Las campañas de Marruecos (1909-1927) aparecen normalmente insertadas como un paréntesis de dos acontecimientos mucho más definitorios en la historia bélica de España: la pérdida de las últimas colonias ultramarinas y el brutal conflicto de la Guerra Civil. Resuenan los efectos del Desastre de Annual (1921), episodio que se cobró las vidas de unos 10.000 soldados en apenas quince días, y la hazaña del desembarco de Alhucemas (1925), inspiración de los aliados para el Día D, pero las operaciones en el norte de África en el primer tercio del siglo XX siguen siendo un gran desconocido para el público general.

Contra ese olvido se rebela A cien años de Annual. La guerra de Marruecos (Desperta Ferro), un iluminador ensayo que, desde la perspectiva de la nueva historia militar, recoge los estudios de catorce especialistas que analizan el conflicto en toda su complejidad, desde las repercusiones políticas hasta las miserias de los desnutridos y enfermos combatientes. "Damos a un fenómeno muy complejo y muy difícil de entender, una visión total que creo que es única. No hay ningún libro con un enfoque tan multidisciplinar de las campañas de Marruecos para explicar Annual", asegura Daniel Macías Fernández, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Cantabria y coordinador de la obra.

Publicado a poco más de dos meses, como se anuncia en el título, de la efeméride centenaria de un acontecimiento de suma importancia en el pasado reciente español, este volumen colectivo y poliédrico explica qué se le perdía a España en Marruecos, reconstruye el contexto internacional todavía marcado por el imperialismo, la preocupante situación del Ejército español, lastrado por un insoportable número de oficiales, las tácticas militares de los nativos rifeños, las causas del desastre, las consecuencias políticas, la contraofensiva que encauzó la guerra o la vida del soldado de a pie entre piojos, ratas y prostíbulos. También otros aspectos que ahondan en el conflicto desde coordenadas culturales, como el papel que desempeñó la fotografía.

El oficial médico Rafael Ramírez Rivas asiste a su paisano alpujarreño, el suboficial Antonio Carrascosa, herido en el pulmón y un brazo. Colección Antonio Bernardo Espinosa / Desperta Ferro

Precisamente de mapas e imágenes —23 y 170, respectivamente—, algunas de ellas inéditas procedentes de archivos familiares, está plagada la obra. Una edición estupenda para poner rostro al horror y a las escalofriantes atrocidades —perpetradas por ambos bandos— y descubrir microhistorias fascinantes, como la de Francisco Basallo Becerra, un sargento de infantería cordobés que fue de los escasos supervivientes de la matanza de Dar Quebdani, una de las posiciones españoles que cayeron tras la retirada de Annual. Organizó un servicio sanitario durante su reclusión, enterró a centenares de compañeros caídos y protegió a las prisioneras de los abusos de los guardias rifeños. Fue rescatado en 1923 y aclamado a su regreso como el "ángel del cautiverio".

El volumen se cierra con un epílogo del periodista y escritor Lorenzo Silva, que ha ficcionado estos hechos en alguna de sus novelas, en el que resume el conflicto con bastante precisión: "España fue a Marruecos con la pretensión de civilizarlo y cambiar su destino, pero todo lo que consiguió fue desencadenar dentro de sí la barbarie e hipotecar su propio porvenir".

Beneficio nulo

Iniciadas con la tarea mesiánica de reclutar (por las armas) a Marruecos para la modernidad, estas operaciones no solo se saldaron con miles de muertes y una dictadura en territorio peninsular —la de Miguel Primo de Rivera, instaurada en septiembre de 1923—, sino que sus consecuencias se prolongaron hasta la trágica década siguiente. "En las campañas de Marruecos, y especialmente a partir de Annual, se forjó un destacado grupo militar: los africanistas —Sanjurjo, Mola, Franco, Queipo de Llano, Millán-Astray, etcétera— que va a estar detrás del golpe de Estado de 1936. Hay una correlación evidente. ¿Cuánta y en qué sentido? Eso ya es más discutible", reflexiona Macías Fernández, recordando que, por ejemplo la revolución obrera de Asturias (1934) fue duramente reprimida por fuerzas procedentes del otro lado del Estrecho.

Las acciones en el Protectorado definieron las carreras de todos los hombres que sudaron, agonizaron y se encumbraron en los riscos del Rif. Así lo reconoció el propio Francisco Franco: "Mis años de África viven en mí con indecible fuerza (…). Sin África, yo apenas puedo explicarme a mí mismo, ni me explico cumplidamente a mis compañeros de armas". Algunas de las unidades más preparadas del ejército sublevado, como el Tercio de Extranjeros o los Regulares, se habían curtido bajo el sol abrasador de Marruecos y el continuo hostigamiento de los nativos.

Portada de 'A cien años de Annual'. Desperta Ferro

¿Tuvo la guerra de Marruecos, o el "problema marroquí", como lo definieron los gobernantes de la época, algún beneficio para España? "A nivel económico es probable que no. En el plano de las relaciones internacionales, el avance a trompicones de España puso en duda su capacidad militar; solo a partir de 1925 fue beneficioso. Y en términos geoestratégicos, dominar el norte del Protectorado suponía controlar el sur del Estrecho, aunque sin Tánger", valora el historiador". En resumen: "Si lo miramos en términos de productividad histórica, mi opinión personal es que fue un negocio ruinoso. Fueron unas guerras cruentas, muy brutales; un sumidero de hombres y de recursos para España, y un verdadero quebradero de cabeza para los políticos españoles y gran parte de la población, que vio cómo sus hijos se tenían que marchar a África y, por desgracia, a matar y morir".

El capítulo de Macías Fernández ahonda en concreto en la vida diaria de los miles de combatientes españoles destinados al Protectorado entre 1909 y 1927. "En general, el soldado que va a luchar a Marruecos es el pobre. Los que tenían que servir sentían que era un tributo de sangre", apunta el especialista. Muchos hombres recurrieron al alcohol y los prostíbulos para ahogar sus penas —"Putas y taberneros son imprescindibles en la guerra", que diría Arturo Barea, testigo de estos hechos—, mientras que otros fingían contraer enfermedades para escapar de los disparos con los métodos más surrealistas: colocando ajos bajo las axilas para que les subiese la fiebre o introduciendo ortigas picadas en las heridas leves para que se inflamasen y aparentasen estar infectadas.

El alto comisario Dámaso Berenguer, rodeado de varias personas, contempla un cadáver encontrado con las manos atadas a la espalda tras los sucesos de Monte Arruit en 1921. Desperta Ferro

Esta reflexión del capitán Alberto Bayo resume a la perfección lo que significó el servicio en Marruecos para millares de peninsulares: "He dormido mal, he comido peor. Me llevo de África, de mis innumerables chaparrones, frecuentemente sufridos, la medalla del reumatismo, y la cruz del artritismo, (...) serán mis fieles compañeras hasta mi muerte, y sus terribles abrazos cada vez los sentiré más fuertes, más apretados. Os llevo a vosotros, con paludismo agudo, último y delicado regalo que recibo de esta santa y bendita tierra".

Marruecos, en definitiva, fue cuna de desastres patrios, gestas individuales y hazañas militares, como la de Alhucemas, el primer desembarco aeronaval exitoso de la historia —en esta guerra también se realizó el primer bombardeo aéreo de siempre, un dudoso honor, vista la destrucción de las décadas posteriores en todo el mundo, que corresponde a la aviación española—. "Hay cosas para enorgullecerse a nivel nacional y otras para olvidar. Pero bueno, ¿eso es una guerra no? Los británicos y estadounidenses en la II Guerra Mundial también tienen cosas que olvidar y cosas que rememorar", despide Daniel Macías Fernández. La enredada memoria de un complejo conflicto.

Noticias relacionadas