La Guerra de Independencia española fue un halo de esperanza para aquellos liberales que combatieron contra la ocupación napoleónica. El 22 de marzo de 1814, el rey Fernando VII regresaba a España y muchos de los que se habían jugado la vida contra los franceses esperaban que el monarca aceptara la Constitución de Cádiz proclamada dos años antes.

Era la primera constitución que se proclamaba en España, y una de las más liberales de toda Europa. Contemplaba una monarquía constitucional y el sufragio universal masculino indirecto. Además, todo ciudadano que naciera tanto en la Península Ibérica como en las colonias sería reconocido como español.

Sin embargo, Fernando no estaba por la labor de abandonar el absolutismo. Tras conseguir que las tropas le apoyasen, inició su deriva absolutista y detuvo a algunos de los políticos liberales más importantes. La constitución con la que soñaba España se dejaba a un lado por un tiempo. El historiador Eduardo González Calleja publica ahora de la mano de la editorial Akal su último libro, Política y violencia en la España contemporánea, donde trata los episodios de violencia y la dificultad de establecer cualquier tipo de estructura política en la España del siglo XIX.

Derogación de la Constitución de 1812 por Fernando VII en el palacio de Cervelló.

En el libro, el historiador relata el "dramático desenlace" del militar Juan Díaz Porlier, en su intento por derrocar el régimen absolutista de Fernando VII. El director de EL ESPAÑOL Pedro J. Ramírez ya lo describió en su obra, La desventura de la libertad: José María Calatrava y la caída del régimen constitucional español en 1823 (La Esfera de los Libros), como "el primer mártir de la causa liberal durante el sexenio absolutista".

Díaz Porlier, era un militar español perteneciente a una importante familia afincada en la América española. Había nacido en la actual Colombia y había participado tanto en la batalla de Trafalgar como en la Guerra de Independencia, y se hizo con el rango de Teniente Coronel de Granaderos a los 20 años de edad. La masa lo conocía como el Marquesito, ya que creía erróneamente que era familiar del marqués de la romana.

Durante la redada antiliberal de la madrugada del 29 de mayo de 1814, el militar fue detenido y condenado a cumplir cuatro años de prisión en el castillo coruñés de San Antón. "Tras obtener un régimen de prisión atenuada para tomar baños medicinales, preparó el pronunciamiento que inició su retorno a La Coruña en la noche del 18 al 19 de septiembre de 1815", narra González Calleja.

Traicionado

El militar de origen americano recibió la ayuda de varios oficiales asturianos que habían luchado junto a él en la Guerra de Independencia. Juntos, consiguieron encarcelar al capitán general y a las autoridades militares locales. La plaza era suya en menos de dos horas y desde ahí expandirían el golpe al resto de España. 

"Tras proclamar la Constitución, hizo público un manifiesto de tono moderado, donde exhortaba a la nobleza y a la burguesía a colaborar con la monarquía constitucional, en la cual debían ser respetadas tanto «las prerrogativas del trono como los derechos de la nación»", explica el historiador en su última publicación. Asimismo, exigía que se convocaran las Cortes elegidas por el pueblo.

Díaz Porlier consiguió el respaldo de la ciudad de La Coruña; de sus comerciantes y sus fuerzas militares. Además, se le unieron las tropas de Ferrol. El recién liberado militar tenía ya a su disposición 864 hombres y se dirigía a Santiago de Compostela para extender el nuevo régimen constitucional español. Si estos se unían al pronunciamiento, casi seguro que Galicia se sumaría para derrocar el absolutismo de Fernando VII.

Levantamiento del general Porlier.

No obstante, en el camino hacia la cuna de los peregrinos, fue traicionado por un grupo de 39 sargentos del 6º Regimiento de Marina comprados por un agente infiltrado en la columna. Sus tropas, al verse sin jefes, no ofrecieron resistencia alguna.

Humillado y ahorcado

Tras su detención y posterior interrogatorio, fue condenado a muerte. Díaz Porlier había sido degradado y no pudo consumar su deseo de ser fusilado, tal y como hubiera correspondido por su rango. Así, el 3 de octubre de 1815, quien había intentado iniciar un alzamiento en contra del absolutismo en España era ahorcado en la actual Plaza de España de La Coruña, donde a día de hoy se ha levantado una estatua en su honor.

"Las autoridades absolutistas decidieron que recayera sobre el Marquesito un castigo ejemplar y el 3 de octubre fue conducido vestido de verde sobre un asno al Campo de la Leña, junto a la muralla vieja de La Coruña", relata Pedro J. Ramírez.

Los restos, empero, no pudieron descansar indefinidamente hasta varios años después. Fernando VII, con su más que conocida faceta vengativa, impidió que los restos del rebelde descansaran donde su familia lo requería. Tuvieron que esperar hasta el pronunciamiento de Riego en 1820 para trasladar sus restos mortales desde la capilla de San Roque al convento de San Agustín en pública procesión. 

Cuando el rey regresó gracias a la ayuda del duque de Angulema y los Cien mil hijos de San Luis, los liberales se vieron obligados a ocultar los restos del militar y llevarlos nuevamente a la capilla de San Roque para que, esta vez sí, descansara por toda la eternidad.

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