El último hallazgo arqueológico que se ha dado en la región de Transilvania, en Rumanía, ha puesto de manifiesto técnicas de enterramiento de distinta naturaleza a las empleadas normalmente por las comunidades prehistóricas que habitaron la zona. Se trata de rituales preparatorios a la transición de la vida a la muerte desconocidos en estos grupos hasta la fecha, que consistían en cubrir partes del cadaver con grandes urnas.

Los restos aparecieron durante la construcción de unas viviendas en Cluj-Napoca, la capital histórica de la región. El conjunto funerario de más de 900 metros cuadrados contiene varios túmulos de dos periodos distintos: una perteneciente al Neolítico y la Edad de Piedra, datada en torno a 3.000 a.C.; y otra, de origen celta, de 2.200 años de antigüedad. Las investigaciones, todavía en curso, revelarán el sexo y posibles patologías de los individuos allí enterrados.

Lo que ha generado gran incertidumbre entre los arqueólogos son las curiosas técnicas de enterramiento de esta comunidad. Los cuerpos presentaban las cabezas y pies de los difuntos cubiertos por vasijas, muy posiblemente ofrendas para la vida eterna, contenedoras de comida y objetos en su tránsito.

Los celtas no dejaban rastro alguno de sus difuntos: los cuerpos eran incinerados tras la muerte y depositados en urnas que eran enteradas más tarde bajo tierra. Sin embargo, este nuevo hallazgo demuestra que existían comunidades con ritos particulares en función de su lugar de desarrollo. 

Paul Pupeză, arqueólogo del Museo Nacional de Historia de Transilvania, admite que se trata de un importante hallazgo: "Somos los primeros en encontrar estos restos en miles de años, es nuestra obligación contar la historia de estas personas", explicaba en declaraciones al portal Live Science.

Mundo celta

El asentamiento descubierto en Rumanía cuenta con una organización más sofisticada que las vinculadas a otros hallazgos del mismo origen. Desde muros de madera usados para fortificar casas que servían a su vez para desarrollar una separación en función de la influencia y poder de cada individuo dentro de la tribu. Una organización que ya demuestra una jerarquía social dentro de estos grupos. 

Aunque la mayoría de las comunidades celtas que se conocen vivieron en regiones de la actual Francia e Inglaterra, existieron muchos grupos del mismo origen que habitaron en diáspora en distintos puntos de Europa, llegando incluso a Turquía, desarrollando caracteres y costumbres individuales.

El caso del Hombre de Tollund, cuyo cuerpo fue preservado por los limos de un pantano de Dinamarca desde 400 a.C., dio muestras de un complejo sistema de ritos funerarios que los Celtas desarrollaron en las comunidades del norte de Europa. Para estos grupos era habitual realizar preparados y comidas, que servían de avituallamiento antes de la muerte del individuo.

El cuerpo del hombre encontrado en Tollund fue colgado por un delito, según los indicios de las fracturas del cuello. Sin embargo, su excepcional estado de conservación, permitió a los investigadores encontrar en su estómago los restos de un preparado de gachas y pescado, consumido en un rito previo a la muerte.

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