"En la posada del fracaso, donde no hay consuelo ni ascensor, el desamparo y la humedad comparten colchón. Y cuando por la calle pasa la vida como un huracán, el hombre del traje gris saca un sucio calendario del bolsillo y grita: ¿quién me ha robado el mes de abril?". Esta canción mítica de Joaquín Sabina, escrita en 1988 -parece que fue hace una vida- ha recuperado total vigencia hoy, que estrenamos mes y no pinta mágico: desde por la mañana lleva el de Úbeda siendo trending topic. Los españoles se han puesto nostálgicos: van más de dos semanas de encierro y no parece, ni de lejos, que esto vaya a acabar pronto.

Se está haciendo cuesta arriba la cuarentena, así que han tirado de clásicos para sentirse acompañados y quejarse un poco en voz alta, que siempre es expectorante: "¿Quién me ha robado el mes de abril, cómo pudo sucederme a mí? ¿Quién me ha robado el mes de abril? Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón...".

El tema recoge varias situaciones desgraciadas, los cuentos pequeños de varios perdedores porque sí, de esos que no lo merecían pero se comieron un marrón, de esos que merendaron crueldad gratuita, sin moraleja posible. Quizá como nosotros en este momento.

"La chica de BUP casi todas las asignaturas suspendió el curso que preñada aquel chaval la dejó. Y cuando en la pizarra pasa lista el profe de Latín, lágrimas de desamor ruedan por la página de un blog, y en él escribe: quién me ha robado el mes de abril", canta Sabina. Y hay más: el marido de su madre en el último tren se largó "con una peluquera veinte años menor": "Y cuando exhiben esas risas de Instamatic en París, derrotada en el sillón se marchita viendo Falcon Crest mi vieja, y piensa...".

Intrahistoria de la canción

Es una canción para los derrotados, para los incomprendidos, para los que lo intentaron y fracasaron por causas que eran más fuertes que ellos o que se les escapaban. Hoy nos sienta como un traje.

¿Cuál es la historia de esta canción? Bien: pertenece al sexto disco de Joaquín Sabina, El hombre del traje gris, que, aunque no fue uno de sus álbumes más vendidos, resultó emblemático al ser el primero en el que colaboró -y escribió- con Antonio García de Diego, que se convertiría en su compadre a partir de entonces. Fue el primer disco producido por el propio Antonio García de Diego, Pancho Varona y Joaquín Sabina, productores habituales a partir de entonces.

Para componerlo, Joaquín se recluyó durante un tiempo en el Monasterio de El Paular. Algunas canciones fueron escritas en Madeira, Las Palmas; y algunas otras en "ciertos bares de Madrid de cuyo nombre no quiero acordarme".

La canción que nos ocupa no fue más que un cargo para la BSO de una película de 1988 que protagonizó Alfredo Landa, Sinatra, en la que el actor encarnaba a un tipo que se ganaba la vida en Barcelona imitando al bueno de Frank. Otro gran hundido: su mujer le abandonaba, él acababa en una pensión... Este dramón contaba, entre su reparto, con actrices como Maribel Verdú y Ana Obregón. Hasta el propio Joaquín Sabina hizo un cameo caracterizado como Groucho Marx.

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