La cadena de establecimientos VIPS dio un empujón a la obra de Natalia Ginzburg en España. El lugar donde menos podría uno imaginarse a esta intelectual italiana merendando o pasando la tarde propició, sin embargo, la venta de una de sus novelas más conocidas, Léxico Familiar, en la edición de la editorial Trieste, que había cerrado tras la muerte de su fundador, Valentín Zapatero, y liquidaba sus libros a precio de saldo.

Lo recuerda el fundador de la editorial Pre-Textos, Manuel Borrás, que reconoce que ese impulso inesperado también benefició a la novela de la italiana por la que él había apostado, Las palabras de la noche y que se había editado poco después. Se trataba, sin embargo, de un segundo plato, sublime, pero segunda opción. Si no lo hubiera hecho Trieste, al editor valenciano le hubiera gustado publicar Léxico Familiar, novela a la que llegó por casualidad. "Estaba en Italia y me quedé sin lectura; bajé a una librería en Campo de' Fiori y me la compré", recuerda.

Como muchos lectores de "La Ginzburg", como él la llama, Borrás compartió su hallazgo. Primero con el pintor y escritor Ramón Gaya, con quién viajaba, que resultó conocer a la autora italiana. "Me habló de ella con mucha simpatía, aunque no con entusiasmo literario; pero después me recomendó Las palabras de la noche, así que algo debía de gustarle", bromea. A partir de ahí, lo leyó todo o casi todo.

Natalia ignorada

El siguiente paso lógico fue la decisión de publicar en su editorial la novela, cuyo argumento un crítico de un diario nacional definió así: "Trata de ese humilde malentendido que vivir suele ser". Borrás recuerda que la novela tuvo "una recepción pequeña"."Desgraciadamente, es lo propio en nuestro caso. Pero hubo muy buenas reseñas y eso compensa", resume.

Me gusta todo, me lo paso bien leyendo cualquier cosa sobre ella

Más cosas sucedieron con ese libro concreto, como la llamada que recibió Borrás de una productora cinematográfica. "Me propusieron un encuentro con el director Salvador García Ruiz, que se había encontrado la novela en la Antonio Machado [librería y editorial madrileña] y le había entusiasmado; hizo la adaptación cinematográfica (Las voces de la noche, 2003), que me gustó", explica y confiesa que fue, junto a la recepción de la novela por parte de sus amigos, "lo que más ilusión" le hizo."Ahí es cuando el editor sale un poco de su soledad", destaca.

El fundador de Pre-Textos define con certeza sus sensaciones respecto a la autora italiana: "Me gusta todo, me lo paso bien leyendo cualquier cosa sobre ella". Y resume la evolución en su relación: "Fue primero una casualidad y luego una seducción, que se convirtió en un estímulo".

Andrés Trapiello dice que escribe tan fino, que casi no es literatura

Otro autor de la editorial valenciana, que lleva años publicando allí sus Diarios (Salón de pasos perdidos), también recuerda con precisión cómo llegó a Natalia Ginzburg. A Andrés Trapiello le habló de ella su amigo José Muñoz Millanes. "Es lo que me hizo editar en Trieste Léxico Familiar, que me gustó mucho; después llegaron Las pequeñas virtudes, que también, aunque no es comparable y, pasado un tiempo, Las palabras de la noche", cuenta el escritor.

Pero la escritora logró lo que ningún otro autor ha vuelto a conseguir: que Trapiello se convirtiera también en traductor. "Escribe tan fino, que casi no es literatura", destaca, antes de añadir otras "características especiales" que, a su juicio posee la escritura de Ginzburg: "Es irrelevante su género, podría no ser una mujer; es algo que comparte con Emily Dickinson, María Zambrano o Rosa Chacel".

Fue crítica de cine, teatro y, por supuesto, literaria, además de diputada

El Premio Nadal alaba también la naturalidad de la autora y sus posiciones "no ortodoxas", algo que conoce muy bien la profesora de la Universidad de Sevilla Dolores Ramírez Almazán, artífice de la única tesis publicada en España sobre Natalia Ginzburg.

La filóloga recopiló todos los artículos publicados por la intelectual durante más de 40 años. Algunos de ellos han sido ahora reeditados por Lumen en el volumen Las tareas de casa y otros ensayos. Su lectura sirve para hacerse una idea de las posiciones "poco ortodoxas" que menciona Trapiello. Pero, más allá de su legado escrito, merece la pena mencionar otros datos de su biografía, como su participación como actriz en El evangelio según San Mateo (Pier Paolo Pasolini, 1964), su papel como crítica de cine, teatro y, por supuesto, literaria o su elección como diputada sin tener, en sus propias palabras "mente política".

Natalia y el cine

Cuenta Ramírez Almazán que Ginzburg colaboró sobre todo en cuatro medios: La Stampa, Il Corriere della Sera, L'Unità Il Mondo. En este semanario publicó críticas recogidas en sus recopilaciones de ensayos, incluidas las de algunas películas míticas, como Primera Plana (Billy Wilder, 1974).

Sus críticas eran mucho más que eso y se pueden considerar como una declaración de intenciones. "Primera Plana produce una sensación de ligereza, respiro, inteligencia y felicidad", escribía para añadir, después: "Raramente somos felices en el cine. La diferencia entre la simple diversión y la felicidad, en el cine como en cualquier otro sitio, es que en la simple diversión permanecemos soterrados en nuestros vicios y humores habituales, y el tedio pervive en nosotros, aunque exiliado en algún rincón de nuestro espíritu; en la felicidad, el tedio no es exiliado, sino que muere". 

"Ella era amante del cine y entendía su repercusión", destaca la autora de la tesis sobre Ginzburg. Además de criticar películas ajenas -muy recomendable la de la surrealista película producida por Andy Warhol Bad (Jed Johnson, 1977)- su obra dio lugar a otras cintas. Además de Las voces de la Noche y de ser inspiración para la más reciente Los exiliados románticos (Jonás Trueba, 2015), ambas españolas, se llevó al cine su novela epistolar Querido Miguel (Mario Monicelli, 1976) y otras basadas en relatos cortos. También la pequeña pantalla se rindió a sus encantos; su novela corta Valentino (no editada en España) fue trasladada a una serie televisiva.

Natalia y sus amigos intelectuales

Ginzburg pasó la vida rodeada de intelectuales y ella misma se puede considerar como tal. Su primer marido, Leone Ginzburg, que murió en la cárcel tras ser torturado por la Gestapo durante la II Guerra Mundial, fue cofundador de la editorial Einaudi, donde ella misma trabajó tras la contienda, editando y traduciendo a otros autores. 

Ahora nos damos cuenta de que nuestra ciudad se parece al amigo que hemos perdido y que tanto la amaba

Muchos de ellos se convirtieron en amigos de la escritora y a ellos les dedica bellísimos textos en alguno de sus libros y recopilaciones de ensayos. Especialmente emocionante es el incluido en Las pequeñas virtudes sobre el suicidio de Cesare Pavese (1908-1950): "Ahora nos damos cuenta de que nuestra ciudad se parece al amigo que hemos perdido y que tanto la amaba; es, como era él, laboriosa, ceñuda en su actividad febril y terca, y, al mismo tiempo, apática y dispuesta a holgazanear y a soñar".

En los ensayos escritos en los últimos años, abundan las descripciones de la decadencia física y posterior muerte de otros, como Italo Calvino (1923-1985). En su hermoso El sol y la luna, recuerda cómo le conoció, a los 23 años, ("Calvino y yo estuvimos hablando largo y tendido de pie, delante de aquella estufa. No sé por qué no cogimos dos sillas") y destaca que le resulta "imposible" imaginarlo muerto, para realizar a continuación un minucioso repaso a su persona y a su literatura en apenas seis páginas. 

Natalia y las escritoras

Que a Ginzburg le gustaba leer es evidente, pero quizás sea menos conocida su faceta como admiradora y descubridora de mujeres escritoras, que destaca Rodríguez Almazán. Una muestra de lo primero está en el ensayo El pueblo de Dickinson. Tras relatar una visita a la localidad natal de la poeta, reflexiona: "Qué diferentes somos de Dickinson en la actualidad! [...] Estamos llenos de insatisfacción de la cabeza a los pies, siempre ansiosos, nostálgicos, intolerantes". 

Respecto a lo segundo, la filóloga de la universidad hispalense destaca que Ginzburg contribuyó a "recuperar figuras del pasado, mujeres que habían caído en el olvido", como Matilde Serao (1856-1927) o Kate Chopin (1850-1904). "Al ser una intelectual reconocida, tuvo la ventaja de poder sacar a la luz escritoras de todos los tiempos", subraya Rodríguez Almazán.

Natalia y el feminismo

¿Era Natalia Ginzburg feminista? La respuesta a esa pregunta no parece fácil. La autora de la tesis sobre su figura señala que la escritora vivió "en un periodo de amplio debate sobre el feminismo" y que muestra con respecto a este asunto "muchas contradicciones". De hecho, recuerda que protagonizó una polémica en prensa con otra escritora de la época, Dacia Maraini (1936), "más radical".  

La imagen viril que yo tengo en la cabeza es la de un hombre leyendo el periódico sentado en un sillón

Rodríguez Almazán cree que Ginzburg apostaba por un feminismo moderado y que entendía las relaciones "en una relación de equidad entre el hombre y la mujer". En sus ensayos, se encuentran frases que se entiende que pudieran enfadar a las feministas de la época, como ésta en Mujeres y hombres: "La imagen viril que yo tengo en la cabeza es la de un hombre leyendo el periódico sentado en un sillón; cansado, tal vez, por haber estado trabajando durante todo el día, pero cómodamente sentado mientras las mujeres lavan los platos y se ocupan de los niños". Ojo, Natalia no alaba esa forma de vida pero, confiesa: "Sé que es una imagen que hay que arrancar de la tierra, un fruto tarado del patriarcado; pero no me siento capaz ni de extirparla ni de detestarla". 

Tras proclamar su voluntad de "pintar hombres diferentes, que lavan los platos y cuidan a los niños", define su sociedad ideal en este aspecto: "Todos deben hacer todo; y que desaparezca finalmente para siempre la idea de que las tareas de la casa son humillantes", argumenta en un texto plagado, eso sí, de signos de interrogación. 

Natalia y la polémica 

En sus ensayos, Ginzburg se define en numerosas ocasiones como una mujer de opiniones cambiantes e incluso contradictorias. Por eso, no debería de sorprender que sus ideas sobre algunos asuntos sean opuestas a las que uno supusiera en una mujer intelectual, de izquierdas y moderna. Un ejemplo claro es su ensayo Del aborto

"Pienso que el tema del aborto es quizá el tema más complicado, delicado y triste que existe; una zona donde es muy difícil moverse", escribió en 1975 en Corriere della Sera. Y entre sus frases: "Encuentro odiosa, en la campaña por el aborto legal, toda la coreografía que la rodea, el ruido y el campanilleo festivo, entre enérgico y macabro, odiosos los desfiles de mujeres con los muñequitos colgando del vientre, odiosas las palabras 'el vientre es mío y hago con él lo que quiero'; en realidad también la vida es nuestra y ninguno de nosotros consigue hacer con ella lo que quiere", escribe, antes de añadir que le parece "hipócrita afirmar que abortar no es matar". 

Eso sí, Ginzburg deja claro que está a favor de la legalización del aborto y que éste "debe ser pedido ante todo por justicia". 

Natalia y la política

"No tengo una mente política, es decir rápida a la hora de situar las cosas en un contexto político", escribe Ginzburg en el ensayo en el que reflexiona sobre su decisión de presentarse a las elecciones italianas (salió elegida diputada en 1983, como independiente en la lista del Partido Comunista). ¿Es otra contradicción o es honestidad hacia ella misma, sus lectores y sus posibles electores? 

Natalia Ginzburg no se metió en política para cambiar el mundo, ni para acabar con la injusticia social, sino para hacer algo por la condición de los ancianos. Tampoco pretendía conseguir muchas cosas. "Como nunca he desarrollado ningún tipo de actividad política, no consigo imaginarme en absoluto en esta ocupación nueva para mí", escribía en lo que parece una anticampaña electoral de su propia persona, en la que también destaca que es "perezosa por naturaleza" para añadir, eso sí, que también le gusta mucho trabajar. 

Natalia y España

Cuando Dolores Rodríguez Almazán buceaba por las hemerotecas romanas en busca de los artículos de Ginzburg no recogidos en sus antologías para su tesis, pasó decenas de veces por delante de la casa de la autora, sin atreverse a contactarla, "por timidez". 

Finalmente lo logró, a través de conocidos comunes, y consiguió respuesta. "Me escribió una carta muy cariñosa dándome las gracias y muy emocionada de que empezara a estudiarse su obra en España", relata y destaca que no le consta que la autora participara en actos académicos oficiales en nuestro país. 

En España hay editados en castellano 13 títulos de la escritora, sólo una parte de su inmensa producción

Según la base de datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en España hay editados en castellano 13 títulos de la escritora, sólo una parte de su inmensa producción. No hay, por ejemplo, ninguna obra de teatro de las muchas que escribió y se echan en falta muchos de los cuentos. 

En los ensayos reeditados en Lumen con motivo de su centenario, se puede ver una referencia a España. Es en el texto El Papa tendría que haber ido a visitar a Franco, que escribió con motivo de las últimas condenas a muerte firmadas en el país. "Dice el Papa que ha telefoneado tres veces a Franco para pedirle que anulara las cinco condenas a muerte y 'no hemos sido escuchados'. Pero no tenía que haber telefoneado, tenía que haber ido. Estaba clarísimo que tenía que haber ido", comienza. Aunque poco conocida y vendida en España, "la Ginzburg" también opinó sobre lo que sucedía aquí. Y opinó bien. 

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