Más de 130 artistas y críticos han firmado una petición para que las instituciones culturales cierren el viernes 20 de enero, día de la investidura del presidente electo Donald Trump. Entre los firmantes aparecen creadores como Cindy Sherman, Richard Serra, Louise Lawler o Joan Jonas y piden a museos, galerías, salas de concierto, escuelas y fundaciones a cerrar en protesta de “la normalización del trumpismo”.

La élite cultural que firma el documento llama a las instituciones a declararse enemigos del próximo Ejecutivo

“No es una huelga contra el arte, el teatro o cualquier forma de expresión cultural. Es una invitación a motivar estas actividades y a repensar estos espacios como lugares en los que producir formas resistentes de pensar, ver, sentir y actuar”, señalan. Sus voces se suman a las críticas de la actriz Meryl Streep, que ha protagonizado la gala de los Globos de Oro gracias a su discurso anti Trump: “Hollywood avanza gracias a los extranjeros y a los que llegan de fuera. Si los echamos a todos, no tendremos nada para ver más que fútbol y artes marciales, que no son artes”.

Los creadores que no se sienten representados por el país que ejecutará Trump en los próximos cuatro años, aseguran mostrarse preocupados por los derechos de las minorías, los inmigrantes, la corrupción y la seguridad. La élite cultural que firma el documento llama a las instituciones a declararse enemigos del próximo Ejecutivo, aunque aclaran que no pretenden callar la crítica contra un modelo social antagónico al que proponen.

Stallone, su favorito

De hecho, estos días Trump ha dejado ver la política cultural de su gobierno: Sylvester Stallone como cerebro que otorga subvenciones. Tal y como informa el Daily Mail, Trump ha pensado en el actor para dirigir el National Endowment for the Arts (NEA), que desde 1965 es una agencia federal independiente que financia, promueve y apoya fondos estatales destinados a museos, ópera, música, danza, diseño, artistas emergentes. Tienen un presupuesto anual de cerca de 148 millones de dólares y la junta de 14 miembros decide en qué proyecto invertir el dinero de todos los estadounidenses.

Para el nuevo presidente, el actor que dio vida a Rocky y Rambo es el mejor perfil -respaldó la campaña presidencia de John McCain en 2008- para “hacer grande el arte”. En una entrevista con Variety Magazine, Stallone reconoció su afinidad también con el nuevo presidente: “Me encanta Donald Trump. Es un gran personaje Dickensiano”.

Stallone ha rechazado la propuesta porque cree que podría ser más eficaz al traer la atención nacional sobre el personal militar que regresa y necesita encontrar un empleo

A pesar de eso, el actor ha respondido estar “increíblemente halagado” por haber sido sugerido para dirigir la NEA, tras declinar la posibilidad. Prefiere las armas a la cultura: “Creo que podría ser más eficaz al traer la atención nacional sobre el personal militar que regresa y necesita encontrar un empleo, una vivienda adecuada y una asistencia financiera que se merecen estos héroes”, ha dicho Stallone.

En su vida antes de la Casa Blanca, Trump no se preocupó en ocultar sus desaires culturales. En 1999 hizo una llamada pública a la censura -amparada por el alcalde Rudolph Giuliani- por una exposición en el Museo de Brooklyn, en la que un artista representó con estiércol de elefante a la virgen María. Declaró que si estuviera en la presidencia del país reduciría los fondos federales para las artes y condenó la instalación como “arte degenerado”. Una expresión original del nacismo. Giuliani aseguró al Times que ese trabajo no era arte, porque podría haberlo hecho él mismo y canceló el contrato de la institución con la ciudad, expulsándola de su espacio durante más de un siglo.

Tengo amigos que gastan ridículas cantidades de dinero en pinturas

En 2013, Trump asume el arrendamiento de la Oficina de Correos de la Avenida Pensilvania, en Washington, y construye un hotel de 270 habitaciones. Entre los ocupantes que se vieron obligados a salir del edificio dos instituciones culturales: la NEA y la Fundación Nacional para las Humanidades. Al anunciar sus planes con el hotel, Trump señaló al Washington Post: “Tengo amigos que gastan ridículas cantidades de dinero en pinturas. Yo prefiero hacer trabajos como éste para hacer algo que el mundo pueda apreciar realmente y que todos en DC puedan sentirse verdaderamente orgullosos”.

El mecenazgo, en cuestión

La filantropía tiene un precio: la generosidad. Cuando la financiación pública recorta su apoyo a las iniciativas culturales, las empresas ocupan el espacio que abandona el Estado. Si les interesa. El mecenazgo está reconocido con desgravaciones fiscales que eximen de pagar impuestos a las empresas que invierten en la sociedad. El modelo de referencia es el sistema estadounidense, cuyos empresarios pueden desgravar el 100% de lo invertido. Hasta que llegó Donald Trump.

El presidente entrante planea reducir los beneficios fiscales de las donaciones de caridad

La pasada semana, el Tax Policy Center -un think tank independiente de Washington especializado en código tributario- señaló que el presidente entrante “planea reducir los beneficios fiscales de las donaciones de caridad”, que podrían incluir la donación de arte a los museos. La razón que aducen es que las ventajas suponen un gasto fiscal mayor al gasto federal directo en museos.

Las ventajas fiscales son decisivas para el mantenimiento de los museos estadounidenses. La ley fiscal permite a estas instituciones eximir de impuestos y recibir donativos. Julián Zugazagoitia, director del museo Nelson-Atkins de Kansas (EEUU), explicaba a este periodista que esas desgravaciones son un impuesto directo, porque es el individuo el que decide dónde va su dinero. “El dinero regresa al Estado, pero ellos toman la decisión y eso les satisface”.

Trump ha nombrado a Wilbue Ross, millonario y coleccionista de arte, como secretario de Comercio

Ahora se cuestiona si las instituciones sin fines lucrativos deben seguir sin pagar impuestos. La prioridad es la recaudación. Hasta el momento, las actividades educativas legitimaban las exenciones, pero se duda si los donativos de obra de arte deberían ser desgravables por completo. Este es el hecho que les ha permitido sobrevivir a los museos en un país en el que no existe el Ministerio de Cultura.

Sin embargo, Trump ha nombrado a Wilbue Ross, millonario y coleccionista de arte, como secretario de Comercio y a Steven Mnuchin -hijo del multimillonario comerciante de arte de Nueva York Robert Mnuchin- como secretario de la Tesorería. Desde este punto de vista, el sector comercial del arte puede estar tranquilo, al menos el uno por ciento de los norteamericanos, los más ricos.

La sostenibilidad de los museos

Los artistas vivos no se verán tan beneficiados, porque la inseguridad ante las políticas económicas de Trump hace refugiarse al mercado en los artistas de posguerra y contemporáneos (Picasso, Albers, Klein, Willem de Kooning...). Los museos tampoco saldrán bien parados si se ejecutan los peores presagios, porque las empresas perderán el interés por desgravar en cultura si no se ven beneficiados en sus inversiones.

El modelo de mecenazgo estadounidense no es aplicable en los museos europeos porque en EEUU

En EEUU, la sostenibilidad de la cultura pública depende de la inversión privada. En Francia, las empresas se desgravan el 60% de los impuestos de sociedades; en EEUU, el 100%; en España, el 35%. Son malos tiempos para mejorar la fiscalidad en Europa, avisó Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte en el Senado, y no ayudará a pasarlos si desaparece el referente estadounidense. Paradójicamente, al tiempo que Méndez de Vigo anuncia que “no será el año para proponer importantes ventajas fiscales”, declara la creación de una nueva Ley de Mecenazgo

Especialistas como Donald Sassoon, uno de los mayores investigadores sobre el desarrollo de la industria cultural europea, autor de Cultura. El patrimonio común de los europeos (Editorial Crítica), asegura que el modelo de mecenazgo estadounidense no es aplicable en los museos europeos porque en EEUU el patrocinio total es posible gracias a los 300 millones de personas. Ese mercado gigante y diverso es imposible en Europa.

Si un museo depende exclusivamente de lo privado, sólo querrá artistas famosos

Además, Sassoon explica en sus investigaciones que el régimen fiscal norteamericano permite a las empresas definir el desarrollo cultural del país: “Si un museo depende exclusivamente de lo privado, sólo querrá artistas famosos”. Para el historiador, la política cultural debería centrarse en patrocinar el disfrute de las artes, no el patrocinio de las artes.

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