El golpe de Estado de 1936 no fue auténticamente español: hubo una potencia extranjera, la Italia fascista de Mussolini, que ayudó a los conspiradores a derribar los cimientos de la Segunda República desde el principio. Eso es lo que demuestra la última investigación, manejando documentos inéditos, del historiador Ángel Viñas (Madrid, 1941), titulada ¿Quién quiso la Guerra Civil? (Crítica). Se trata de un relato, una tesis "muy difícil de desmontar", según el autor, que evidencia contactos clandestinos de políticos monárquicos como Calvo Sotelo con autoridades italianas y el suministro de aviones que brinda el Duce a una trama que busca establecer en España un sistema similar al suyo, de tintes fascistas. Al final, el azar acabó convirtiendo a Franco en dictador militar, y este arrogándose los méritos de sus compañeros.

En su libro documenta que ya el mismo 14 de abril de 1931, el día que se proclama la Segunda República, se inicia, en una reunión de monárquicos, una conspiración para derrocarla.

No la he inventado yo, es una cosa que se conoce desde hace tiempo. Hay dudas sobre quiénes participaron y si estaba Calvo Sotelo o no. Yo ahí no me pronuncio, pero demuestra que desde el primer momento los monárquicos alfonsinos no tragan a la República y no se avienen con la nueva situación. Lo que no se sabía es que empiezan a conspirar desde ese momento, primero para reunir dinero y luego para ir a la acción.

La constante de los monárquicos, dice, es recabar apoyo exterior. ¿Por qué recurren a la Italia fascista?

Mi tesis es que los monárquicos tienen una idea precisa sobre lo que quieren para el futuro de España, y a medida que van desarrollando sus contactos clandestinos, creo que lógicamente se va perfilando lo que quieren: volver a la situación ex ante, anterior a la República; es decir, a una monarquía autoritaria con tintes fascistas y teniendo un sistema institucional parecido al italiano. El rey en la cúspide y un directorio cívico-militar presidido por Calvo Sotelo; pero en el ínterim, como no pueden vender eso, piensan en una situación intermedia en la que el regente fuera Sanjurjo, pensando también en un modelo fascistizado, con la ayuda italiana. Y yo creo, no lo puedo demostrar porque claro, hay lagunas en los papeles, que eso es lo que le llama la atención a Mussolini. Ve en España la posibilidad de exportar su modelo a un pueblo latino.

¿Cuál es el papel concreto que juega Mussolini? ¿Está en primera línea de la conspiración?

Mussolini aparece en primer término en 1934, con el acuerdo del 31 de marzo. Pero antes de eso hay una historia en la que no sabemos si ya ha tenido contactos con Calvo Sotelo, porque no están documentados, aunque probablemente sí. La única documentación directa es que un amigo de Calvo Sotelo en París le dice a un francés que trabaja para la República que Calvo Sotelo volvió diciendo que se había entrevistado con el Duce. Problema: no he encontrado ningún papel italiano que lo demuestre. Esto no significa nada porque en esta conspiración no hay muchos papeles por parte monárquica ni italiana, hasta ya muy al final. 

Yo establezco la tesis de que Calvo Sotelo era uno de los que lanza la piedra y esconde la mano. Él no se ponía en primer término en las relaciones con Italia y sí ponía a [Antonio] Goicoechea [líder de Renovación Española]. Pero a medida que pasa el tiempo se van intensificando los contactos clandestinos y llegan a su apogeo en el año 35, cuando —¡esto ya sí se sabe porque hay papeles!— Mussolini concede la tercera audiencia a Goicoechea. Hay una aceleración: 34, 35, 36, ¿y por qué Mussolini acelera? Porque ha logrado su primer objetivo, la conquista de Etiopía, que es lo primero. Hasta que no está claro este tema, Mussolini no se mete en España.

A esas alturas ya hay evidencia documental de la participación de Mussolini en la conspiración. Entonces, ¿tuvo un papel relevante?

Relevantísimo. Date cuenta de que Mussolini durante gran parte del periodo de la conspiración era jefe del Gobierno, Duce del fascismo italiano, ministro de Asuntos Exteriores, ministro de la Guerra y ministro de Aeronáutica. Un superhombre, vamos. Estaba en todos los puestos clave. 

Usted documenta el envío de aviones desde Italia a los monárquicos desde esos primeros instantes de la conspiración.

Esto ya lo descubrí en un artículo que publiqué en 2013 en un libro titulado Los mitos del 18 de julio. Encontré los documentos, los contratos romanos, y aquello no fue un punto de salida, sino de llegada de toda una conspiración que es la que defino aquí en la medida de las fuentes documentales.

En esa trama conspiratoria monárquica, ¿fue la figura de Calvo Sotelo la más importante?

Absolutamente. Calvo Sotelo iba ser el 'jefe del Gobierno'. Ahora bien, el plan monárquico dependía de muchas variables. Ellos no tenían en mucha estima la resistencia republicana, creían que se podía vencer rápidamente. Con Calvo Sotelo fuera de combate, se podrían haber apañado; pero no sin Sanjurjo, la pieza clave. No Mola, no Franco. Sanjurjo, lo cual es lógico porque era un teniente general, bilaureado. ¡Era la monda en el Ejército español de la época! Se había sublevado mal en el 32, era demasiado temprano. Para que el golpe tuviera éxito tenía que contar con ayuda exterior y un estado de necesidad, que era dominio directo de la trama civil y, en particular, de los políticos y del ABC, y de toda la galaxia de periódicos relacionadas con él.

Paradójicamente, Calvo Sotelo es víctima de esa violencia a través de la trama civil que impulsan los conspiradores…

A Calvo Sotelo le pegan cuatro tiros unos pistoleros socialistas porque antes se había hecho lo mismo con el teniente de la Guardia de Asalto José Castillo. El que a hierro mata a hierro muere. Me adhiero a la tesis de Ian Gibson, que me parece muy verosímil: han pegado cuatro tiros a un compañero nuestro, le vengamos, sin saber naturalmente lo que representaba. Pero insisto, el golpe podía ir adelante, y fue adelante, bajo la bendición, la bandera y la autoridad de Sanjurjo, que estaba por encima de Mola y de Franco, pero muere en un estúpido accidente de aviación por uno de los conspiradores, que es un piloto de pena, un insensato. Ya lo decía uno de los conspiradores: "Este Ansaldo, este Ansaldo...". Este Ansaldo es un gilipollas.

Mussolini tuvo un papel relevantísimo en la conspiración, quiso exportar a España su modelo fascista

¿Qué opinión tiene de las corrientes que dicen que la Guerra Civil fue consecuencia del terror rojo, de la revolución?

Todo eso son pamplinas. Hubo terror rojo, por llamarlo así, y terror blanco. Hubo, y esto es muy importante, una dura represión del Gobierno republicano. Eduardo González-Calleja ha demostrado dos cosas: en la primavera de 1936, el Gobierno no perdió el monopolio de la violencia coercitiva para mantener el orden. Muchas de las víctimas eran republicanas. ¿Qué significa esto? Que la Guardia Civil, la policía armada y los guardias de asalto pegaban como no te quiero decir. Y el número, que se ha exagerado escandalosamente, fue inferior al del primer bienio. Que había violencia está clarísimo, nadie lo niega, ¿pero quién estaba interesado en provocar un estado de necesidad? No el Gobierno republicano, sino los conspiradores civiles y militares; y los dos van de la mano. Una de las cosas que más me chocó es que desde 1934 había una coordinación estrecha entre la trama civil y la militar. No es que fueran cada uno por su lado, estaban conectadas, pero no se había demostrado hasta ahora.

Resulta muy llamativa esa justificación de los conspiradores de que preparaban la trama para cuando los "revolucionarios" se hiciesen con el poder.

Ellos preparan el golpe prácticamente desde el año 34. Lo único es que al principio no logran calar totalmente en el Ejército, porque hay un sector que defiende el orden constitucional. El hecho es que el Alto mando, en general, permanece fiel a la República. Ellos actúan a nivel de mandos intermedios: capitanes, tenientes, algún coronel… Los generales que se sublevan son gente que viene de la reserva o está vigilada salvo, claro está, Goded, Franco, Queipo de Llano y Mola.

En esta organización de la conspiración, ¿qué papel jugó Franco?

Franco tenía un doble papel: sublevar a la guarnición de Canarias y ponerse al mando del Ejército de África. Eso está conocido y documentado. ¡Ah!, pero Franco se convierte en el Generalísimo el 1 de octubre; entonces él reescribe la historia: no, yo estuve siempre al mando, Sanjurjo era un pobre desgraciado delegado mío… eso era una mentira. Por eso, en esta obra, desde la primera página, muestro a Franco en un nuevo papel, a parte de haber sido un chorizo: impostor. Franco se autoestiliza como la gran magnitud de la conspiración. 

¿Cuáles son esas cosas concretas que demuestran que Franco era un impostor?

En 1945, el Estado Mayor del Ejército publica Historia de la Guerra de Liberación. Este libro fue escrito por los historiadores del Servicio Histórico Militar y escriben con mucho cuidado. A Franco se le presenta un largo cuestionario en 1943 y él contesta al año siguiente. Dice que él era el machito, que Sanjurjo era un delegado suyo y se pone como el deus ex machina (salvador/líder) de la conspiración. Todo eso es mentira. No hay que olvidar que se estaba en una dictadura militar, ¿y qué dice el Servicio Histórico Militar a Franco? "Nosotros somos conscientes de que nuestro deber es defender el régimen actual". Lo dice el coronel director, no lo digo yo. He comparado las preguntas con las declaraciones de Franco y el resultado final tal y como aparece en la obra. Lógicamente, lo que dice Franco va a misa, con una sola excepción: hay una pequeña y sutil referencia a la Junta de generales que funcionó en febrero-marzo de 1936.

Es muy curioso también el hecho de que el general Mola, cuando se mató en accidente de avión, estaba escribiendo una obra sobre la conspiración, de la que nunca se ha sabido nada…

Él estaba escribiendo una historia del alzamiento. Desaparece esa historia, su cuaderno de guerra y sus papeles. ¡Misteriosamente! Dicen las malas lenguas —yo no he visto una orden— que el SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) se incautó de ellos.

¿Se encontrarán alguna vez?

Bueno, ¿se encontrarán alguna vez los papeles de Franco? No los de la Fundación, esos no son. Sería bueno, ¿no? Probablemente, cuando salgan, si salen, alguien los habrá mirado y expurgado convenientemente. Y no significa que sean papeles que él escribiera, sino papeles que le llegaron.

Cuando el golpe de julio de 1936 semifracasa y España entra en armas, en una guerra civil de duración incierta, Hitler brinda su apoyo a los sublevados, ¿pero qué papel juega antes del estallido de la contienda?

Ninguno. Eso ya lo descubrí en mi tesis doctoral, que se publicó en libro en 1974, La Alemania nazi y el 18 de julio, que luego revisé para incorporar algunos datos nuevos en 1977. Luego la volví a ampliar en 2001. No hay ningún... ¡papel! que demuestre la menor injerencia alemana en la conspiración. Ahora bien, levanté la tesis, que mantengo, de que los conspiradores también intentaron acercarse a Alemania pero no consiguieron nada. En otro libro anterior no excluyo que o bien Sanjurjo o el exagregado militar republicano en Berlín, tuvieran algunos contactos con altos gerifaltes del Partido Nazi, pero eso no se tradujo en apoyos. Pero que eso llegar a oídos de Hitler, ni de coña. 

¿Qué mitos desmontan esta investigación?

El mito fundamental: el de que el golpe de Estado fue auténticamente español. Claro, no se iba a sublevar el Ejército italiano en España. Fue una sublevación apoyada por una potencia extranjera y por la potencia fascista revisionista por excelencia. También se demuestra que el golpe es resultado de una conspiración y que los aviones que se mandan a Franco, y no a Mola por circunstancias geográficas y logísticas, es algo que está contratado por los monárquicos desde mucho tiempo antes.

Generaciones enteras que van a votar el 28-A no tienen ni zorra idea del pasado español, ni de la Guerra Civil, ni de la Segunda República, ni del franquismo

El julio pasado, en el 82 aniversario del asesinato de Calvo Sotelo, Santiago Abascal y otros militantes de Vox fueron al monumento al político gallego que hay en Plaza Castilla para rendirle tributo. ¿Cree que existe algún tipo de similitud entre los discursos de uno y otro?

He leído algunos de los discursos de Calvo Sotelo, no todos, porque hay la tira. Las circunstancias son completamente distintas. A mí, con todos los respetos, el discurso de Vox me parece lamentable, despreciable. Así, punto, nada más. Algo pasa en la sociedad española para que tenga eco un discurso tan primitivo, xenófobo, y en mi opinión, despreciable.

¿Será posible que España cuente algún día con un discurso verosímil, más o menos objetivo, sobre la Guerra Civil?

Ese discurso verosímil está ya escrito. Hay un relativo acuerdo entre historiadores profesionales sobre la Guerra Civil en el plano macrohistórico y mesohistórico. Sobre la Guerra Civil se han publicado aproximadamente 50.000 libros. Desde hace 35-38 años, muchos archivos españoles están abiertos, los extranjeros también con excepciones. Se sabe mucho. Yo digo siempre que sobre la Guerra Civil todo lo que se puede decir ya se ha dicho en algún sitio, en algún momento, por alguien. Lo que es importante para el historiador es separar el higo de la paja. Mucho de lo que se ha escrito es basura, no está sustentado por evidencia primaria relevante de época y por consiguiente hay que escribir un relato más depurado basado en evidencia documental y en la literatura que ello aporta.

No está siendo fácil...

Ese discurso ha hundido, sin remisión, el discurso franquista. Eso es algo que un sector de la sociedad española y pseudohistoriadores no están dispuestos a aceptar. ¿Por qué? Porque la democracia española de la que gozamos ha cometido un fallo fundamental: ha sido incapaz de promover un relato verídico acorde con las fuentes y vehicularlo a través del sistema de enseñanza. (...) En la ESO y el Bachillerato el sistema nunca ha dado una visión históricamente fundamental. Los textos no entran, dicen cuatro chorradas cuando no cometen errores… no da tiempo a exponer nada, son los últimos días del curso. Generaciones enteras de ciudadanos españoles que van a votar el 28-A no tienen ni zorra idea del pasado español, ni de la Guerra Civil, ni de la Segunda República, ni del franquismo. En Francia, Bélgica o Alemania el sistema educativo da una interpretación fundada, aceptada por la comunidad científica de lo que fue su pasado. Aquí no, España es diferente.