El país se ha detenido, extasiado ante una carrera electoral eternizante, para observar desde su pedestal centralista a dos regiones que (parece) resultarán claves a la hora de reanudar la marcha. Galicia y el País Vasco sienten el calor de los focos sobres sus coronillas sin inmutarse demasiado. No es de extrañar, pues están estas coronillas plagadas de votantes cansados de esperar algo de quien nada tiene que ofrecer. Es el juego de la nueva política: imagina lo que nunca conseguirás. Como dijo Galdós en ese célebre Episodio llamado Cánovas: "Esta España se ha quedado tan anémica como la otra".

Sin embargo, una sombra se desliza entre los focos ya reseñados, un fantasma tan antiguo como interesada y torticeramente rejuvenecido. Es el fantasma de la separación lingüística, de la identificación de una u otra lengua con uno u otro fin político. Han convertido el idioma en un arma electoral más, por lo que las dos Españas ya no sólo tienden a helarte el corazón sino también la capacidad expresiva. No utilices la lengua oficial de la Comunidad Autónoma si quieres este carné, olvídate de la lengua oficial del Estado si quieres este otro. Como parece que ni votante ni político han caído en la cuenta de que los distintos dialectos tienden a retroalimentarse, a ejercer sobre sus semejantes una influencia útil y beneficiosa, uno debe aprovechar la percha para reclamar dicha influencia. He aquí una serie de términos asimilados por el castellano que demuestran cómo el contacto entre lenguas enriquece:

Izquierda

Qué mejor que abrir con este término cuando de utilizar la percha política se trata. El origen de esta palabra es bastante confuso, aunque está bastante aceptada su raíz prerrománica. Parece, según la RAE, que el castellano se hace con ella gracias al vasco ezquerra. Según Corominas, ésta se habría compuesto gracias a la relación entre esku (mano) y oker (torcido).

Morriña

Este término, utilizado de manera melancólica por el hispanohablante para referirse especialmente a la tierra añorada, llega al español a través del gallego morrinha, de la misma familia semántica que murrio (triste).

Chatarra

Chatarra es otro vasquismo absolutamente asimilado por el castellano. El origen de esta palabra es curioso, pues según la RAE proviene de txatarra, que viene a significar "lo viejo". Si seguimos buceando llegamos hasta zatar (en castellano: harapo).

Sarao

Esta palabra sirve para que podamos referirnos, según la RAE, a una reunión nocturna para divertirse con baile. El término llega del homónimo gallego y éste, a su vez, deriva del latín serum (que hace referencia a 'la tarde').

El fantasma de la separación lingüística convierte el idioma en un arma electoral, por lo que las dos Españas ya no sólo tienden a helarte el corazón sino también la capacidad expresiva

Agur

Es cierto que este término no goza de un uso continuado por parte del hablante del idioma español (a pesar de haber sido aceptado por la RAE). Sin embargo, lo rescatamos por lo curioso de su origen: viene del latín augurium (presagio), y deriva en la actual despedida cariñosa.

Chubasco

Topicazo, pero si el castellano necesitaba recoger prestados términos del gallego, qué menos que abrazar semánticamente todo lo relacionado con la lluvia. Efectivamente, chubasco llega a través de chuvia, que a su vez deriva del latín pluva (lluvia).

Guiri

Aunque parezca mentira, este término coloquialmente utilizado para referirse a un extranjero nos llega del vasco guiristino. Así llamaban los carlistas de la zona a esos liberales decimonónicos partidarios de la reina María Cristina.

Sarpullido

Este galleguismo ha sido aceptado por el castellano para hacer referencia a una erupción cutánea. Llega a través de sarpullo, y éste a su vez del latín serpěre (extender, cundir). A partir de este verbo nacen, por cierto, términos como serpiente o serpentear.

Pilpil

Vamos con otro vasquismo de lo más curioso. Utilizado en castellano para referirnos a una salsa con la que acompañar el pescado, proviene, según la RAE, de una onomatopeya, es decir, de la imitación del sonido que produce el agua al hervir.

Choza

La palabra choza, construcción rústica, llega del latín plutea (protección militar romana). Nótese cómo la evolución semántica lleva consigo el cambio de grafías, de pl- a ch-. Éste es un rasgo típico del gallego, que ya hemos visto renglones atrás en chubasco (pluva-chuvia).

Alud

Otra palabra de origen prerromano que llega hasta el castellano a lomos del euskera. En concreto, proviene del vasco lurte, que significa según la RAE , "derrumbamiento de tierra".

Mejillón

Es una etimología interesante la que rodea a este molusco. Según la RAE, proviene de la forma mexilhão. Ahora bien, ¿por qué tomó el gallego-portugués esta forma? Según Corominas viene del latín musculus (músculo), por la semejanza con el lamelibranquio. Para completar la rareza, musculus significa ratón pequeño, en otra maravillosa relación entre signo e imagen.

La etimología nos muestra cómo nuestras lenguas absorben imágenes, recogiendo términos, mezclando conceptos e ideas

Muñeca

Otra etimología muy extraña. También prerrománica y también difusa. Parece estar emparentada con la forma vasca muno, que significa colina. Quizás tenga que ver con la forma abultada que tiene la articulación dentro de la larga planicie del antebrazo.

Vigía

Este galleguismo, registrado en castellano para denominar torres y guardias relacionados con la vigilancia, esconde un largo camino etimológico. Llegó al castellano gracias al gallego vigia, que a su vez apareció gracias al latín vigeo (estar atento). De esa raíz nacen vigilia (uno de los turnos de vigilancia romana), vigilare (vigilar) o vigil (guardia).

Órdago

Este término heredado del vasco ha cruzado los límites del mus, famoso juego de cartas, para etiquetar cierta actitud que consiste en retar al receptor. Lo curioso de esta palabra reside en el origen, pues deriva del eusquera or dago, cuya desafiante traducción sería 'ahí está'.

Achantar

Según la RAE, este verbo significa acobardar o apabullar a alguien. Este préstamo del gallego está formado por el prefijo a- (aproximación) y chantar (del latín plantare, que significa clavar en el suelo). Nótese cómo vuelve a aparecer la clásica palatización gallega de pl- a ch- (plantare-chantar).

Chabola

Término relativamente moderno (fue aceptado por la RAE en pleno siglo XX) que proviene del vasco txabola. Éste, a su vez, llega del francés geôle, y éste del latín cavea, que significa algo así como celda o jaula, cárcel.

Buzo

Este galleguismo, que utilizamos para referirnos a la persona que hace inmersiones bajo el agua con un equipo adecuado para respirar, viene de búzio (caracol) y éste a su vez del latín bucina, el cuerno utilizado por los pastores para atraer al ganado.

De todos estos ejemplos se desprende que la etimología recorre la historia de nuestras lenguas, absorbiendo imágenes, recogiendo términos, mezclando conceptos e ideas. No existe ni existirá intención política capaz de acabar con este mestizaje cultural. Ni siquiera por un puñado de votos.