Miguel Noguera (Las Palmas de Gran Canaria, 1979) presenta situaciones posibles y las afila hasta lo diabólico, hasta lo retorcido, hasta lo poético. Con cualquier detalle mundano se monta la fiesta: se recrea en los rostros de la gente, estira los sucesos paranormales, rasca lo más verosímil del surrealismo. No es de esos cómicos que se ríen de su propio chiste. Él no se celebra: su actitud vital es encogerse de hombros. Va por ahí medio despistado, como a punto de aterrizar, dejándose pasmar por todo.

En La muerte del piyayo (Blackie Books) hace lo de siempre: lo que quiere. Inventar un Cristo de las palmas venosas, hablar con extraterrestres, ponerse en la piel de Bolaño. Gasta lupa kafkiana, cierta greguería de Gómez de la Serna y el gesto calladamente excitado de un niño de tres años a punto de incendiar el coche de su vecino. EL ESPAÑOL se cita con él en un hotel cerca de Atocha. Es julio y comienza a llover.

¿Qué pone serio a Miguel Noguera?

Me cuesta ponerme serio. Es una cuestión de contexto, no del tema en sí. Cualquier cosa que sepa que le va a parecer dolorosa a mi interlocutor la evito... no me da esa tentación de ironizar. Pero si el mismo tema sale en una conversación frívola y a modo de humor negro se puede ironizar sobre él, puede que me sume a la broma. Cualquier cosa es susceptible de broma, claro que sí.

¿Todo el mundo tiene humor?

Bueno, es una función comunicativa. Si aluien no lo tiene, es que padece algún tipo de desarreglo... si alguien no es capaz de captar al función bromeo, todos entendemos: "Ah, vale, ahí tienes un pequeño... como un escalón... algo psíquico que no acaba de funcionar"

¿De qué crees que se reía Franco?

Pf... yo que sé, tío, de qué se reiría. Igual se puede conseguir material de archivo en el que el tí ose esté riendo de forma genuina, de verdad, de algo. Cualquier mierda. Seguro que sería una risa de tipo conservador... esa risa para la que siempre tiene que haber algún encarnecido o alguien mal parado. Risa despectiva, risa como de jefe, de hahaha. Como que necesita un móvil social muy claro de "fíjate qué tonto es este tipo, cómo vamos a hacerlo sufrir...". Risa vengativa. Risa de barril, de la que se ha estado fraguando... No sé, digo. No creo que fuera una risa surrealista, como esas carcajadas al azar que nacen del instante y de cosas accidentales.

El humorista Miguel Noguera presenta La muerte del piyayo. Pablo Cobos.

¿Cuál es la palabra que te hace más gracia del mundo en cuanto a sonoridad?

Pues mira, fue en Málaga, en el aeropueto de Málaga, que escuché la palabra "tenguerengue", en el Starbucks. Un camarero le decía a un cliente: "Cuidao con la bandeja, que lleva tenguerengue", en plan "oye, si la coges con una mano, se puede doblar como un folio". No es una bandeja fiable del todo. Y me gustó porque no era una palabra local ni inventada, está en la RAE y es de estas que imitan en su sonoridad a su significado, ¿no? Tenguerengue.

¿Por qué el 40% de la población española no leyó ni un libro el año pasado, según ha señalado el CIS? ¿Qué estaban haciendo?

(Ríe). A ver, es que es un hábito que requiere de concentración y de horas, sesiones... toda esa gente que acaba de trabajar rendida y el fin de semana se van como por ahí, con la familia, ¿en qué momento se van a poner a leer un libro? Igual si sumas las lecturas que han hecho de internet, de artículos, yo qué sé, perfiles y estados de Facebook... te hace un libro de 150 páginas de mierda. Yo tampoco soy mucho de "la gente tiene que...", "¡Eh!, pero la gente...". Yo siempre me pongo como el peor ejemplo de todo.

Hay gente también que es muy lúcida y que no lee, que igual observa y sabe. Por ejemplo, yo no leo (bromea). Vamos, ahora sólo leo filosofía. No consumo ficción: películas, series, libros. Me cuesta mucho no considerarlo una pérdida de tiempo. Pienso "Joder, ¿y esto? Son horas... y lo voy a olvidar en dos semanas". Ojo a este fenómeno del olvido: te vas empapando de ciertos mecanismos discursivos y está bien, pero nunca puedes recordarlo todo. Luego hay momentos de "hostia, esta página...". Hay mucho cliché, mucha página de transición. Para leer algunos libros prefiero estar mirando la pared.

¿Qué opinión te merece el arte contemporáneo, a ti que estudiaste Bellas Artes? ¿Vas a ARCO?

En los últimos años, mi grupo de amigos de la universidad y yo éramos bastante de arte contemporáneo. Nos molaban los catálogos estos que venden en el VIPS muy baratos de editoriales como Taschen o Phaidon. Queríamos creer que lo que hacíamos nosotros como obra estaba dentro del arte contemporáneo; de hecho, si yo hago lo que hago y de la forma en que lo hago, es gracias a haber visto propuestas de arte contemporáneo. No estoy al tanto de su actualidad ni voy a ferias, pero siempre tengo la cosa esa de que un amigo me enseñe a algún artista joven que haga algo guay y con el que sienta afinidad. El arte contemporáneo es de consumo rápido. Cuando captas de qué va, es como un anuncio. Es de los terrenos más abiertos que hay, de los que más me han inspirado o me han ayudado a estar más a gusto conmigo mismo.

El humorista Miguel Noguera presenta La muerte del piyayo. Pablo Cobos.

¿Por qué el humor de izquierdas tiende a la militancia y el de derechas no?

Yo soy de izquierdas y me consta que hay gente derechosa, o, al menos, de apariencia derechosa, que acude a mis shows. Es una facción de público que yo digo "hostia, este...". No sé, yo creo como que el humor de derechas sólo es reivindicativo en cuanto al desprecio a la izquierda. "Estos son unos idealistas, joder..." (imita). Es que claro, cómo vas a convertir lo que se le achaca a la derecha -esa especie de manipulación o utilización de una clase- sin caer en un humor negro y cínico.

El de izquierdas vale, porque es un humor de "¡Ey! Todo esto redunda en que somos todos hermanos y hay unos malos", pero el de derechas es como "joder, si yo soy el malo, ¿cómo voy a hacer chistes?". El buen humor de derechas sería el que alabase los logros del capitalismo global, como diciendo "Ja já, pero mira qué redes tenemos y cómo van los barcos moviendo containers y mira qué frutas tengo aquí que no son ni de temporada". Un humor que busque los aspectos positivos del neoliberalismo y los convierta en logros. Si no, acaba siendo un humor defensivo ante el humor de izquierdas.

¿Por qué hay un núcleo de población que se resiste a asumir la victoria del PP?

Por twitter, que al final son cuatro gatos siguiendo a cuatro gatos, muy influidos entre ellos. Es como "ah, hay un montón de materia oscura"... y no. Hay una mayoría de gente que no vive la realidad de esos cuatro, que están como muy engorilados con Podemos, y luego, para nada: España lo que ve en Podemos es eso, cuatro pirados intentando algo. Hay burbuja. Lo que el PP ha conseguido es decir "alerta, que el tío este de la coleta al final se lo va a llevar, con la tontería". Y ha creado a ese votante de "votemos al tío este como de mármol, que al menos ya sabemos lo que hay". El asunto de que roben, comprobadísimo está que da igual.

¿Es España el país del perdón?

Yo creo que, en realidad, muchos de los votantes del PP también robarían y entienden que es lo sano en una posición de poder: quedarte con una parte. Yo creo que para ellos en último término no es tan raro. ¿Qué pasa por robar unos millones, no? Es como "si puedo poner a mi cuñado para que haga la carretera y la haga bien y llegamos a un acuerdo, ¿por qué no? ¿Dónde está el problema?". Incluso está el síntoma ese de "jajá, mira qué pillo, cuánto sabe".

¿Cómo será Miguel Noguera de viejo?

Espero ser igual que ahora, tal cual. Espero seguir con mis libros, con los shows, más o menos lo mismo. De hecho, creo que cuanto más viejo, si sigo haciendo esto, será más llamativo, más extraño. Porque todavía con la juventud la gente pensará "míralo, con sus tonterías", pero con 70 años... (ríe). Aflora algo como "este tío sigue obsesionado con las mierdas estas, toda la vida". Es más espectacular.

El humorista Miguel Noguera presenta La muerte del piyayo. Pablo Cobos.

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