El lenguaje vuelve a construir realidad, esta vez perversamente: Comisiones Obreras ha denunciado la discriminación de género que están sufriendo las trabajadoras de Aceites y Energía Santamaría, quienes no han cobrado sus atrasos, según señala la empresa, porque el texto del convenio establece que hay que pagar a los “trabajadores”, no a las “trabajadoras”. Este abuso laboral ha vuelto a colocar la pertinencia del lenguaje inclusivo -o no- en el centro del debate. Especialmente, porque la activista feminista Alicia Murillo, colaboradora de Pikara Magazine, ha compartido la noticia en sus redes sociales y ha interpelado a la Academia: “Como la RAE vuelva a decir que el lenguaje inclusivo no sirve para nada, ponemos a sus miembros (y miembras) a trabajar en esta empresa”, ha sostenido.

El community manager de la RAE, encargado de resolver las consultas lingüísticas de los usuarios de Twitter, ha desatado el zafarrancho con su respuesta: “Quizá la insistencia en afirmar que el masculino genérico invisibiliza a la mujer traiga consigo estas lamentables confusiones”. La cuenta oficial de la Academia sugiere, así, que el hecho de que haya sectores del feminismo que cuestionen el uso del masculino universal es lo que ha ocasionado esta “confusión” por parte de la empresa. Las respuestas no se han hecho esperar. La propia Murillo ha increpado a la RAE: “La madre que os parió. Femenino singular”, y ha señalado que se acababan de “marcar un ‘la culpa es de las madres, que las visten como putas’ de manual”.

No es una polémica nueva. La RAE, amén de recordar que el masculino es universal, sostiene que el uso del lenguaje inclusivo es “artificioso e innecesario desde el punto de vista lingüístico”. Aboga por la llamada “economía del lenguaje”: es decir, por no detenerse en nombrar a “alumnos y alumnas”, a “ciudadanos y ciudadanas”, o a “trabajadores y trabajadoras”, sino por usar “alumnos”, “ciudadanos” y “trabajadores” como única forma correcta. El masculino genérico es la forma que admite la Academia, a pesar de que el número de alumnas, ciudadanas o trabajadoras sea superior al de alumnos, ciudadanos o trabajadores. También recuerda la existencia de palabras como “alumnado” o “ciudadanía” para incluir a todos y todas, pero no resuelven todos los casos. ¿Qué hay de “trabajadores”, el concepto rey del caso que nos ocupa?

Género neutro (y la -e)

En esta discusión se ha incluido, antiacadémicamente, la posibilidad de emplear el “género neutro”, que en lugar de depender de la “a” o la “o”, lo haría de la “e”. Es la reivindicación también de las personas de género no binario, es decir, las que no se sienten ni hombre ni mujer: este colectivo exige el uso del pronombre “elle” en lugar de “él” o “ella”, y la terminación -e. El tercer sexo lleva tiempo pidiendo su lugar en la RAE y en los documentos oficiales.

El detalle de la respuesta de la RAE que ha molestado al activismo es que ha usado el concepto “masculino genérico” en lugar de “género neutro”, que es lo que viene defendiendo. Así se lo ha preguntado una usuaria: “¿No decíais que no existe el masculino genérico; que era género neutro?”. La RAE ha contestado: “El masculino gramatical, al ser el término no marcado por la oposición de género, funciona en nuestro sistema, como en el de otras muchas lenguas, como término inclusivo para aludir a colectivos mixtos, o en contextos genéricos o inespecíficos”.

Guías no sexistas (y feministas)

El Instituto de la Mujer atiende esta llamada del feminismo y ha llegado a recopilar guías sobre el uso del lenguaje no sexista: “El lenguaje crea imaginarios y realidad, es por ello que muchas autoras y autores, así como grandes instituciones, han trabajado por acercarnos a un uso más igualitario del mismo”, esbozaban en la introducción. Los manuales incluyen cambios tales como “corregir el enfoque androcéntrico de nuestras expresiones”. Por ejemplo, si el uso habitual es “en la fiesta, los médicos y sus mujeres”, el uso recomendado es “en la fiesta, el personal médico y sus parejas”. Proponen crear referentes femeninos. Por ejemplo: si el uso habitual es “el ganador obtendrá un televisor”, el uso recomendado es “la persona que resulte ganadora obtendrá un televisor”. Otros puntos son la ruptura de estereotipos -dejar de decir “el coche de papá” para hablar de “el coche familiar”- o el uso de las barras -ahí “profesor/a”, “decano/a”, etc-.

Ahí las reyertas, a este respecto, con el “portavoza” exigido por Irene Montero o el “miembras” de Bibiana Aído o Pedro Sánchez, más de actualidad que nunca ahora que el nuevo presidente ha recuperado el Ministerio de Igualdad. El director de la RAE, Darío Villanueva, ha dejado clara su postura: el uso de términos como “miembra” es “peligrosísimo”: “El lenguaje es un ecosistema y si lo alteramos repercute en todo el equilibrio general. Si se llama ‘miembro’ a los hombres y ‘miembras’ a las mujeres, habrá que empezar a llamar ‘miembros’ a los brazos y ‘miembras’ a las piernas”.