París

Montargis es una ciudad situada a 100 kilómetros de París. Apenas cuenta 60.000 habitantes y la vida cultural brilla por su ausencia. Un cine, un teatro, ningún museo. El dedicado a la vida de Girodet y sus contemporáneos debía abrir sus puertas durante el primer trimestre de 2017, pero la inundación que sufrió la recámara en la que 2.800 obras de arte esperaban el momento de ser expuestas tiró por la borda este ansiado evento. Los habitantes de Montargis esperan desde 2012 que el museo termine sus trabajos de renovación, y la catástrofe natural de la que el lugar fue víctima la pasada semana no hará sino alargar esta espera.

Dos horas para evacuar 2.800 obras

Claire Hansen-Béales, relaciones públicas del museo Girodet, viene a buscarme a la estación de tren de Montargis en coche. En unos minutos llegaremos juntas al lugar donde un grupo de restauradores intenta mantener con vida a San Jerónimo Penitente, la obra que Francisco de Zurbarán pintó en 1650 y que se deterioró durante la inundación de la reserva. Antes de arrancar, insiste en que firme un documento a través del cual me comprometo a no desvelar el lugar en el que miles de obras de arte sollozan expandidas en suelos, mesas, estanterías.

Al cabo de dos horas, el agua empezó a entrar y los bomberos nos obligaron a salir de allí, porque el peligro era ya humano

“Cuando recibimos la alerta de posible desbordamiento del canal de Briad, creíamos tener ante nosotros 48 horas para evacuar de esta reserva casi 3.000 obras de arte”, cuenta Claire, precisando que nadie creía que las compuertas del canal colindante cederían a tal velocidad. “En cambio, al cabo de dos horas, el agua empezó a entrar y los bomberos nos obligaron a salir de allí, porque el peligro era ya humano”, continúa arqueando las cejas mientras despega el brazo derecho del volante y lo agita. “Ellos tampoco pudieron hacer nada. Tuvieron que esperar a que el agua dejase de entrar para bombearla, y este trabajo les llevó otras 48 horas”. Mientras tanto, San Jerónimo penitente, miles de dibujos, estatuas y cuadros agonizaban en silencio, en algún lugar de esta antigua caja fuerte cubierta de agua hasta el techo. El museo confiaba en la consistencia de la puerta blindada, que si bien no llegó a ceder causando una destrucción mayor, tampoco logró proteger del desastre a las obras allí presentes.

Estado de las obras tras el desastre de la semana pasada. Alexandra Gil

"El Zurbarán salió de los últimos"

Cuando llegamos a este recinto secreto en el que un grupo de voluntarios realiza desde este lunes los primeros auxilios a las obras más damnificadas, un conserje nos presta una sola llave, que durante una hora va a ir abriendo todas las habitaciones en las que se expanden retales de cuadros, esculturas desmembradas y dibujos irreconocibles.

¿Cuánto tiempo se mantuvieron las obras sumergidas bajo el agua del canal? Las más afortunadas, fueron salvadas dos días después de la inundación de la sala. El rescate comenzó el viernes 3 de junio y continuó durante la jornada del sábado. “La obra de Zurbarán estaba al final de la cámara, por lo que no pudimos sacarla hasta el segundo día”, confiesa esta representante del museo Girodet.

La obra de Zurbarán estaba al final de la cámara, por lo que no pudimos sacarla hasta el segundo día

Tres meses antes, los responsables de la galería habían almacenado el cuadro del pintor extremeño junto al resto, en este subterráneo pegado al museo que las autoridades prestaron a la institución al comienzo de sus obras de renovación. Los restauradores habían terminado de darle una nueva capa de barniz y la habían cubierto con un plástico antes de apoyarla en una de las paredes, al fondo de la caja fuerte. La teoría de que esta envoltura habría favorecido la protección del lienzo ha ido perdiendo fuerza con el paso de los días. “Lo cierto es que, aunque el plástico la protegió de roces, también permitió que el agua sucia que penetró en el interior de la envoltura quedase estancada durante los dos días que tardaron en rescatarla”, explica Claire mientras nos dirigimos a la sala en la que convalece San Jerónimo, más penitente que nunca.

Estanterías donde se secan los cuadros mojados. Alexandra Gil

El pasillo de los horrores

Los pasillos que nos llevan a esta habitación, que el lienzo de Zurbarán comparte con más de un centenar de obras ahogadas, son una oscura exposición improvisada. Cualquier hueco es útil para colocar un dibujo, un busto sin nariz, marcos abandonados, huérfanos de sus pinturas heridas. “Como ve, incluso clasificadores de archivos nos sirven para ir secando las obras”, dice, mientras abre otra puerta en la que una estantería de metal sirve de soporte de los murales de Girodet, pintor francés que da nombre al museo. En todas las salas se levanta una brisa atípica de este lugar escondido; ventiladores de todos los tamaños han invadido el lugar. Hay una prioridad: las obras deben secarse.

A pesar del caos, varios cuadros tienen el privilegio de no compartir habitación con sus compañeros. Se trata de aquellos que desde el día de su rescate manifestaron la presencia de hongos en la capa pictural. Aislarlos de los demás es el único camino que evitaría un contagio masivo. “Con el aire, el moho se expande al resto de las obras, por eso algunas de ellas que están encerradas”.

unque el plástico la protegió de roces, también permitió que el agua sucia que penetró en el interior de la envoltura quedase estancada durante los dos días que tardaron en rescatarla

No obstante, nada impide que la podredumbre de la materia del resto de los lienzos expanda ese hongo letal durante las próximas semanas. Me lo confirma Bertrand Bedel de Buzarein, uno de los restauradores del cuadro de Zurbarán, al llegar junto a éste.

Bloquear el proceso de degradación

“Los bordes se estaban despedazando. El lienzo reposaba sobre un bastidor, pero iba separándose de él a medida que las esquinas se quebraban. La humedad del bastidor hizo al cuadro replegarse aún más sobre él mismo. Por eso hay tantas ondas que sobresalen del lienzo, ¿lo ve?”, dice este restaurador benévolo señalando innumerables deformidades en forma de pico.

“Lo esencial al recuperar este cuadro fue separarlo del todo de su bastidor y extenderlo en este tablero de madera contrachapada”, continúa. Después precisa que el segundo paso consistió en cubrir cada onda levantada con la ayuda de papel japonés, para evitar que esas partes del lienzo se resquebrajasen y terminasen cayendo. “El problema adicional de este cuadro es que estaba pegado a otro lienzo inferior, que le servía de doble soporte para proteger la pintura. A causa de la humedad, encontramos esa lámina secundaria completamente infectada de hongos, por lo que tuvimos que despegarla del lienzo original para que no contagiase a la pintura”, explica.

Los voluntarios trabajan para secar las obras. Alexandra Gil

El restaurador precisa que la parte posterior del Zurbarán fue tratada en un primer momento con alcohol con la finalidad de parar en seco la podredumbre del material y evitar que el moho llegase a la pintura por detrás. “Normalmente, el moho no ha llegado a subir a la capa superior, pero por precaución vamos a volver a tratar la parte de atrás del lienzo con alcohol próximamente”, explica.

El intenso rojo de la túnica que San Jerónimo lucía en la pintura ha perdido vivacidad, aunque no ha desaparecido. Durante los primeros días, el papel japonés absorbió el agua convirtiéndose en una mera capa transparente sobre la pintura. Hoy se adivina un cuerpo humano, el de San Jerónimo, oculto tras un blanco opaco. “Si ahora ve el cuadro así de blanco es porque el agua ha transformado el color del barniz. Una vez que la obra esté completamente seca, podremos proceder a retirar ese manto y comprobar así que el cuadro no ha sufrido daños en la capa pictural”, continúa.

Si ahora ve el cuadro así de blanco es porque el agua ha transformado el color del barniz

La inmensa mayoría de los cuadros allí presentes han sufrido el mismo impacto. Bertrand Bedel de Buzarein me explica que el proceso ha sido similar en las obras siniestradas. “El lienzo y la capa de pintura reaccionan de dos maneras diferentes al agua. Mientras que el lienzo va a tender a tensar sus hilos, la pintura va a inflarse como consecuencia de la humedad”, precisa. “Esto es lo que provoca que muchas de estas obras de arte estén hoy despegadas, y por eso fue tan importante intervenir lo antes posible y proceder al secado de las capas picturales”, concluye.

La portavoz del museo, que zarandea la cabeza mientras observa un centenar de obras de arte luchar por su supervivencia en un lugar perdido de Montargis, me confirma que pasarán meses antes de que el público pueda comprobar el estado final de la obra de Zurbarán.

Estado del cuadro de Zurbarán tras la inundación del museo. Alexandra Gil

“Todavía tenemos que tratar esos picos que se han ido levantando por la humedad”, interviene el restaurador. “Ahora sólo estamos bloqueando el proceso de degradación”, precisa. “Cuando comprobemos que el daño no va a más, tendremos que hacer desaparecer esas deformaciones de la pintura, procederemos a la relajación del lienzo en una habitación húmeda”. Allí lo estiraremos para que recupere su tamaño real y que de este modo desaparezcan esas ondas que se ven ahora en la capa pictural”.

El museo Girodet ha lanzado esta semana una campaña de financiación participativa para tratar de cubrir los primeros gastos de restauración. La portavoz explica que por el momento, los 6 millones de euros que el gobierno francés ha desbloqueado para socorrer a los damnificados por la inundación no incluye los daños causados en las obras del museo, puesto  que esta suma tan sólo socorrerá a los monumentos históricos afectados por la catástrofe.

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