Málaga

El corto español sigue su paso triunfante por todo el mundo. A la nominación al Oscar de Rodrigo Sorogoyen o los premios internacionales de directores cono Juanjo Giménez o Laura Ferrés, se une el de Irene Moray, que con Suc de Síndria (Zumo de sandía) logró en Berlín el pasaporte para optar a los premios del cine europeo del año que viene.

El trabajo y el riesgo de Moray lo merece, y ahora se ha ratificado en el Festival de Málaga, donde este cortometraje ha dado que hablar gracias a la naturalidad con la que habla de un tema que podía haber caído en el dramatismo y el morbo. Suc de síndria habla de cómo una mujer intenta reconectar con su sexualidad de haber sufrido un abuso, en este caso una violación, pero su alcance es mucho mayor, porque habla sin tabús y con sensibilidad de muchas mujeres a las que una experiencia traumática puede bloquear el placer.

La protagonista del corto busca con su pareja la forma de encontrar el orgasmo. Hablan, se cuidan, se dan placer, y ella intenta echar fuera el trauma que arrastra aunque nadie lo note. La protagonista es Elena Martín, musa del cine de autor made in Cataluña gracias a Las amigas de Agata y su debut en la dirección, la interesante Julia ist.

Fotograma de Suc de síndria.

Moray sólo tiene 26 años, pero con este corto pone su nombre en el foco de la industria. Asegura que este trabajo no tiene un origen concreto, sino que vino de una “inspiración divina”. “Supongo que nace de la voluntad de explicar una relación de pareja sana, una relación donde las dos personas se esfuerzan por ser la mejor versión de sí mismas y hay una horizontalidad y las dos se ayudan a superar sus cositas. También quería construir un personaje femenino capaz de superar un abuso sin que este la defina absolutamente”, explica la directora a EL ESPAÑOL.

Elena Martín entró pronto en el proyecto, y entre ambas cosieron este relato que muestra una relación de pareja que se aleja de las que normalmente “se representan en pantalla y que de alguna manera son tóxicas”. “En la representación de las parejas, se muestran de la forma más tóxica, pero no sólo las que están en crisis, también en las películas románticas sobre inicios luminosos se basan en ideas que no son el respeto, y eso es un poco chungo”, añade Martín.

Todas hemos sufrido algún tipo de abuso en nuestra vida y en nuestra historia sexual. Me atrevería a decir que la gran mayoría de mujeres han vivido eso, y es muy fuerte

La directora descubrió la importancia de la sexualidad después de un abuso, y el bloqueo que suele surgir, cuando era terapeuta de Reiki. “Por casualidad, o no, llegaron a mí muchas mujeres que no podían tener orgasmos o que sólo podían tenerlo con ellas mismas. Eran de diferentes edades, pero siempre que investigabas un poco siempre había un episodio que no tenía por qué ser de violación, pero sí de abuso, de gente que no había respetado sus límites y que en muchos casos eran sus parejas, que hacían cosas que tenemos normalizadas pero que no son normales. El segundo chakra que tenemos es el de la sexualidad, el de los genitales, y cuando se sobrepasan esos límites te bloquea una culpa, un no merecimiento muy grande”.

Para la protagonista fue “muy heavy descubrir que no hace falta haber vivido una violación para conectar de forma directa con esa sensación. Todas hemos sufrido algún tipo de abuso en nuestra vida y en nuestra historia sexual que, por descontado, no se considera que sean nada. Me atrevería a decir que la gran mayoría de mujeres han vivido eso, y es muy fuerte. Yo nunca he tenido una experiencia que se considere violación, pero tengo una sensación física de legado histórico de mujeres que han sido abusadas que es terrorífico”.

Por eso he hecho el corto, para decir que estas mujeres no tienen que pedir permiso para estar bien, que tienen derecho a estarlo. A ser torpes, risueñas… a lo que quieran ser

Una de las escenas más brillantes del corto es en la que la protagonista cuenta, con una naturalidad que sorprende a sus amigos, que ha sido violada, rompiendo el prejuicio de uno de los presentes que cuestiona porque nunca lo descubrieron ni parece una mujer destrozada. Conecta con otro de los trabajos de este año, la obra teatral Jauría, en la que su director Miguel del Arco cuestiona cómo los jueces y la sociedad juzgaron a la víctima de La Manada por no cumplir con lo que consideran el estereotipo de una “buena violada”.

“Por eso he hecho el corto, para decir que estas mujeres no tienen que pedir permiso para estar bien, que tienen derecho a estarlo. A ser torpes, risueñas… a lo que quieran ser. Escribí esto antes de La Manada, pero cuando ocurrió me dolió en el corazón porque me di cuenta de que era importante, y es algo que ha estado muy presente y por eso he querido hilar muy fino”, cuenta Irene Moray, que ha tenido especial cuidado en las escenas de sexo, ya que considera que no ve “en pantalla sexo con conciencia, seguro… real, o se romantiza en exceso o hay una pasión en la que no hay tiempo a que se sienta nada”. Un corto importante, y un paso adelante en una joven realizadora a la que habrá que seguir de cerca.

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