Hacía años que Miguel de la Quadra-Salcedo había cambiado las jabalinas y los discos, la pista de ceniza de Ciudad Universitaria, por los micros y las cámaras de televisión. Viajó en 1974 el periodista y aventurero hasta el Líbano, donde iba a entrevistar a los los líderes del movimiento palestino Al-Fatah en sus campos de entrenamiento. Allí, el estallido de una granada provocó que una esquirla perdida impactase en su brazo derecho. No quiso arrancarse el trozo de metralla y dejó cicatrizar la herida. Desde entonces, las alarmas de los detectores metálicos de los aeropuertos siempre saltaban a su paso.

Esa 'marca de guerra' permaneció en el cuerpo de Miguel de la Quadra hasta el mismo día de su muerte, el 20 de mayo de 2016. "Mi madre me dijo que estaba loco, pero cuando falleció cogí una pequeña navaja, le hice un corte en el brazo y le extraje la esquirla", recuerda ahora su hijo Rodrigo de la Quadra-Salcedo, el mayor. Y es él quien la conserva: la lleva colgada al cuello, como si se tratase de un talismán. No se la quita nunca. Es la carne de su padre. Un pedazo de metralla con un valor sentimental incalculable.

Por eso este objeto minúsculo no forma parte del legado que la familia del atleta, reportero y fundador de la Ruta Quetzal, un pionero en todos los campos de la cultura y el deporte españoles, ha entregado al Museo de América, situado a escasos metros de ese complejo atlético donde Miguel ingenió un novedoso estilo de lanzamiento de jabalina a la española con el que pulverizó el récord mundial —lanzó diez metros más allá de la mejor marca pero las autoridades competentes lo anularon por la peligrosidad del giro— y que le recuerda con una preciosa escultura de Víctor Ochoa. Unos 20.000 tesoros, artilugios y fotografías de los cuales se han seleccionado cerca de dos centenares para montar una deliciosa exposición con la que homenajear a un hombre que vivió una aventura constante.

Vista de la exposición sobre Miguel de la Quadra-Salcedo, 'Una vida de aventura'. Efe

La muestra da comienzo con los hitos deportivos de De la Quadra, un perito agrícola que se convirtió en el rey del sector de lanzamientos del atletismo español: en la misma temporada pulverizó las plusmarcas nacionales de disco, martillo y jabalina —varios de los artefactos que utilizaba se pueden ver en la exposición—. Fue olímpico en Roma 1960, y antes había jugado al waterpolo y competido con la sección de halterofilia del Real Madrid. Un todoterreno.

Porque el deporte fue el pilar de la vida de Miguel de la Quadra-Salcedo, sin lo que el resto de su herencia no se entendería. En los Juegos Iberoamericanos que se celebraron en Chile en 1960, el joven inquieto vio disparada su curiosidad por el continente sudamericano. Se empeñó en obtener permiso para desplazarse hasta la Isla de Pascua y conocer a los nativos, un objetivo que logró después de que la Federación Atlética de Chile emitiese una insólita autorización en la que se le encomendaba la misión de "difundir y despertar el interés de los isleños por la práctica de los deportes, especialmente del atletismo". Su mejor embajador posible.

El Amazonas y la anaconda

Como periodista de TVE, De la Quadra cubrió guerras como la del Congo (1964), Nigeria (1970), Vietnam (1972) o Israel (1973), y acontecimientos históricos como la muerte del Che Guevara, el golpe de Estado de Pinochet o el regreso de Perón a Argentina. Estaba siempre en el foco de la noticia, colocándole el micro al Dalai Lama —con quien tiene una foto que le sirvió como una especie de pasaporte en los países budistas—, al papa Pablo VI o al dictador etíope Haile Selassie, a quien tocó para ponerle el micro cuando fue a entrevistarle en 1974, un acto penado con la muerte. Él se libró.

Pero la exposición, montada precisamente en el Museo de América y en colaboración con el Ministerio de Cultura, dedica la mayor parte del recorrido a la relación del aventurero con Latinoamérica y sus comunidades indígenas. Durante su estancia de la Isla de Pascua, fue anotando en sus cuadernos las diferentes pinturas que estas gentes se realizaban en los rostros, y también recopiló algunas piezas talladas en madera que reflejan las tradiciones y la mitología de los habitantes nativos, como las maracas de los chamanes o imágenes escultóricas de sus ancestros. Un tesoro que ni el mismo museo poseía.

Miguel de la Quadra en Isla de Pascua en 1960. Archivo familiar

Luego pasó tres años en las profundidades del Amazonas, relacionándose con los huambisa, los macu, los shipibo o los ticuna. Estudió botánica y la vida cotidiana de estas tribus, además de pelearse en una ocasión con una anaconda gigante a la que acabó estrangulando. De ello da constancia una foto histórica tomada por el guía local que le acompañaba, a quien le aterrorizaba el ruido del motor de la cámara, en la que De la Quadra parece una suerte de Sansón invencible. Le arrancó la piel y la conservó durante muchos años en su casa, en Madrid, aunque el paso del tiempo la ha terminado carcomiendo.

Muchos de los objetos etnográficos que el aventurero fue recolectando durante sus viajes los amontonó en su jardín o se convirtieron en los juguetes de sus hijos, como las flechas que ahora Rodrigo de la Quadra lamenta haber estropeado. "Decía que volver al Amazonas era como estar en casa. A mí me llevó con 4 años y he vuelto varias veces más. Y tenía toda la razón: es como estar en casa", revela su primogénito.

El ministro Girao y el hijo de Miguel de la Quadra, Rodrigo, durante la inauguración de la muestra. Efe

"Fue un personaje que desarrolló una ingente labor de comunicación social y divulgación cultural", explica José Girao, ministro de Cultura y Deporte, también presente en la inauguración de la muestra. "Su labor fundamental fue la creación de la Ruta Quetzal, que duró 31 años, un proyecto de toda una vida con la que más de 10.000 jóvenes de 20 países descubrieron el subcontinente americano. Y esta donación de su familia es inmensa".

Allá a donde fuese, Miguel de la Quadra Salcedo iba con las maletas llenas de libros para tratar se saciar su curiosidad infinita. Fue un personaje irrepetible, precursor en todos lo campos, un genio para el deporte, para la sociedad y para la cultura. Incluso dejó marca en Hollywood, al participar como extra, al lado de Richard Burton, en la película Alejandro Magno (1956), dirigida por Robert Rossen. De la Quadra, obviamente, era el encargado de instruir al conquistador en el manejo de la lanza.

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