La voz denota su edad avanzada, pero también una considerable energía y un elegante y cadencioso acento del sur de Estados Unidos, donde nació en 1924 en el estado de Georgia. Jimmy Carter acaba de ganar su segundo premio Grammy por la grabación sonora de su último libro de memorias, A Full Life: Reflections at Ninety. En Estados Unidos el mercado del libro grabado en audio, a menudo por sus autores, es mucho mayor que en España. En sus memorias Carter repasa, a los 91 años, algunos de los momentos más importantes de su vida, incluidos sus cuatro años en la Casa Blanca. Aunque, según afirma en la introducción de sus memorias, nunca ha dejado que aquellos años se convirtiesen en el centro exclusivo de sus recuerdos.

Dedicadas a su mujer, Rosalyn, Carter comienza su relato evocando su infancia y juventud en un profundo sur que vivía los años de la Depresión y en el que todavía imperaban las leyes Jim Crow, que establecían la segregación racial casi absoluta entre blancos y negros. Aunque su padre era partidario de la segregación, permitió que su hijo jugase con los hijos de los aparceros negros que trabajaban en sus plantaciones. De todos los momentos de su vida, recuerda Carter, ha habido alguno que le han permitido aprender valiosas lecciones, otros fueron entretenidos y otros que habría deseado que no se hubiesen producido nunca. Una vida cualquiera, suma de sinsabores y alegrías, éxitos y fracasos.

Se ha distorsionado completamente la pureza y la legitimidad democrática de las elecciones en EEUU. Es soborno legalizado, porque los ricos cuando donan esperan algo a cambio

Durante su gira promocional del libro, en junio y julio del año pasado –que algún periodista estadounidense definió como demasiado estresante incluso para alguien con la mitad de sus años-, los titulares de las entrevistas que le realizaron se centraron en algunas de sus declaraciones más contundentes sobre la actualidad política nacional e internacional.

Derechos civiles olvidados

La lucha por los derechos civiles, recuerda Carter, fue larga y complicada. Cuenta en sus memorias que tras servir varios años en la marina, su mujer y él regresaron a Georgia con ideas más avanzadas en materia de igualdad racial que las de la mayoría de sus paisanos. Gracias a los movimientos por los derechos civiles, se consiguió, al fin, que en 1965 se aprobara la Ley de derecho de voto, prohibiendo cualquier discriminación por raza en lo relativo a los derechos electorales.

Según declaraba Carter hace unos meses a la radio pública estadounidense (la NPR), en ese momento se pudo percibir un supiro de alivio en todo el sur, y en todo el país, entre todos los que habían luchado por lograr la igualdad entre ciudadanos estadounidenses. Parecía el comienzo de una nueva era. Lo fue sólo en parte. Con el paso de las décadas, y a pesar de los avances positivos, Carter afirma que “tanto el Congreso, como el Tribunal Supremo como la ciudadanía en general se han relajado en su compromiso por asegurar que la igualdad racial terminase de consolidarse” en el país.

Apartheid israelí

Meses después de perder las elecciones contra Ronald Reagan a finales de 1980, Jimmy Carter y su mujer fundaron el Centro Carter, una fundación dedicada a promover los Derechos Humanos en todo el mundo. Carter ha actuado como mediador en numerosos conflictos. El conflicto entre Israel y Palestina ha sido uno de los principales. Durante su presidencia, se firmaron los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, un acuerdo de paz que también parecía inaugurar una nueva era como el primero acuerdo entre Israel y un país árabe.

Tras décadas de mediación en Oriente Medio, Carter se muestra especialmente crítico con el papel de Israel frente a los palestinos. En 2006, en uno de los varios libros que ha publicado, titulado Palestina: Paz, no Apartheid, afirmaba que la ocupación ilegal de territorios palestinos por parte de Israel era uno de los obstáculos principales para la paz en Oriente Medio.

Se muestra reticente a usar la palabra “apartheid”, pero asegura que hay argumentos para hablar de un verdadero apartheid israelí

Hace unos meses, en una entrevista con la revista inglesa Prospect, comentando la política del actual primer ministro Netanyahu, Carter volvía a censurar la contumaz política israelí respecto a la ocupación de territorios. Aunque afirmó que se mostraba reticente a usar la palabra “apartheid” había argumentos, añadía, para hablar de un verdadero apartheid israelí frente a los palestinos. También se lamentaba de la negativa israelí a implementar la solución de dos estados. Las perspectivas para la paz entre Israel y Palestina, concluía, son las peores en muchos años.

Carter también ha comentado que, en su opinión, el trato distante que ha recibido por parte de Barack Obama ha tenido mucho que ver con su posición crítica frente a Israel. Una estrategia de Obama para no molestar demasiado a los representantes más poderosos del lobby pro israelí en Estados Unidos. Conviene matizar, sin embargo, que las relaciones entre Obama y Netanyahu han sido muy tensas en estos últimos años, sobre todo a cuenta de las negociaciones con Irán.

El momento más tenso fue, tal vez, cuando el exgeneral israelí aceptó una invitación de los Republicanos para hablar el pasado marzo en el Congreso de EEUU, advirtiendo sobre el gran error que suponía la política de negociación con los amenazadores iraníes llevada a cabo por la Administración demócrata de Obama.

Democracia comprada

En plena campaña electoral, las afirmaciones más relevantes para el público estadounidense de todas las que hace Carter en sus memorias tienen que ver, probablemente, con la financiación de los partidos. El desencanto de muchos estadounidenses con sus líderes políticos encuentra muchos de sus argumentos en lo que se percibe como una alianza elitista entre poder económico y poder político.

Carter, que logró la presidencia pocos años después del escándalo del Watergate, no se muerde la lengua a la hora de afirmar que el sistema de financiación electoral que existe en Estados Unidos compromete seriamente la calidad de la democracia. En declaraciones realizadas a la NPR hace unos meses, Carter se refería a la parte de sus memorias en la que comenta la decisión tomada por el Tribunal Supremo en 2010 que permitía que las empresas participasen como donantes en las campañas electorales, una de las “decisiones más contraproducentes” tomadas nunca por el alto tribunal, según el expresidente.

Los ricos que donan dinero a un partido influyen en el resultado de las votaciones que establecen los tipos impositivos y que les otorgan beneficios fiscales

“En mi opinión, se ha distorsionado completamente la pureza y la legitimidad democrática de las elecciones en Estados Unidos. Es soborno legalizado, porque los ricos, cuando dan 100 mil dólares a los candidatos o la cifra que sea, sirviéndose de diversas estratagemas, esperan algo a cambio. Y también influyen, gracias a esas contribuciones económicas, en el resultado de las votaciones que establecen los tipos impositivos y que otorgan beneficios especiales a las grandes corporaciones y a los mayores contribuyentes a las campañas”, ha dicho.

Uno de los jueces más destacados en aquella decisión del Supremo fue precisamente el recientemente fallecido juez Antonin Scalia (nombrado por Ronald Reagan que venció a Carter en las elecciones que le hubiesen dado un segundo mandato), uno de los jueces más conservadores del Supremo, sobre cuya sucesión se abre ahora una batalla entre demócratas y republicanos. Politización de la justicia versión estadounidense.

El futuro está aquí

Tras la publicación de sus memorias, a Carter le fue detectado el pasado otoño un cáncer que se había extendido al cerebro. El pasado diciembre, sin embargo, anunció que gracias a una combinación de cirugía, radiación y nuevos medicamentos experimentales, el cáncer había desparecido. Mientras pueda, Carter quiere seguir con su intensa agenda de actos benéficos. Fue uno de los expresidentes más jóvenes. Igual que lo será Obama en unos meses.

¿Algún consejo para el futuro expresidente? “Usa el talento y la habilidad que ya tienes, y que te permitió llegar a la Casa Blanca, y la experiencia y el conocimiento adquiridos sobre tu país y el resto del mundo que has acumulado en estos años de presidencia, para beneficiar lo más posible a otra personas”. Los más cínicos, pensando en la presidencia del propio Carter (más bienintencionada que brillante), podrían decir: en otras palabras, Mr. Obama, tratar de hacer –y decir- como expresidente lo que no supiste o no te dejaron hacer –ni decir- mientras estuviste en el cargo.

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