Un grupo de radicales, barbados y vestidos de negro, afloran del desierto. Se dirigen a Palmira y la emprenden a golpes con el templo de Atenea y sus estatuas. ¿Son terroristas del Estado Islámico en el siglo XXI? No, son fundamentalistas cristianos del siglo IV. No se puede leer sobre aquel período y no pensar en el momento actual. Como hoy, el fanatismo de aquella época se dio predominantemente en el norte de África y regiones como Siria; destrozaban el patrimonio artístico y lo celebraban. De esto trata el ensayo en el que la británica Catherine Nixey describe la extinción de la filosofía en la hoguera del fanatismo: La edad de la penumbra. Cómo el Cristianismo destruyó el mundo clásico (Taurus).

Los seguidores de Cristo comenzaron una guerra sin cuartel ideológica, propagandística y sangrienta para acabar con todas las creencias que ellos creyeron contrarias o desafiantes. "Hubo varios momentos de persecución a los cristianos, es cierto. Pero el cristianismo en aquellos siglos fue mucho más perseguidor que perseguido. Los romanos no eran totalmente tolerantes, pero al menos permitieron que el cristianismo conviviera. Se han recogido testimonios que muestran a dirigentes imperiales intentando convencer a los cristianos para que no se dejen matar. No era su propósito. Los cristianos, en cambio, arrasaron el mundo que ellos llamaban pagano" detalla la autora.

Fueron muchas las personas que se convirtieron a la religión de Cristo sin que le influyese el horror. La religión romana necesitaba de templos, de lugares de culto, pero los cristianos derribaban sus templos para el número de ceremonias. Luego llegaron las leyes romanas contra los paganos. "Y hubo miedo, terror a la violencia contra ellos".

Los líderes religiosos, conocían ese miedo y lo instigaban. "San Agustín y San Martín decían que era la voluntad de Dios. No veían aquellos templos clásicos, ni siquiera, como algo bonito o estético. Para ellos eran obras de Satanás" afirma la británica. Para los cristianos, aquella aniquilación fue un triunfo en el sentido romano de la palabra: una victoria militar total, violenta, agresiva. El enemigo había caído por completo y sin posibilidad de resurgir.

El fin de la filosofía

El cristianismo supo mirar y también adoptó cosas del mundo clásico. La filosofía clásica, por ejemplo. "Los filósofos que hoy conocemos son los que preservó la Iglesia". Eran intelectuales que odiaban la cultura clásica y aún así la preservaron, pero ellos fueron unos elegidos, ya que la norma fue la inmensa aniquilación de la filosofía llevada a cabo.

Los intelectuales de la época quizás pecaron de prepotentes ignorando o menospreciando una religión que para ellos no valía la pena ni rebatir, porque sus creencias no se basaban en experimentos u observaciones. Fue este pensamiento el que finalmente acabaría con la mismísima Academia de Atenas y sus filósofos.

Academia de Atenas

Voces como la de la famosa matemática Hipatia que murió desollada viva quedaron en silencio para siempre. "Los cristianos creían que era una criatura satánica porque usaba símbolos matemáticos de apariencia demoníaca. Unas décadas después, comenzaron la persecución contra los filósofos no cristianos de la ciudad, y como era de esperar, los conocimientos filosóficos disminuyeron precipitadamente. Una de las pérdidas más irreparables fue la destrucción de la Gran Biblioteca de Alejandría", describe.

"Sólo algunos valientes como el filósofo Celso en el 170 d.C. lanzaron ataques contra esas creencias que consideraban irracionales. Desde la supuesta virginidad de María a la doctrina de la resurrección. Celso describió a los cristianos como estúpidos y al Antiguo Testamento como basura en una época que empezaba a ganar importancia entre las élites la teoría del atomismo de Demócrito", quien consideraba que el mundo había sido creado por la colisión y la combinación de átomos.

La desaparición de todas las obras del pensador griego Demócrito fue otra de las grandes tragedias intelectuales derivadas del colapso de la antigua civilización clásica. Fue él quien dijo que no había necesidad de temer a los dioses porque el mundo está hecho de átomos, que se unen y se separan, recuerda Catherine Nixey.

Derrotados

Las derrotadas estatuas de Palmira hablan de atrocidades. Sus mármoles ojos han visto con inmovilizado horror cómo los hombres se lanzaban contra ellas en nombre de una fe que no compartían. Durante los siglos IV y V la Iglesia cristiana demolió, destrozó y fundió una cantidad de obras de arte simplemente alucinante. El cristianismo triunfó destruyendo mucho más que la cultura clásica, lo consiguió imponiendo un nuevo modelo que premiaba la fe y condenaba al conocimiento.

El templo más hermoso del mundo, el Serapis de Alejandría, fue arrasado por orden del obispo Teófilo. Tampoco se salvó el Museion, el templo dedicado a las musas. Es una lista interminable de atentados imperdonables. "Ese desafortunado período presenció la mayor destrucción de arte que la historia humana haya visto jamás, desde Antioquía a España".

En términos de cultura, nunca recuperaremos lo que se perdió. Se estima que el 90% de toda la literatura clásica se desvaneció en los siglos posteriores a la cristianización. La famosa hoguera de las vanidades de Savonarola en el Renacimiento parece una broma insignificante al lado del conocimiento que desapareció para siempre entre las llamas de los cristianos que pretendían enviar al infierno la sabiduría clásica.

Palmira, antes del ISIS EFE

El éxito del cristianismo armó la ignorancia y el fanatismo. Algo que se debió a una mezcla de leyes, retórica y violencia. "A medida que transcurría el siglo IV, cualquiera que hiciera sacrificios a los antiguos dioses podría, según decía la ley, ser ejecutado. Con la ley a su favor, los pensadores cristianos encendían la llama del terror". San Agustín, por ejemplo, exclamó: “¡Toda superstición de paganos debe ser aniquilada. Es lo que Dios quiere, Dios ordena, Dios proclama!. No es crueldad sino bondad vencer con varas a quienes tienen creencias incorrectas”. Otro ejemplo se podría encontrar en la ciudad de Harran, las personas que no se convirtieran serían ejecutadas y sus extremidades colgadas en la calle. El liberalismo ideológico tenía muy difícil el poder sobrevivir en un mundo así.

Todo cambió por orden casi divina, cuando el emperador Constantino legalizó el cristianismo proclamándose como el apóstol trece por las Iglesias orientales. Fue ahí cuando abrió quizás sin saberlo, la caja de Pandora. "No sólo fueron atacadas las piedras, pronto todos tuvieron que ser cristianos o pagar un precio -muy alto- por ello. Los que han pasado a la historia con la etiqueta de paganos fueron perseguidos de todas las maneras posibles: legal, financiera y físicamente. En cambio, los que empuñaban martillos y piedras no fueron vistos como criminales, al contrario, se les elogió y santificó" concluye la escritora.

Los vencedores escriben

"En tan solo un siglo, los cristianos pasaron de ser el 10% al 90% de la población del imperio. Los números se invirtieron gracias a las personas que se convirtieron felizmente a la religión cristiana, pero sobre todo a causa de la violencia y a su hermana aún más eficiente, el miedo a la violencia", alega la autora. No solo se abatieron las estatuas de Palmira, también cayeron las del Partenón de Atenas y se desfiguraron las imágenes del templo egipcio de Dendera, dedicado a la diosa Hathor.

"No todos los manuscritos se redujeron a cenizas. Algunos se rasparon para aprovechar los caros pergaminos “con temas mas elevados”. San Agustín escribió aclaraciones de los Salmos sobre del único ejemplar que quedaba acerca de la república de Cicerón. Otro fue una obra biográfica de Séneca que desapareció al calcar un Antiguo Testamento", recoge.

Así pues, los aires de grandeza de los cristianos golpearon sin piedad los cimientos de la civilización conocida hasta entonces, cuya debilidad era la pluralidad. El mundo clásico fue tambaleándose hasta terminar hecho añicos. De los restos, el cristianismo construyó su nuevo mundo, levantando iglesias de los mármoles de los templos destruidos. La historia la escriben los vencedores, y la victoria cristiana fue absoluta.