Con Joseph Pérez, fallecido ayer, desaparece el último de los grandes hispanistas franceses descendiente de emigrantes españoles, como lo fueron también François López o Bartolomé Bennassar. Deja tras de sí una dilatada carrera, llena de logros como investigador de la historia de España y autor de buen número de libros. Como dije en 2005, cuando tuve el honor de ser el padrino de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid, sus estudios han abarcado terrenos tan amplios como la historia social, la de la política, o las de la cultura y la religión, que han hecho de él uno de los mayores especialistas en la España de la primera Edad Moderna.

En la presentación del libro-recopilación de artículos suyos que la Casa de Velázquez publicó el año 2000, el notable cervantista Jean Canavaggio aludía al "amplio abanico de sus curiosidades, tanto en el tiempo como en el espacio", y ciertamente, la mera relación de las cuestiones que le han interesado resulta abrumadora: mozárabes y mudéjares en la España medieval, Cisneros, la Inquisición, la expulsión de los judíos, los moriscos, la conquista de las Indias y el problema de los "justos títulos", la ideología del Estado Moderno, el levantamiento comunero, la leyenda negra, el concepto de hidalguía, los letrados, el humanismo español, el pensamiento escolástico, el erasmismo, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, santa Teresa, Antonio de Guevara, Pedro Fernández de Navarrete, los alumbrados y místicos, las estructuras sociales, la limpieza de sangre, los pobres, la universidad, o la escuela en la Castilla del siglo XVI.

Su libro titulado La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521) sigue siendo el más importante para el estudio de aquel conflicto del que se cumplen ahora 500 años. Su interés por la España de los Reyes Católicos y los Austrias se ha extendió asimismo a la literatura, desde su primer libro: la edición crítica de El caballero de Olmedo de Lope de Vega, a sus trabajos sobre literatura y sociedad en la España del Siglo de Oro, la realidad histórica de Fuenteovejuna, la prosa ascética y mística, la Celestina, el Guzmán de Alfarache, o la literatura picaresca.

Su curiosidad intelectual y su compromiso de historiador hispanista abarcaron también otros ámbitos, como la crisis del siglo XVII, el reformismo borbónico en España e Indias, Feijoo, la ilustración americana, la emancipación de la América hispana, la identidad nacional y cultural de Hispanoamérica, la España contemporánea, Unamuno y Zulueta, Azaña, Franco y los judíos, la política cultural de los primeros diez años de gobierno de Felipe González, las influencias recíprocas entre España y Francia, la aportación del hispanismo francés a la historia de España, o la figura de Manuel Tuñón de Lara.

Además de todo ello, es autor de numerosas visiones de conjunto sobre la historia de España, la España de los Reyes Católicos, el siglo XVI, la época de los Austrias, Carlos V o Felipe II. A sus méritos en la investigación habría que unir su larga docencia en la Universidad de Burdeos III, de la que llegaría a ser rector, así como otros importantes puestos, entre los que destaca, en España, la dirección de la Casa de Velázquez entre 1989 y 1996.

Su labor ha merecido diversos reconocimientos y condecoraciones en Francia, España y Portugal, además del nombramiento como miembro correspondiente de varias academias, el Premio Nebrija de la Universidad de Salamanca en 1991, el doctorado honoris causa de la de Valladolid, y el Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, que le fue otorgado en 2014.

*** Luis Ribot es miembro de la Real Academia de la Historia y Premio Nacional de Historia en 2003 por su obra La Monarquía de España y la guerra de Mesina (1674-1678).