Samantha Hudson es un caso aparte, es un animal purísimo de la gracia, el desparpajo y el espectáculo. Es alegría de vivir: justo lo que necesitamos en esta España grisácea y cada vez más renqueante. Tiene los gestos, el tono de voz, la risa, la salida perfecta; tiene el descaro, la perspicacia, la respuesta chispeante siempre a punto. Una musicalidad única sólo existiendo. Una forma inédita de libertad. Es mejor que el mejor de los personajes de Almodóvar, porque ella es real sin dejar de ser artística, callejera, gamberra y poética. Como escribiría Alvite: “Tú eres un personaje, nena, y los personajes jamás se merecen un reproche, sino una crítica literaria”.

Qué divertida y estimulante es esta “reina de los bajos fondos”, esta “Chavala Vergas”, esta “Miranda Makaroff de los pobres”, como ella misma se bautiza. Ha venido a este mundo a pasárselo bien, a gozar del trayecto, a relativizar esta vida tan tétrica, pesada y repetitiva. Esta vida de mediocres que ella vuelve puro juego con sus performances, con sus canciones, con su manera disparatada, rupturista y lúbrica de ver el mundo.

No es sólo un icono queer, Samantha: es un auténtico regalo para las jornadas de lluvia, para el pago de la hipoteca, para los años sin amor. Es un torrente de energía y creatividad. Es de esas personas que lo son todo, que tienen mil vidas posibles, que metamorfosean y ficcionan el día a día porque están hartas de limitarse a un solo cuerpo, a un solo rol y a un solo destino; que no se circunscriben a ningún sexo, ni a ningún deseo, ni a ningún plan: todo es espontáneo, todo está en marcha y en proceso de cambio, todo puede ser sorprendente al minuto siguiente.

Después de montar el pollo con Maricón, viene a pedir guerra y paz con Dulce y bautizada, su nuevo tema producido por Putochinomaricón, pegadizo como el diablo y con videoclip tronchante y festivo. Aquí Samantha cuenta, de forma satírica, que piensa meterse a monja, que “se acabó el tira y afloja”, que “el Grindr es mi calvario” y que se vuelve pal’ armario. Que no está de moda practicar sexo, vaya, como ya decían las Papa Levante. “El pecado carnal me resulta vulgar / y la lujuria está anticuada”, canta. “Por qué escuchar a Natti Natasha / pudiéndole rezar a Santa Ana”. Pues también es verdad.

Más allá de las coñas, de la trangresión y la ironía, en este tema late una reflexión sobre la hipersexualización y la cosificación que azota nuestra sociedad -fruto de nuestras dinámicas de consumo: el usar y tirar, la obsolescencia, la insatisfacción permanente-. ¿Y si no estamos teniendo sexo porque queramos, sino para sentirnos respaldadas por la mirada de los otros y convertirnos, al cabo, en objetos en el mercado que si no se eligen están muertos? Ahí lo dejamos.

Mientras tanto, la Hudson vive prematuramente su viraje a señorona. Y qué ganas de tomar un vermú con ella, sentarnos en un banco con la boca abierta al sol y ponernos la permanente en la pelu del barrio. Disfruten de sus veinte respuestas. Son como veinte poemitas llenos de dagas. 

¿Quién es Samantha Hudson y cuál es su misión aquí en la tierra?

Samantha es una chica muy normal, casi chica y casi normal. Una rubia de escándalo. Un portento de engendro monstruoso que ha venido al mundo con la única misión de pasárselo bien y entregarse a un hedonismo desenfrenado y absoluto.

Contaste en una entrevista que pasaste de ser “un maricón” a “un maricón pintao” y después a una “señorona”. ¿Cómo es esta evolución? ¿En qué personaje o en qué rol se siente más cómoda Samantha Hudson?

La vida es muy corta para estar tan limitada. Por eso yo me he propuesto trascender los límites de lo absurdo y ser cada día una cosa distinta. Hoy soy un maricón, otro día soy Anne Hathaway, y otro día seré una lancha motora si me viene en gana. Cuando eres una mujer tan moderna, no puedes permitirte el lujo de encajar en un solo estereotipo. La realidad es múltiple y las posibilidades son infinitas.

Te has convertido en todo un icono queer. ¿Por qué por ahora prefieres hablar de ti misma como Samantha, en femenino, y no usas la ‘e’, que también se está reivindicando mucho desde el colectivo LGTBIQ? También es cierto que el otro día, en una entrevista muy interesante que tuve con Valeria Vegas, ella decía que “deberíamos usar el femenino genérico antes de dar el salto de usar la ‘e’”. ¿Qué te parece?

Yo uso el femenino genérico porque me sale de manera natural y me parece más orgánico. Creo que eso depende de cada persona. A mí las dos opciones me parecen igual de subversivas. Pero como buen maricón, no puedo pasar dos segundos sin llamar “tía” a todas mis amigas.

¿Cuál es tu mayor sueño?

Ser una gran súperestrella. 

¿Y tu mayor miedo?

Que me llegue una carta de Hacienda. 

¿Qué es el amor para Samantha Hudson?

Para mí el amor es compartir desde la equidad y el consenso, ya sea con tu pareja o bien con una amiga estupenda. La sociedad concibe el amor como un intercambio de intereses, como una necesidad, una estrategia para suplir una carencia. Yo creo que el amor debería estar libre de pretensiones.

¿Y el sexo?

Un poco lo mismo que el amor. Es placer y disfrute, nada más. Goce y divertimiento. Lo que pasa es que la gente no usa el sexo para pasar un buen rato. De nuevo, se instrumentaliza para saciar una instigadora necesidad de aprobación. Nos cosificamos para ser consumidas por los demás.

¿Qué sabes de los hombres que no sabías con 15 años? ¿Y de las mujeres?

De los hombres he descubierto que no existe ni uno que sepa hacer comedia. Y de las mujeres sé lo mismo que sabía entonces, que son estupendas.

Me encanta que te definas como la ‘Miranda Mkaroff de los pobres’. ¿La clase obrera necesita divas? ¿En qué debería consistir una gran “reina de los bajos fondos” y de la clase curranta y trabajadora?

Yo apoyo y defiendo a tope el comunismo, pero creo que a tanta ideología le hace falta “un toque femenino”. Estoy harta de que el marxismo se asocie a una imagen tan sobria y austera, y en parte creo que se debe a esa caricaturización que sufrimos las personas queer o femeninas. Da la sensación de que no puedes tener ideales anticapitalistas y ser una mamarracha al mismo tiempo.

A las personas “horteras” y que “llamamos la atención” siempre se nos tilda de ridículas, e incluso desde algunos partidos de izquierdas se nos considera “una distracción creada por el sistema”, como si por ser un circo ya no hubiera que tomarnos enserio. Existe la gente queer de clase obrera y no tenemos por qué encajar en un esquema normativo ni moderar nuestra estética para demostrar que tenemos discurso. Ser coquetona y luchar contra el capital son dos cosas que pueden ir de la mano.

¿Cuáles son tus referentes, quién te inspira?

Manuela Trasobares es la mujer que más me inspira. Pero aparte de ella no sabría mencionarte ningún referente en específico. Creo que el genio creador puede estar en cualquier sitio. Entonces, lo mismo veo a mi madre y escribo un álbum, que me veo un episodio de Peppa Pig y me inspira un lookazo. La inspiración ocurre de repente y creo que es importante estar abierta a cualquier cosa.

¿Cómo recuerdas tu infancia?

Pues muy agradable y amena, la verdad. Por parte de mi familia, siempre me he sentido muy respaldada. Y tampoco se podría decir que he sufrido un acoso excesivo en el colegio o fuera de mi entorno. O tal vez sí. Quizás si pasé por algunos episodios traumáticos en mi infancia. El caso es que como son cosas que ya no me perturban, hace tiempo que decidí dejar de contemplarlas.

¿Cómo esperas que sea tu vejez?

Pues impresionante y divertidísima. Me muero de ganas de cumplir 73 años y ser la típica cucurruta que se pasea por el barrio saludando a las vecinas y haciendo recados todo el rato. De hecho, ya he empezado a practicar. Se podría decir que mi día a día es un simulacro para convertirme en la vieja más chula del mundo.

¿Qué relación tienes con dios y con la Iglesia? Los metes mucho en tus temas de forma sarcástica y divertida, pero no sé si tuviste, quizá, una educación religiosa o cómo te has relacionado con la espiritualidad en tu vida.

Con 11 años pasé por una etapa de devoción absoluta. Estaba obsesionada con la castidad y la fe cristiana. De hecho, desarrollé una serie de complejos muy tortuosos en relación con el sexo por culpa de este sentimiento religioso desbocado. Me creía literalmente que la masturbación era un pecado. Si me tocaba aunque fuera lo más mínimo, sentía que iba a ir al infierno. Luego me di cuenta de que mi verdadera religión era Lady Gaga.

A día de hoy, creo que la fe no tiene por qué tener nada de malo. Creer en una fuerza superior a veces es nuestra única alternativa para afrontar unconflicto. El problema son las instituciones corruptas y la ortodoxia absoluta. La Iglesia tiene que avanzar y ajustarse a la moralidad y las cuestiones sociales de nuestra época, sino, se produce un desfase y su discurso resulta ofensivo y anticuado. Renovarse o morir, chica.

En esta nueva canción hablas satíricamente sobre meterte a monja y estar cansada del sexo y de Grindr, pero en el fondo ahí también hay una reflexión sobre la hipersexualización que vemos presente en toda la sociedad y en el consumo de cuerpos (estilo neoliberal) con el que tratamos un poco a la peña como de usar y tirar. ¿Cuáles son los errores que le ves a esta nueva manera de entender el mundo?

Hemos pasado de una estigmatización del sexo y un celibato absurdos a una vorágine de hipersexualización aún más absurda. No podemos abordar las relaciones sexoafectivas de una manera tan sumamente consumista. Da la sensación de que la gente ya no tiene sexo por unos intereses genuinos, sino por acumular el mayor número de conquistas posible y poder reafirmar continuamente su atractivo.

Nuestra felicidad no puede depender de la libido que despertemos en el resto. Enfocar las relaciones desde la carencia siempre es un error. Nos sexualizamos hasta la saciedad por una necesidad de aprobación constante, porque el sistema nos ha enseñado que solo somos válidas si somos aptas para el consumo.

Si Samantha Hudson fuera dios por un día, ¿qué sería lo primero que haría?

Otorgarle la capacidad del habla a los simios. Estoy harta de no poder follarme a un gorila solo por la barrera lingüística.

En el fantástico videoclip, hay un momento en el que a la prota se le cae el bolso y aparece un vibrador y una foto de ... ¡¡Arturo Valls!! ¿Cuáles son tus grandes mitos sexuales? Y, por el contrario, ¿quién es la persona que menos te pone de toda España?

Yo no tengo impulso sexual por ningún hombre. Por eso me veo obligada a inventarme obsesiones por personajes tan pintorescos como Arturo Valls, Pablo Motos o Alberto Chicote. Así que no puedo decirte ni una cosa ni la otra.

¿Qué opinas de la disputa que existe ahora mismo entre el feminismo radical y el feminismo transinclusivo a partir de la Ley Trans?

Me parece absurdo frenar el progreso. Y todo por una serie de conjeturas absurdas basadas en un miedo irracional. ¿A qué? ¿A que se desate una oleada de hombres travestidos que se cambien el género en el registro civil para poder violar a mujeres en los lavabos? Los hombres ya asesinan, violan y agreden a las mujeres, todos los días, a todas horas y sin necesidad de recurrir a ninguna ley para poder hacerlo. La Ley Trans lo único que quiere es garantizarle unos derechos básicos y fundamentales a un colectivo sumamente vulnerable y discriminado.

Por no hablar de que si tú te aprovechas de una ley para quedar impune frente a un delito, estás incurriendo en un fraude legal, y eso está contemplado en los “polémicos” borradores. Si tu discurso coincide con el fascismo, tal vez estés haciendo algo mal. El feminismo transinclusivo sí contempla a las mujeres cis, esa es la gran diferencia entre las dos posturas. Uno aboga por los derechos de todas, el otro alimenta los discursos de odio.

¿Cuáles son tus performances para mosquear a los señores peperos, a la derecha? Decías que has entendido que no vale la literalidad, que hay que jugar.

Yo me esfuerzo en darle teatralidad al asunto, pero no hace falta ser tan estrafalaria para importunar a toda esa gentuza retrógrada. Les basta con mi existencia. Ser yo misma ya es suficiente performance.

¿Cuál es tu bar favorito de Madrid?

El transporte público, porque al no haber restricciones de aforo, puedo juntarme con todas mis amigas sin que sea un delito.

¿A quién harías ministro o ministra de Cultura? (No tiene que ser nadie de la política, sino quien tú quieras).

A Leticia Sabater, que es la Beethoven de nuestra época.

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