A pesar de que África se considera la cuna de la modernidad biológica y cultural, también es el territorio donde menos registros o evidencias tempranas de prácticas mortuorias existen. Las primeras pruebas de enterramientos en este continente son escasas y, a menudo, ambiguas. Así, el origen y desarrollo de estos ritos funerales en África, sigue siendo un misterio.

Hasta hoy, gracias a un estudio liderado por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid que sitúa el enterramiento más antiguo de África, el de Mtoto, un niño enterrado hace 78.000 años, en Kenia.

El enterramiento no solo es el más antiguo del que se tiene conocimiento sino que además es la confirmación de que las poblaciones de la Edad de Piedra Media comenzaban a tener ritos funerarios e interactuaban con los muertos. 

El niño de 3 años de edad fue enterrado en la entrada de la cueva de Panga ya Saidi (Kenia). Cenieh | EFE

"Mtoto", o niño en idioma suahili, fue enterrado en el yacimiento keniano de Panga ya Saidi, que ha resultado ser un enclave fundamental para estudiar el origen de nuestra especie y, sobre todo, de sus primeros comportamientos complejos funerarios.

Pruebas del rito

"El niño, de unos 3 años, fue enterrado en una cavidad que había sido excavada específicamente para ello. Allí fue depositado en una posición intencionada y muy delicada, casi fetal, con la cabeza sobre un soporte, como si fuera una almohada. Su cuerpo fue envuelto en un tipo de sudario natural hecho con pieles de animales u hojas y, después, fue cubierto con tierra", explica a EFE la investigadora y directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), María Martinón Torres.

"Mtoto es la prueba más antigua que tenemos de enterramiento o comportamiento funerario en África" y es interesante no solo como hallazgo científico, sino también porque "revela la complejidad de la mente humana, que es capaz de establecer vínculos complejos con la comunidad más allá del mundo físico e interactuar con los que han fallecido", destaca la paleoantropóloga.



Hasta ahora, la única evidencia de un enterramiento de cronologías similares en África era el de Border Cave, en Sudáfrica, donde se encontraron los restos de otro niño enterrado hace 74.000 años, pero su escasa documentación siempre hizo que el hallazgo fuera controvertido.

Un descubrimiento de portada

Este hallazgo no solo ha supuesto un antes y un después en las investigaciones, sino que también se ha convertido en protagonista de la portada de la prestigiosa revista Nature.

Un estudio en el que ha formado parte la Universidad Complutense de Madrid y que ha sido coliderado por el equipo de Martinón Torres, el Instituto Max Planck para el Estudio de la Historia Humana (Alemania) y los Museos Nacionales de Kenia, y en el que han colaborado investigadores de una treintena de instituciones de todo el mundo.

Sin embargo, sigue siendo Eurasia donde existen multitud de evidencias de enterramientos de Homo sapiens y Homo neanderthalensis. Las más tempranas son las de los yacimientos de Qafzeh y Skhul (H.sapiens) de entre 90.000 y 130.000 años, y la de Tabun C (neandertal), de unos 120.000 años, todas ellas en el norte de Israel.



"Faltaban evidencias sólidas y claras de enterramientos en África y por eso el hallazgo de Mtoto es tan interesante", aunque, para la comunidad científica, porqué no se han encontrado más enterramientos en África sigue siendo un misterio.



"Podría ser que este tipo de comportamientos se desarrollasen antes fuera de África, o puede que simplemente haya un sesgo y que se haya hecho más trabajo de campo en Eurasia que en África, o puede que los comportamientos funerarios en África fueran diferentes a los de Eurasia y que no dejen rastro arqueológico", explica la paleoantropóloga.

Mucho por descubrir

La responsable del CENIEH afirma que todavía queda mucho por hacer. "Tenemos que estar abiertos a todo y tal vez revisar algunos yacimientos, como el de Border Cave, empleando las técnicas más avanzadas de paleontología, como las que se han utilizado en Panga ya Saidi", explica. 



Los primeros fragmentos de hueso del yacimiento keniano se encontraron en 2013 y unos años después se detectó una cavidad circular situada unos tres metros por debajo del nivel del suelo de la cueva, según explica Martinón Torres. "Dada la fragilidad de los huesos que contenía, la tierra se extrajo en bloque para estudiarla con distintas técnicas. El bloque se excavó de forma manual y virtual, combinando la microtomografía -una técnica basada en rayos X que permite analizar el interior de un bloque sin manipular el fósil original- con estudios granulométricos y geoquímicos sobre la composición del suelo y los procesos que ha albergado", continúa.

Avances en la técnica

Esas técnicas permitieron averiguar que la tierra que se utilizó para rellenar la cavidad era distinta a la del resto del nivel en el que se había encontrado la cavidad -lo que significa que la extrajeron del suelo en otro lugar de la cueva-, y que ayudó a conservar el cuerpo articulado tal y como fue encontrado.

Además, la tierra tenía algunos de los restos químicos que se generan en los procesos de putrefacción mediados por bacterias, "otra muestra de que el cadáver fue depositado inmediatamente después de morir y con sus tejidos blandos", añade Martinón Torres. En paralelo, investigadores del CENIEH llevaron a cabo la excavación del bloque de sedimento y el análisis microscópico de los huesos y los dientes del niño. 

Pero Panga ya Saidi también es importante para los arqueólogos, ya que junto a los restos humanos se han encontrado herramientas de la tecnología MSA, un tipo de industria bastante avanzada que también se había atribuido a otras especies como el Homo naledi de Sudáfrica.



"Este yacimiento contiene la primera asociación directa del uso de esta industria por parte del Homo sapiens, algo que para los arqueólogos supone una prueba muy importante", concluye la responsable del CENIEH.

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