Para muchos fue el día más feliz de sus vidas. Dependiendo de la zona horaria en la que uno se econtrase, podía ser 14 o 15 de agosto. En resumen, todos celebraban el fin de la Segunda Guerra Mundial. De aquel día es la fotografía icónica de Times Square que retrata a un marinero que reclina sobre su brazo izquierdo a una joven y la besa con pasión. Atrás quedaban las bombas y los eternos combates en el Pacífico contra los japoneses.

Este agosto se cumplen exactamente 75 años de la rendición japonesa y ninguno de los protagonistas de aquella imagen están vivos para relatar a día de hoy lo sucedido. Ni él, ni ella ni tampoco el fotógrafo. De aquella fotografía solo quedan las sonrisas y la felicidad de los viandantes plasmadas para la posteridad. ¿Qué fue de ellos y quiénes fueron?

Quien se encontraba detrás de la cámara no era un cualquiera. Su nombre era Alfred Eisenstaedt y sus negativos reúnen fotografías a personalidades como Thomas Mann, Albert Einstein, Joseph Goebbels e incluso el mismísimo Adolf Hitler. Nacido en Polonia en 1898 y habiéndose formado en Alemania, había participado en la Primera Guerra Mundial como artillero, cayendo herido en 1918, poco antes de terminar la contienda.

Joseph Goebbels (izquierda), se da cuenta de que su fotógrafo es judío. A la derecha, Alfred Eisenstaedt.

La siguiente gran guerra, 20 años más tarde, no la viviría en el campo de batalla. Tampoco en Alemania. Alfred, Eisie para su entorno más cercano, era judío. De hecho, él mismo inmortalizó el momento exacto en el que Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, se percató de que su fotógrafo, es decir él mismo, era judío.

Obligado a marcharse al exilio, inició una nueva vida en los Estados Unidos, donde trabajó en la revista Life durante 40 años. De esta época fueron las imágenes que tomó de Ernest Hemingway, Sofía LorenJohn Fitzgerald Kennedy. Entre tantas celebridades se coló quizá su obra más representativa: El beso.

Su carrera no terminaría jamás. Siguió retratando lo que sus ojos contemplaban hasta el día de su muerte y solo se jubiló cuando el cuerpo le impidió ejercer una jornada de trabajo: se retiró a los 80 años. Un año más tarde, regresó a Alemania. Ya no era un exiliado ni un enemigo. Esta vez volvió para exponer varias de sus fotografías realizadas en la década de los 30. Fallecería a los 96 años en Oak Bluffs, una pequeña localidad del estado estadounidense de Massachusetts, dejando una herencia audiovisual inigualable. 

El beso con la chica equivocada

Para Alfred Eisenstaedt, la fotografía del beso, aunque famosa, solo fue una pequeña parte de su gran obra. Para los protagonistas, todo un acontecimiento que les cambió la vida. El marine en cuestión se llamaba George Mendonsa —tuvo que someterse a un reconocimiento facial para demostrarlo— y llevaba dos años en el Pacífico. Él mismo relató en más de una ocasión cómo se desarrolló el beso de la victoria.

"Fue hace años en Times Square, cuando estábamos celebrando el final de la guerra. Yo llevaba unos tragos… no sabía a quién había agarrado. Sabía que ella llevaba el uniforme de enfermera", relató en su momento. Aquel día, curiosamente, Mendonsa tenía una cita. "Mi hermana se había casado con un tipo de la Marina de Newport, pero él era originariamente de Long Island. Me contaban que sus padres iban desde Long Island a visitarlo y que llevaban a su sobrina. Cuando vi la foto de ella dije 'dios mío, es hermosa', así que mantuve contacto con ella por teléfono", declaró.

Fue en mitad de la cita de ambos cuando, de pronto, se supo la noticia. La guerra había terminado. Los japoneses se habían rendido. "La gente se puso tan feliz… todo el mundo fue a Times Square a celebrar. Había un millón de personas allí. Mi cita y yo entramos en el Childs Bar y el camarero puso todos los vasos en la barra y volcó alcohol en todos. Yo bebí todo lo que sirvió", recordó.

George Mendonsa.

Fue en ese instante, una vez fuera del local, dando tumbos por la principal calle neoyorquina, cuando se cruzó con aquella enfermera. "Si no hubiera tenido puesto ese uniforme, jamás lo habría hecho”, reconoció más tarde, justificándose por lo fortuito de un encuentro que nunca contó con consentimiento por su parte. "Pero lo hice por todo lo que recordaba. Después del beso, seguí mi camino y ella siguió el suyo, no pensó en nada más…".

Si bien es cierto que aquel beso le dotó de un protagonismo que le acompañaría hasta el final de su vida, no fue su beso más importante. La enfermera desapareció de su vista. Su cita de aquel día no. Se casaron y vivieron juntos setenta años en Middletown, Rhode Island. El auténtico mejor beso del marine nunca salió en la foto

George Mendonsa falleció el febrero de 2016, a pocos días de cumplir los 96. Se cayó en la residencia de Rhode Island en la que vivía con su esposa. Así lo comunicó su hija Sharon Molleur, quien escuchó la historia del beso incontables veces pero nunca conoció la identidad de la misteriosa mujer.

En busca de la enfermera

La única protagonista de la imagen es la que más polémica suscita en el debate del momento capturado por Alfred Eisenstaedt. Una mujer llamada Edith Shain se puso en contacto con el fotógrafo alemán en la década de los 70. Aseguraba ser la enfermera besada de su icónica foto.

"El muchacho me agarró y yo cerré los ojos. Le dejé besarme, porque había estado en la guerra, luchando por todos nosotros, y me sentí feliz de hacerlo. Después me dejó sola y me marché", comentó en más de una entrevista Shain, quien tras la guerra trabajó como profesora en Beverly Hills, California. La estadounidense, que por aquel entonces tenía 27 años, murió en 2010. No obstante, su testimonio contrasta con el de Greta Friedman, quien también afirmó ser la misteriosa enfermera.

A la izquierda, Greta Friedman. A la derecha, Edith Shain.

Greta fue tajante y no dudó en criticar el ansia de protagonismo de Edith. "Esa era mi figura, lo que traía puesto y, en especial, mi peinado", explicó en una entrevista del archivo Veterans History Project. Asimismo, Greta habló sobre el momento del beso y la falta de consentimiento del mismo. "Sentí que él era muy fuerte. Me apretaba. No estoy segura del beso. Solo era alguien que celebraba. No fue algo romántico", zanjó Greta. Mucho se ha publicado acerca de la postura de la mujer en la fotografía. La revista Time llegó a escribir que más que una celebración, podría tratarse de un episodio de acoso sexual. Sin embargo, Greta nunca empleó tales palabras.

Greta había nacido en un pueblo a las afueras de Viena el 5 de junio de 1924 y al igual que Eisenstaedt tuvo que huir de su tierra a Estados Unidos. Sus vidas se cruzaron en Nueva York aquel 14 de agosto de 1945, él como fotógrafo y ella como modelo espontánea. 

Se casó con Mischa E. Friedman, un científico del Ejército de los Estados Unidos en 1956, con quien tuvo una hija llamada Mara. Murió en Richmond (Virginia) en 2016, a la edad de 92 años.

Hubo más mujeres que señalaron ser la protagonista de la fotografía más famosa del final de la Segunda Guerra Mundial. También hubo otros marines estadounidenses que indicaron ser ellos los dueños de aquel beso que ha dado la vuelta al mundo. Pero la relevancia de la histórica foto de Alfred Eisenstaedt no radica en sus protagonistas y sus identidades. Presenta la euforia de un momento único en el que el mundo dejaba atrás el conflicto más cruel del siglo XX para dar paso a la celebración y a la paz: al beso de la paz.

Noticias relacionadas