Venecia

Sinforofilia: díces de la parafilia en la cual la excitación sexual gira alrededor de observar o incluso representar un desastre como un incendio o un accidente de tráfico. Puede que de todas las filias sexuales, esta sea una de las más extrañas y perturbadoras que existen. Encontrar el placer en ver un coche estrellándose o incluso hacer un juego de roles que te coloque en la posición de la víctima es la mezcla perfecta del eros y el thanatos del que tanto habló Freud.

Al psicoanalista le hubiera encantado Crash, la novela de Ballard que se atrevió a llevar a la gran pantalla David Cronenberg hace más de 20 años. El filme se estrenó en el Festival de Cannes de 1996, donde obtuvo el Premio Especial del Jurado por su originalidad y por una propuesta tan atrevida y arriesgada que a muchos les dio la vuelta la cabeza. El propio director nunca pensaba que pudiera levantar la producción de un filme sobre personas que se excitan con accidentes de coche y con una gran carga erótica, así que preparó el guion después de El almuerzo desnudo sin confiar en el proyecto.

Pero los astros se alinearon y hasta consiguió a varias estrellas de los 90 como James Spader, Deborah Kara Unger y hasta Holly Hunter. Ellos son el triángulo amoroso de un filme que tras su pasó por Cannes levantó una polvareda que hizo que el filme fuera censurado en varios países y que sufriera de lo lindo para poder estrenarse en EEUU. Comenzó una campaña para desprestigiarla y se llegó a parar su distribución por considerarla “peligrosa para el público”, según recoge el libro de Martin Barker y Julian Petley, The Crash Controversy: Censorship Campaigns and Film Reception.

Fotograma de Crash

Finalmente la película sí llego a los cines, pero lo hizo con la calificación por edades más restrictiva, la de NC-17 que sólo es superada por las películas pornográficas y que impide la entrada al cine a todos los menores de 17 años. Sólo los adultos que presentaran su DNI podían ver un filme que nació maldito. Las presiones para intentar recuperar las pérdidas de la película, que había costado 10 millones de dólares, hizo que el director se autocensurara y cortara -muy a su pesar- las escenas más polémicas para su estreno en videoclub, donde llegó esta versión que lo bajaba una escala y le daba la calificación R que ya permitía a los menores de 17 años verla acompañados de un adulto.

Aunque no sea una efeméride redonda, este año se ha restaurado y convertido a calidad 4K una versión íntegra y sin censura de Crash, y la Mostra de Venecia ha decidido que se apuntaban a estrenarla, igual que hicieron con la versión cronológica de Irreversible, de Gaspar Noé, que se pudo ver en el Lido la semana pasada. Esta edición ha sido supervisada por el propio Cronenberg junto al director de fotografía del filme que dio a conocer la sintorofilia a los espectadores que se atrevieron a verla.

Holly Hunter en Crash.

Muchos de ellos todavía recordarán varias de sus escenas más provocadoras, como aquella en la que Deborah Kara Unger se excita viendo las cicatrices de su marido e intenta masturbarle en el hospital, o aquellas que incluyen al grupo de fetichistas que conoce el protagonista y que se excita viendo accidentes de coches. Reproducen accidentes de famosos y hasta chocan con sus coches en busca del placer sexual que también encuentran acariciando las abolladuras de sus vehículos como si fueran las suyas propias. El sexo nunca estuvo tan unido a la muerte, y Cronenberg lo muestra además de forma totalmente liberadora, sin que sea incluso una cuestión de género, y sólo de pura excitación. Un placer turbador en el que las prótesis pueden ser un elemento fetichista.

La crítica, por supuesto, acabó polarizada entre aquellos que la consideraron, una obra maestra, como Roger Ebert, o los que la calificaron de “tostón sobrevalorado” y de “estupidez violenta y pretenciosa" como Carlos Boyero. Han pasado más de 20 años y Crash sigue sin dejar a nadie indiferente, y Venecia lo ha comprobado en su propia carne.

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