Como consecuencia de unas simples elecciones municipales que adquirieron el carácter de plebiscito, Alfonso XIII terminó siendo expulsado de España. Su salida de España la realizó desde Cartagena. "Espero que no habré de volver, pues ello sólo significaría que el pueblo español no es próspero ni feliz", pronunciaba mientras se alejaba de su hogar con rumbo a Marsella, para posteriormente llegar a París. Abandonaba el país como un exiliado más; el júbilo de gente se concentraba en Madrid y en las demás ciudades españolas donde celebraban el éxito de las candidaturas republicanas.

Allí se encontraba Pedro Mohíno Díez, un joven de 26 años de ideología republicana que protagonizó una de las fotografías históricas de la España del siglo XX. Con la Puerta del Sol abarrotada de madrileños eufóricos por el fin de la monarquía, el por entonces teniente de Ingenieros subió encima de la capota de un taxi agitando la bandera tricolor. "Le abrazan dos soldados del Ministerio de Marina. Claman Libertad y República. El pueblo contesta a sus aclamaciones. Ni un muera rencoroso. Solo vivas. Vivas a la República y al pueblo", escribe Pedro María Corral en Eso no estaba en mi libro de la Guerra Civil (Almuzara).

Aquella imagen fue inmortalizada por varios fotógrafos que se encontraban en la capital de España. La fotografía más conocida es la que realizó Alfonso Sánchez Portela, conocido por su trabajo como corresponsal en la guerra del Rif, y que a día de hoy se encuentra en el Museo Reina Sofía.

Otra perspectiva de Pedro Mohíno izando la bandera tricolor.

En esa misma fotografía quedó plasmado Mohíno, reconocible por el uniforme. Sin embargo, aquella imagen propició una de las grandes paradojas de una época convulsa como lo fue la Guerra Civil española. Pedro Mohíno Díez fue ejecutado por la propia República tras el golpe de Estado de 1936.

"Gran entusiasmo" tras el golpe

La tan esperada Segunda República colapsó cuando parte del Ejército comenzó a conspirar contra el gobierno del Frente Popular. En el momento de la sublevación, Mohíno se encontraba en Alcalá de Henares, en Regimiento de Zapadores Minadores nº 7 concretamente y acompañado de unos 500 hombres.

"Sabemos que la oficialidad del Regimiento de Zapadores, al que pertenecía Mohíno, había recibido con «gran entusiasmo» las noticias de la radio sobre la sublevación del Ejército en África", relata Corral. De hecho, el teniente coronel Monterde, jefe del regimiento y comandante militar de la plaza, ordenó a Mohíno, que era el capitán de cuartel, que retirase el aparato de radio para evitar "que se encendieran los ánimos".

No obstante, era demasiado tarde. Algunos oficiales se negaron a seguir las órdenes de frenar a los sublevados que se acercaban desde el puerto de Somosierra. El caos cundió en la ciudad de Alcalá de Henares. Pedro Mohíno se había rebelado contra la República pero a su vez portaba una bandera tricolor que consiguió izar en el edificio municipal.

Juicio y ejecución

A los pocos días, los leales al Gobierno controlaron definitivamente Alcalá de Henares y Mohíno y sus hombres se vieron obligados a rendirse. Mohíno asumió toda responsabilidad aunque recalcó en todo momento que se había sublevado "contra el Gobierno, pero no contra el régimen".

"Ha de tenerse en cuenta que en las circunstancias del 20 de julio, fecha de la sublevación de Alcalá, podría quizá aún mantenerse la distinción entre el alzamiento contra el Gobierno o contra la República", matiza Corral. "Pero el 23 de agosto, cuando Mohíno y sus compañeros son juzgados, España está ya en abierta guerra civil con un Gobierno republicano enfrentado a una junta militar golpista que había asumido «todos los poderes del Estado»", añade.

Todo argumento por parte de Mohíno y su abogado fue desechado. Daba igual que hubiese sido aquel mítico abanderado de la Puerta del Sol o que su alzamiento lo hiciera en nombre de la República. Tampoco sirvió de nada el testimonio de uno de sus subordinados, Antonio García Pascual, quien recalcó que Mohíno se sumó a la rebelión para evitar un derramamiento de sangre. García Pascual declaró que Mohíno ordenó que "no se disparase contra ningún hermano, que él salía a la guerra cuando tenía que pelear con otra nación".

El tribunal mantuvo su postura y Pedro Mohíno Díez fue fusilado junto al resto de sus compañeros el lunes 24 de agosto de 1936 en la explanada de la Escuela de arquitectura de la Ciudad Universitaria. "El cadáver de Mohíno fue inhumado al día siguiente en una sepultura de caridad del cementerio del Este, dado que no hubo nadie que lo reclamara", narra Corral. En noviembre de 1940, una vez finalizada la guerra y con Francisco Franco en el poder, el Estado reconoció a la madre viuda de Mohíno una pensión anual de 7.500 pesetas.

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