Trabajó como panadero y camarero en Valladolid, pero desde hace años reparte otro tipo de placeres -comparables a la viena recién hecha y al carajillo de la lucidez-: chistes que no se meten con nadie, cápsulas de humor -dice- sin ideología. La transversalidad, ese sueño. Se descojona de lo que nos apela a todos. La moda de los cachas, el espíritu del cateto que viaja a lugares exóticos, el "hay un poco de gintonic en tu vaso de fruta". No toca política ni religión. Ah, fútbol tampoco, que ese dogma sí que provoca guerras civiles, y no están las cenas familiares para más peleas entre cuñados. 

Leo Harlem es un hombre serio que debe su paz interior a un Nokia, pieza arqueológica que le permite clavar el codo en la barra y enfrentarse aún al ring del cara a cara. Ni selfies ni hostias. Hay una vida que hierve en Internet, pero no es la que le interesa. Él pisa las tablas del Teatro Infanta Isabel y los adeptos se le amontonan. Aunque en España la crítica premie más al drama, el patio -de butacas- está así: siempre entradas agotadas. La sabiduría del espectador manda. 

Entrevista con Leo Harlem

Si el oficio de humorista tiene una dificultad, es que hay que tener una predisposición natural. No se aprende, es un don. Yo trabajé de camarero y panadero, y lo del humor surgió como una bobada. Yo siempre he tenido gracia. Había un local al que yo iba mucho en Valladolid, y el dueño siempre me decía que se reía mucho conmigo y que tenía que actuar ahí. Hice una actuación y allí empezó todo. ¿Que si he pasado de la precariedad al éxito? Sí, hombre, me ha cambiado mucho la vida. A nivel económico no tiene ni punto de comparación. De cobrar un sueldito a ganar un dinero más o menos serio. El 99% del cambio ha sido a mejor, y eso que ha sido gradual. Mi público es muy familiar, viene mucho tipo de gente. Cualquier franja de edad: el padre, el hijo, el nieto…

Yo el humor youtuber lo sigo poco. Las redes sociales las utilizamos sólo para comunicar fechas de actuaciones, me implico muy poco. Sé que hay mucha actividad ahí, porque es un sistema de producción muy sencillo, pero no me entero de nada: yo sigo con mi Nokia de teclas. Conozco a El Rubius y todo esto… pero tampoco te podría decir un nombre, así, de “promesa del humor”, porque soy muy despistado. Hay temas jodidos en España. La religión es un tema que yo toco poco, y de política tampoco me gusta hablar. Algún comentario… pero nunca es el caldo gordo de la actuación. Religión y política van juntos. Y de fútbol tampoco hablo, no me gusta. Genera mucha tensión y no merece la pena. Con el fútbol provocas una división muy grande entre el público, y yo creo que hay bastantes temas de lo nuestro y hablar de las tontadas que hacemos como para meterse en otros líos.

No creo que se pueda hacer humor con cualquier cosa. Hay que tener cuidado, no sabemos. Lo que pasa es que un tema que tú consideras trivial, para otro puede ser muy importante, por eso mismo. Si ya hay temas que se consideran importantes… no hay que meterse ahí. ¿Que si se puede hacer humor con enfermedades, como con el cáncer? Bueno, yo creo que lo que sí se puede hacer es humor para salvar situaciones de este tipo. A veces hay mucha prevención a la hora de hacer humor para determinados colectivos y luego ellos son los que más se ríen. Yo colaboro con una asociación de discapacitados, ASPAYM, en Valladolid, y también con la fundación Personas, que son chicos con capacidades intelectuales bajas, y ellos mismos hacen bromas de eso: dicen lo del tres en uno para la silla de ruedas y todo eso, y resulta que si nosotros lo hacemos, siempre hay alguien que no tiene nada que ver con ellos ni con ese colectivo y que protesta.

El gran problema del humor ahora no es su contenido, es su repercusión social. Ahí opina todo Dios. Es una bola de nieve, Twitter y la opinión… ¡no sabes ni quién es! ¿Tiene 12 años, tiene 35? O un tío con 50 perfiles en internet… a mí eso no me vale para nada, a mí lo que me vale es actuar para gente, que se lo pasen bien, que se rían y que luego venga una familia que tiene un hijo en una silla de ruedas desde hace 25 años y te dicen que está encantado, que se ha reído, y que va a escribir el chaval un monólogo para que lo cuente yo. Y eso me llena. Esas son las cosas que pasan. Me cuentas que en La Vida Moderna hablaban mucho de que no se puede decir ya la palabra “subnormal”. Ya, es que no se puede decir nada. Hay palabras que están en el diccionario y no se pueden decir, ¡es tan delicado todo…!

Conmigo se habrán enfadado alguna vez. Alguna vez me han dicho una cosita. Es que hay algunas interpretaciones locas. Por ejemplo, hay una cosa que yo cuento, que es una persona que se pierde con el GPS y de repente llega a un pueblo de interior y ve gaviotas. Cualquiera entiende que las gaviotas, es un pájaro que se ve en la costa, no lo vas a ver en Cuenca. Bueno, pues ha habido gente que había metido un guiño ahí al PP muy fuerte. Porque la gente ve donde no hay. No sabes cómo se interpretan las cosas. Se genera mucha confusión.

El humorista Leo Harlem abriendo el telón del teatro Infanta Isabel. Moeh Atitar.

Me recuerdas que decían Arévalo y Bertín Osborne que echaban de menos contar chistes “de mariquitas”. Bueno, yo no suelo meter nada, algún compañero mío mete algún guiño y tal… pero siempre se hace desde un punto de vista divertido. Está todo ya tan normalizado que da igual lo que se diga de lo que sea. Yo voy por la calle y veo en una marquesina a Beckam anunciando calzoncillos y me parece… ¡bien! ¡No me van a contratar a mí para anunciar calzoncillos! Contratarán a un tío mazado, que esté bueno, que es guapo y que es un icono mundial, no me van a poner a mí. Pero en todos sitios se ven problemas. Si dices “mariquita”, problema, si haces un chiste de que el fox terrier es feo, te viene la asociación de amigos de fox terrier… es que hay asociaciones de todo (risas). Si haces una broma del tofu, la gente te viene, si dices algo del yoga, pues la asociación de profesores de yoga… yo veo un anuncio en la Fnac donde pone “miope intelectual” y sale un tío con gafas y yo no me siento ofendido.

A mí me gusta mucho hacer humor con las cosas que se ponen de moda. Que si los metrosexuales… ahora ha venido una ola de hacer que los tíos estemos muy arreglados, muy depilados, tal. Que a mí el aseo y la higiene personal me parece una cosa extraordinaria, pero cuando una persona tarda más de 20 minutos en peinarse, tendrá que pensar seriamente a qué está dedicando su tiempo. Algo está pasando: porque yo con 20 minutos diarios para peinarme me saco dos asignaturas de la carrera. ¿Que si el metrosexual ha matado al macho ibérico? Nah, es que la final los extremos se tocan. Tan ridículo es un macho ibérico a ultranza como un metrosexual a ultranza. Hay un bombardeo tremendo, y la gente joven está más expuesta que nunca. Porque la cantidad de información que reciben… por los móviles, por todo el sistema este… antes había dos canales de información, ahora hay 50.000, y es constante. Se pone de moda una patilla, y todo el mundo con la patilla. Por mí fenomenal, pero que no lleguen tarde, que no tarden 20 minutos en hacerse la patilla. Puntualidad ante todo.

Me preguntas que si la profesión de humorista se canjea en tener mucho sexo o si somos más bien el amigo, el pagafantas. No lo sé, lo que sí es que se utiliza mucho el sexo como contenido y como guion para hacer bromas sobre ello. Se puede tratar desde el punto de vista del humor, no el sexo para machacar. Siempre se dice que siendo gracioso se liga, pero luego gustan los canallas. Sí, la gente dice “quiero que me haga reír” pero a la hora de la verdad quieren a los tíos duros, a los malotes. A los empotradores. La gente miente más que fuma.

¡Que esta semana han cerrado Interviú…! Sí. Un icono. Yo he tenido unas cuantas revistas de Interviú: la de Marisol, que fue un bombazo. Nos la enseñó el profesor de Latín. Abrió así la portada, delante de todos… mientras nos estaba dando clase. El tío la llevó. Es que, escúchame, Marisol ha sido un icono de lo que era una chica alegre, una mujer hermosísima, un bellezón. Y luego de aquella época tuve la de Amparo Muñoz, que estaba casada con Patxi Andión, que luego falleció, fue Miss Universo… guapísima. Se metió en las drogas, ahí en Tailandia. Y otro Interviú que ha caído en mis manos, el de Najwa Nimri. También guapísima. Esas son tres que recuerdo especialmente. Pero Interviú… ha salido hasta Chenoa. Todo el mundo. Ahora y toda la vida. Terelu, Lola Flores, Alaska… ¡bueno! Voy a echar de menos Interviú, una revista que aunaba todo. Entretenida.

El humorista Leo Harlem en el patio de butacas del Teatro Infanta Isabel. Moeh Atitar.

¿Que si era un soporte de masturbación para el ciudadano español…? (risas). Hombre, en España te masturbabas con Interviú o con El Marca. Bueno, en la época del destape había muchas revistas. El Party… es que tú eres muy joven, pero ten en cuenta que el primer anuncio en el que se vio un pezón fue en el anuncio de Fa, el de los limones salvajes del Caribe… que era un gel. Y luego salió un anuncio de una mujer en pelotas a caballo, pero vista a una distancia… que ella estaba en Burgos y nosotros en Castellón, que era el del centenario de Terry. La gente afinaba la vista que daba gusto… 4K. Interviú ha dado muchos momentos de compañía a la gente. Había un chiste que era de un tío que entraba a un baño con una botella de gaseosa e Interviú y decía: “Esto es vida, champán y mujeres” (risas). Eso lo cuentas ahora y ya tienes problemas.

Yo hago humor costumbrista, exactamente. A mí lo que menos me gusta de España es el ruido. La gente hace ruido gratis. Joder, es brutal. No me gusta nada que la gente dé voces en los trenes o en los medios de transporte. Ahora ha venido la moda de poner la música cada uno que le da la gana en alto… esto lo odio. ¿Y qué me gusta de España? La ubicación geográfica. Perfecta. Tenemos los Pirineos, tenemos ingleses en la frontera por el sur, que eso no lo tiene nadie, tenemos Portugal preparado para el gran tsunami, que cuando venga Portugal va a sufrir mucho, y una ubicación privilegiada… tenemos la mejor alimentación del mundo con diferencia, la tabernita, las banderillas, el vinito, la caña, y chatear, pero chatear de verdad, de tomar un chato. Eso en otros países no los hay: hay esculturas, museos, sitios importantes, ¡vale!, pero casi todos iguales, con su Zara, su H&M… es lo mismo. Así que nos queda lo nuestro, pero va desapareciendo. La gente quiere wifi, ya no quiere croquetas. Quieren el café firmado aquí, que ponga “Jose”, para romper el hielo, y el Mac. No podemos hacer nada, es el signo de los tiempos.

Las modas vienen impuestas desde arriba. La gente ve que el éxito es eso. Están todo el día contando lo que hacen, así que pierden 8 horas. Si duermes 8 y otras 8 te las pasas contando lo que haces… pues mira. Yo intento vivir esas 16. ¿Que si España adolece de tópicos, como pantanos y prostíbulos? Bueno, lo de los pantanos es muy fuerte. Es una cosa que se hizo en su momento para tener producción eléctrica, y han estado muy abajo, ahora ha vuelto a llover. Lo de prostíbulos sí. Hay mucho puticlub. España es un país de puticlubs, pero además de puticlubs ubicados, no como ahora que es por wifi y te vienen a casa. No, es verdad: ahora el puticlub es como los de la bicicleta, dentro de poco habrá un puticlub que sea un tándem, vendrá un tío con la bici como te traen ahora la comida y te traen a quien sea, un tío, una tía o lo que quieras. Ya mismo los puticlubs serán a domicilio, como la comida china. Es la nueva pantalla comercial. Sí que hay mucho puticlub. Lo notas mucho cuando vas por carretera.

Yo intento hacer gracia a todo el mundo, me da igual que sean del PP o de Podemos. Yo hago un humor sociológico, por así decirlo, pero unos se ríen de unas cosas y otros de otras. La propia tendencia política de alguien le marca lo que te parece gracioso y lo que no. La gente viene condicionada. Si un humorista actúa mucho para gente del PP, está asociado a eso. Yo supongo que Bertín Osborne estará más asociado al humor del PP y otro humorista estará más asociado a la izquierda. Tú me dices Wyoming, o los mismos de La Vida Moderna. Yo tengo mis opiniones, como todos, pero mira, ya nos dan bastantes palos diciendo “hola” y “buenos días” (risas).

¿Qué película me habría gustado hacer? Hay que poder hacerla, claro. A mí me gusta mucho La ley del silencio, de Elia Kzan, con Marlon Brando. Me encanta esa película. Pero me gusta mucho tipo de cine. ¿Una española? Me gusta Días contados, de Imanol Uribe. Y me gusta No habrá paz para los malvados, El aura, una argentina que protagoniza Ricardo Marín, El secreto de sus ojos¿Que si presentaría los Goya? Mira, no los presentaría. Considero que es mucho riesgo para el beneficio que se saca. No es una cuestión solamente crematística, es que estás muy expuesto… es una Gala que al ser en directo la exposición es mucho mayor, no sabes lo que va a pasar, una persona sale a hablar y vete tú a saber lo que dice, y ahora con el rollo político que tenemos… que si el terrorismo, que si la guerra que si esto… Yo no lo presentaría. Ahora empezará la gente con las mujeres, con los abusos que ha habido en Hollywood. Cada uno aprovecha y cada uno mete el mitin donde puede, y al final, ¿tú qué haces ahí? Estás como un pasmarote, vas totalmente vendido. Es una cosa bonita, una ceremonia… al final es la fiesta del cine español, pero te digo que tiene mucho riesgo. Y es mucho trabajo. Hay que trabajar menos.

¿Tres deseos para España en 2018? Que haya mucha gente empleada, que se quite el paro. Que haga muy buen tiempo, que no tengamos ningún tipo de catástrofe. Y luego, ir subiendo un poquito en Eurovisión, que la cosa está muy mala. Que nos dé sensación de país, de patria. Viva Eurovisión.

Leo Harlem harto ya del fotógrafo de nuestro periódico, Moeh Atitar.