería que la mujer asumiera otro papel”, dice la autora. Lo mismo pasa con los personajes de Maribel Medina: “Mis mujeres siempre son fuertes. Y me he encontrado con gente que me cuestionaba por qué no tenía un hombre con esas características en mis libros. Hasta que un día tuve que contestarle a un señor que era porque me daba la gana, que para eso era la autora”.

Es la forma en la que la crítica se aproxima a sus obras lo que más les molesta. “He vivido situaciones que me chocan. Que por qué escribía de sexo, si no me daba vergüenza… situaciones en las que tuve que justificarme y que seguro que no hubieran pasado si fuera un hombre”, cuenta Najat El Hachmi. Nacida en un pueblo al norte de Marruecos, emigró temprano junto a su familia a Vich y fue en el colegio donde escuchó hablar de feminismo por primera vez. “Venía de un entorno muy patriarcal, donde el padre tomaba todas las decisiones, y luché mucho para cambiar mi itinerario vital, en el que sabría hacer todas las tareas de casa y sería una buena esposa y madre. Pero una vez fuera de ese ambiente, me di cuenta de que la realidad no era tan distinta”.

Cambiar mentalidades

En la literatura, como en el resto de la sociedad, todas creen que las cosas sólo serán distintas cuando evolucionen las mentalidades, cuando se eduque a las mujeres para que luchen por la igualdad y a los hombres para que entiendan que son piezas indispensables en este puzle. “Los anuncios en contra de la violencia de género, por ejemplo, siempre van dirigidos a las mujeres, para que denuncien. Y eso está muy bien y es muy necesario, pero ¿no tendría que haber un anuncio diciendo a los hombres que no se pega, que no se mata? Ellos son parte esencial del cambio”, analiza Belén Cebrián, moderadora del debate.

Un cambio que tiene que surgir no sólo en cuestiones tan sensibles como la violencia de género sino también en los temas más cotidianos. “Tiene que haber una cultura y una legislación que fomente la igualdad. En el entorno de las fuerzas armadas, si un hombre pide reducción de jornada para conciliar su situación familiar la respuesta es: “¿No tienes mujer?””, denuncia Cantera. “Mientras no seamos conscientes que la familia y las tareas domésticas son responsabilidad de ambos, las cosas no cambiarán y las mujeres seguirán sacrificando su carrera y sus ascensos”.

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